Éxodo empresarial, ventanas blindadas... Así es como el 11-S cambió para siempre la arquitectura y el diseño de las urbes

Gran parte de las oficinas construidas tras el 11S se reinventaron en viviendas.
Gran parte de las oficinas construidas tras el 11-S se reinventaron en viviendas.
EFE
Gran parte de las oficinas construidas tras el 11S se reinventaron en viviendas.

Era un martes en una mañana ajetreada como otra cualquiera en las Torres Gemelas, los edificios más emblemáticos de la ciudad de los rascacielos por excelencia, Nueva York. Nadie imaginaba el ataque en el que unas 3.000 personas murieron, una tragedia que cambió para siempre la arquitectura, el diseño de las grandes ciudades y el modelaje de los rascacielos.

El impacto que supuso el atentado terrorista puso a prueba la capacidad de regeneración de Nueva York. La sociedad neoyorkina sacó a relucir todo el potencial que albergaba para reinventarse y, pese al miedo aún latente, la ciudad resurgió de sus escombros y construyó una urbe más segura que influyó en el diseño del resto de grandes ciudades del mundo.

Mark Fenwick, fundador del estudio de arquitectura Fenwick Irribarren, explica a 20minutos, que el 11-S sirvió para incrementar la seguridad en torres y rascacielos, lo que propició que se recobrara la confianza en este tipo de edificios: "La posibilidad de un atentado en una torre es bastante mínima en contraste con la peligrosidad a nivel de calle". Que ahora Nueva York disponga de 20 rascacielos de más de 300 metros —11 más que hace dos décadas— lo corrobora.

Para ello, no obstante, indica que fue necesario un "cambio brutal e importantísimo en los edificios, alternando totalmente la fisonomía de las entradas y regulando el control de las personas que entran en los edificios". Por su parte, Pablo de Miguel, arquitecto residente en Nueva York, señala que la ciudad estadounidense mutó radicalmente su fisonomía tras el dramático atentado: "Todo el centro de la ciudad y a partir de la Calle 14 se cortó para empezar a recuperar los escombros y buscar a la gente. Se fue todo el mundo, todas esas empresas y la gente que trabajaba ahí".

"Hay esperanza en que la gente vuelva a trabajar a las oficinas"

La Gran Manzana incrementó la prohibición de viandantes en algunas zonas de la ciudad, rodeó la Zona Cero —la parcela donde estaban situadas las Torres Gemelas— de barreras metálicas, fomentó la creación de más puestos de policía y construyó "muchos bolardos enormes" en las inmediaciones de las zonas cercanas a torres y edificios emblemáticos "para que no pudiera pasar nada más grande que una bicicleta", explica De Miguel. 

La repercusión de este suceso se extendió en la seguridad y diseño de los edificios de otras zonas del mundo y se aplicaron "medidas preventivas para que ningún vehículo se acerque a menos de veinte metros de la calle mediante bolardos" indica Fenwick, que estuvo implicado en la construcción de Torre Espacio en Madrid.

 "Cuanto más altos sean los edificios, más seguros"

Ambos arquitectos consideran que el nivel de peligrosidad por atentado o incendio es netamente inferior en torres y rascacielos desde que se aplicaron nuevas medidas de prevención de riesgo de incendio y terrorismo a causa del 11-S. Al hilo, Fenwick considera "bastante poco probable" un nuevo incidente aéreo, "pero a nivel de calle sí que entrañan más riesgos, ya que "un coche bomba es más probable y eso no afecta a las torres".

Fenwick indica que, en caso de explosión en las bases de los edificios altos "es poco probable que la expansión suba hacia arriba, por lo cual, cuanto más altos sean los edificios, más seguros". Desde el atentado, los edificios están dispuestos de mayores refuerzos en el basamento y en los pilares que se encuentran "totalmente protegidos ante una explosión a nivel de calle". En relación, añade que dependiendo de qué edificio se trate, "es importante tener ventanas blindadas hechas de materiales que soporten balas y proyectiles" para evitar cualquier tipo de ataque terrorista.

Los materiales de la fachada, en su opinión, son "muy importantes", así como considera capital que los utilizados en el interior de los edificios eviten peligro de propagación en caso de incendio: "casi todos los edificios tienen materiales totalmente ignífugos y es muy difícil que haya un incendio y que se propague porque, además, también hay sistemas de rociadores de agua que protegen los edificios".

"Casi todos los edificios tienen materiales totalmente ignífugos y es muy difícil que haya un incendio y que se propague"

De Miguel, por su parte, señala que antes del atentado "las torres llevaban dos escaleras de emergencia y, tras el incidente, llevan tres". En referencia a los materiales usados en la construcción de rascacielos, estima que no ha cambiado tanto, aunque explica que la Torre 1 está diseñada para que no se derrumbe en caso de colisión aérea, gracias a los "refuerzos en las esquinas y a que las bases de los diez primeros pisos sean de hormigón".

Fenwick estima que también se ha avanzado en medidas que no estaban asentadas con anterioridad al atentado, como la implementación masiva de sistemas de rociadores de agua y el refuerzo de ascensores que ahora "se utilizan más para evacuar al disponer de una tecnología superior". Además, considera importante el incremento de la comunicación entre los arquitectos y los bomberos que cree "muy cualificados" y que disponen de "toda la información de los edificios con un plan de emergencia".

El Financial District, más residencial que nunca

El arquitecto residente en Nueva York, Pablo de Miguel, analiza el drástico cambio tras el atentado en la fisonomía de una ciudad "que se reinventa muy rápido" pero que tuvo que superar un éxodo masivo de empresas tras el miedo y la desconfianza generada en rascacielos en el primer lustro del siglo XXI.

"Todo cambió tras el 11-S en el mundo, no sólo en Nueva York. No había mucha prisa en volver a construir en la Zona Cero porque había miedo: ¿Quién iba a alquilar las torres o cualquier edificio alto que construyamos aquí? Muchas oficinas no querían mudarse allí", explica.

De Miguel recuerda que, tras recoger los escombros de todos los edificios derrumbados y afectados, se intentó "atraer a las empresas a las oficinas de Financial District, pero se tardó muchísimo en volver a la normalidad: se tardaron años en demolerlo todo, no sólo las torres, sino muchos edificios de alrededor".

"El problema del terrorismo y el miedo sigue ahí, pero el foco está ahora en el cambio climático y en la pandemia"

La disposición de Manhattan cambió completamente tras el atentado, siendo Bloomberg el principal responsable de dotar de espacios públicos a la Gran Manzana. Según De Miguel, desde que el otrora candidato a la elecciones primarias por el Partido Demócrata accedió a la alcaldía de la gran urbe estadounidense, creó una ciudad más peatonal: "se habilitó mucho espacio público que antes no había en la Zona Cero, como el Memorial, un Museo o una plaza enorme llena de árboles". 

Esta apuesta por la apertura de espacios públicos que previamente no existía en el Financial District se extendió por todo Manhattan: "Se crearon muchos parques cerca de los ríos y todas las propiedades se hicieron mucho más valiosas".

En consecuencia, "muchas oficinas se reinventaron en viviendas, había un exceso de oficinas antes del atentado". De Miguel explica que se transformaron oficinas en "viviendas de lujo y no muy grandes, con muchos incentivos para atraer a la gente al centro de la ciudad. Las oficinas salieron del núcleo del distrito".

Nuevos retos: la pandemia y el cambio climático

El vaciamiento de los edificios destinados a oficinas en el Financial District no es una circunstancia que se circunscribe únicamente a la amenaza de ataque terrorista en los albores de este siglo. Desde que inició la pandemia a causa de la COVID-19, muchas de las oficinas se vaciaron y las empresas comenzaron poco a poco a implementar el teletrabajo en sus empleados, convirtiéndose en una peligrosa rutina para las oficinas del centro y siendo uno de los motivos clave de que los edificios de esta zona de Manhattan sean, en su mayoría, residencias.

"No hay ningún material que esté preparado para un hecho tan violento"

"Manhattan se ha vaciado. Hay mucho negocio que ha desaparecido con la pandemia y se está estudiando cómo se reinventará", explica De Miguel, que se ha mostrado pesimista ante la recuperación del estado previo a la eclosión de la crisis sanitaria, ya que los rascacielos tampoco son un tipo de edificio predilecto para los ciudadanos neoyorkinos que temen la consecución de otra pandemia y evitan vivir en un edificio colmado de vecinos.

La caída en picado de la popularidad de los rascacielos para las empresas y para los ciudadanos también se debe a una tercera preocupación creciente en la Gran Manzana como es el cambio climático: "El Huracán Sandy inundó todo el Financial District, se inundaron los edificios y nos quedamos sin luz y sin agua", indica De Miguel. 

"El problema del terrorismo y el miedo sigue ahí, pero el foco está ahora en el cambio climático y en la pandemia. Han pasado 20 años del 11-S y, pese a que sigue muy vivo en la ciudad, los problemas actuales son otros. Esta ciudad sigue reinventándose y la Zona Cero con ella. Hay esperanza en que la gente vuelva a trabajar a las oficinas", explica el arquitecto.

¿La arquitectura está preparada para otro atentado aéreo?

A excepción de la Torre Uno, que ha sido edificada especialmente con la intención de que no se derrumbe en caso de otro atentado aéreo como el vivido en el 11-S, tanto Fenwick como De Miguel consideran muy complicado que los edificios del futuro a corto plazo puedan resistir el impacto y las altas temperaturas que causa una colisión de estas dimensiones.

"Sería carísimo hacer todas las torres pensando en que se van a chocar con un avión"

Para Fenwick, "las torres aguantaron muchísimo, fue espectacular cómo aguantaron a aviones llenos de gasolina que se empotran en un edificio y lo que costó que se derrumbaran, pero no hay ningún material que esté preparado para un hecho tan violento". A su juicio, "lo único que hay que hacer es mejorar las posibilidades de evacuación" y centrar los esfuerzos en "buscar la seguridad de las personas".

En su misma línea, De Miguel sostiene que el problema del impacto del 11-S "no fue sólo el impacto, también la temperatura. Como construimos con acero, el keroseno de los aviones derritió las torres al incendiarse. El acero, con calor, es malísimo".

No obstante, pese a que afirma que "las torres nuevas incorporan en los primeros quince o veinte pisos una base de hormigón y las diagonales tienen unos refuerzos brutales para que la torre siga manteniéndose", considera impensable construir todas las torres con el mismo material que la Torre Uno, porque "sería carísimo hacer todas las torres pensando en que se van a chocar con un avión".

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