La crisis del envío de armas a Ucrania evidencia la creciente distancia entre Yolanda Díaz y Podemos

  • El desencuentro fue de gran magnitud y ni siquiera hay una única versión sobre quién resolvió la crisis con el PSOE.
  • La falta de implicación de Díaz en la vida interna de Podemos y sus diferencias estratégicas con el partido los distancian.
  • La vicepresidenta insiste en que los partidos deben jugar un rol secundario en su plataforma, lo que amenaza la posición morada.
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Las líderes de Podemos y Unidas Podemos, Ione Belarra y Yolanda Díaz.
Las líderes de Podemos y Unidas Podemos, Ione Belarra y Yolanda Díaz.
EFE
Las líderes de Podemos y Unidas Podemos, Ione Belarra y Yolanda Díaz.

La relación entre Podemos y la líder del espacio morado en el Gobierno, Yolanda Díaz, no pasa por su mejor momento. Así quedó evidenciado la semana pasada, cuando el envío de armas ofensivas a Ucrania por parte del Ejecutivo generó una brecha entre el partido y la vicepresidenta que fue profundizándose durante varios días según se iban recrudeciendo las críticas de Podemos al PSOE mientras Díaz permanecía en silencio y apoyaba la decisión del presidente, Pedro Sánchez. La crisis terminó cerrándose este lunes, cuando los morados dieron un evidente paso atrás. Pero ni siquiera hay consenso dentro de Unidas Podemos sobre quién fue el responsable de zanjar la polémica, si Díaz o la ministra de Igualdad, Irene Montero.

El desencuentro sobre las armas es el último de una serie de choques con mayor o menor trascendencia que, en los últimos meses, han enfriado la relación entre Podemos y su candidata, pese a que el partido sigue asegurando que Díaz es su única opción para liderar su lista a las próximas elecciones generales. La respuesta de la vicepresidenta segunda al mal resultado de las elecciones en Castilla y León, la gestión de las negociaciones sobre la reforma laboral o la insistencia de Díaz en señalar que el papel de los partidos en su futura plataforma debe ser secundario no han gustado en Podemos.

En el caso de las armas, el choque tuvo lugar desde el mismo miércoles en el que Sánchez anunció -cambiando la opinión que había mantenido sólo horas antes- que España enviaría material ofensivo a Ucrania. Apenas unos minutos después de este anuncio, la secretaria general de Podemos, la ministra Ione Belarra, criticó la decisión, afirmó que solo servía para "contribuir a la escalada", y aseguró que España y la UE no están haciendo lo suficiente para primar las vías diplomáticas. Fue un posicionamiento no pactado con Díaz, quien unos minutos después cerró filas con el presidente contra el criterio de sus compañeros y mostró "todo su apoyo" a una decisión que calificó como "seria" y difícil.

Las críticas de Podemos fueron subiendo de tono durante los siguientes días hasta que, el domingo, Belarra calificó a las formaciones que apuestan por el envío de armas a Ucrania -entre las que se cuenta el PSOE- como "los partidos de la guerra". A partir de ahí comenzaron una serie de gestiones para intentar desinflamar la crisis, que amenazaba con tensionar extraordinariamente la coalición por la enorme molestia que provocaron en el PSOE esas declaraciones. Y es en ese punto en el que los relatos difieren: mientras unos plantean que fue Díaz la que, tras una conversación con Belarra, convenció a Podemos de rebajar el tono, otros aseguran que fue decisión del propio partido morado y que quien tendió puentes con el PSOE fue Irene Montero.

Lo cierto es que los socialistas y Unidas Podemos dieron por cerrada la crisis ese mismo lunes, con la asistencia por sorpresa del presidente Sánchez al acto previo al 8-M organizado por el Ministerio de Igualdad, donde se dejó fotografiar en una actitud amistosa con Montero. Pero el hecho de que dentro de Unidas Podemos ni siquiera haya un relato claro de quién fue la responsable de resolver las tensiones con el PSOE revela el distanciamiento que existe en el seno de la formación morada.

Problemas de coordinación y políticos

Esas diferencias, no obstante, no han aflorado con la última crisis, sino que tienen raíces más profundas. Díaz, desde que hace algo menos de un año fue señalada por Pablo Iglesias como futura candidata de Unidas Podemos, ejerce el liderazgo de la formación morada de manera informal, puesto que ni forma parte de Podemos ni mucho menos se encuentra en los órganos de dirección del partido, que sigue siendo la columna vertebral de Unidas Podemos. Eso dificulta la coordinación entre la vicepresidenta, por una parte, y Belarra y Montero como líderes de Podemos, por la otra.

Tampoco ayuda a esa coordinación que la Mesa Confederal de Unidas Podemos, el órgano que reúne a representantes de todos los partidos de la coalición y también a Díaz -que es la que tiene que convocarla-, lleve meses sin reunirse. Y, de hecho, uno de los problemas más acuciantes que ha revelado la crisis de las armas es la falta de un discurso político unitario entre Podemos y la vicepresidenta, entre otras cosas por esa falta de puesta en común de las posiciones de ambos. Lo evidente del problema ha provocado que, esta semana, Díaz haya decidido que se reunirá semanalmente con los ministros de Unidas Podemos -además de Belarra y Montero, Alberto Garzón y Joan Subirats- para pactar estrategias, fijar posturas y analizar la situación política.

Las diferencias, no obstante, no son únicamente fruto de la falta de coordinación y la escasa implicación de la vicepresidenta en la vida interna del partido, sino también de distintos puntos de vista políticos y estratégicos. Díaz, desde su elección como líder de Unidas Podemos, ha tratado de imponer una línea de discreción y negociaciones de bajo perfil con el PSOE para salvaguardar tanto la estabilidad del Gobierno como su propia imagen de líder mejor valorada del panorama político. Y eso ha supuesto un cambio radical en el estilo de un partido habituado al liderazgo de Pablo Iglesias, que era menos selectivo con las batallas y no dudaba en exteriorizar sus diferencias con los socialistas para presionarles y conseguir acercarlos a sus posiciones políticas.

El papel de Podemos en el proyecto de Díaz

El diseño de la futura plataforma de Díaz, si finalmente tuviera traducción electoral, también distancia a Podemos de la vicepresidenta. Ella lleva meses insistiendo en que quiere un proyecto en el que los partidos -a los que critica recurrentemente por sus discusiones internas- tengan un papel secundario, lo que especialmente afecta a Podemos, que prácticamente desde su fundación ha ejercido de columna vertebral de las alianzas a la izquierda del PSOE y ha sido el eje en torno al que han girado el resto de las organizaciones, como IU. 

El problema no es la marca, sino el protagonismo, y relegar al partido morado a un segundo plano genera muchas resistencias en su seno, toda vez que, además, Díaz no tiene una organización alternativa que le permita hacer contrapeso. Su gran valor es su buena valoración a ojos de la ciudadanía, mucho mejor que la de cualquier dirigente de Unidas Podemos. Pero los morados consideran que esto no basta e Iglesias planteó claramente hace unas semanas que "si los partidos de Unidas Podemos simplemente se encomiendan al 'milagro Yolanda' y al 'milagro frente amplio', no es difícil saber lo que ocurrirá", y defendió que "los partidos deben armarse para la batalla ideológica sin complejos, deben hacer trabajo territorial y deben cuidar sus liderazgos".

Precisamente uno de los efectos colaterales de estas tensiones es el enfriamiento de la relación entre Díaz e Iglesias, antaño buenos amigos y que hasta hace unos meses aún discutían sobre política. El exlíder de Podemos ha defendido en las últimas semanas posiciones contrarias a las de la vicepresidenta desde sus múltiples plataformas mediáticas e incluso le ha dedicado críticas veladas, la última hace apenas unos días, cuando recordó que Díaz es ministra y vicepresidenta gracias al partido morado.

"Yolanda Díaz y muchos compañeros no entendieron" que, tras las elecciones generales de abril de 2019, Podemos se negara a firmar únicamente un acuerdo programático con el PSOE, que quería impedir la entrada de los morados en el Consejo de Ministros, según desveló Iglesias. Esa negociación fallida provocó la repetición electoral y fue tras los comicios de noviembre cuando por fin pudo conformarse la actual coalición. "Yolanda Díaz es miembro del Gobierno de España porque Podemos mantuvo esa posición, igual que Alberto Garzón", zanjó el ex secretario general morado.

Iglesias no tiene actualmente ningún cargo en Podemos, pero lo cierto es que sigue siendo un referente político de primerísimo orden tanto entre la militancia como en la cúpula del partido. Y su recordatorio de que Díaz le debe su posición a la formación morada supone un importante toque de atención para reivindicar la importancia que debe tener Podemos en el futuro proyecto de la vicepresidenta.

Varios choques han enrarecido el ambiente

Las tensiones, en cualquier caso, no vienen de ahora. Ya en octubre, Díaz y el partido tuvieron un encontronazo tras la retirada del escaño al diputado canario Alberto Rodríguez. La vicepresidenta desconocía el anuncio de la dirección de Unidas Podemos de que tenía intención de querellarse contra la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, por prevaricación tras su decisión, y tardó varios días en pronunciarse sobre el tema mientras los morados rebajaban el tono para evitar que la crisis más grave a la que se había enfrentado la coalición pusiera en duda incluso su mantenimiento.

Tampoco sentó bien en Podemos que Díaz acudiera al acto "Otras políticas" junto a Mónica García, Mònica Oltra, Ada Colau y Fátima Hamed; no tanto por su presencia allí, sino porque al evento no fueron invitadas ni Belarra ni Montero. Y las recientes elecciones de Castilla y León también han generado discrepancias, especialmente después de que la vicepresidenta decidiera implicarse lo mínimo imprescindible en la campaña para no perjudicar su imagen y de que, posteriormente, se mostrara partidaria de explorar un "cordón democrático" a través de un pacto entre PSOE y PP para evitar que Vox llegara al Gobierno regional, una posición que no compartía Podemos.

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