Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Sémper o el canario en la mina

Borja Sémper
Borja Sémper
Carlos Lujan / EP
Borja Sémper

No todos los votos de una urna tienen la misma influencia. En el escrutinio cuentan todos, pero el objeto final de un proceso democrático no es otro que determinar quién gobierna y, a día de hoy, de los 37 millones de electores en España hay un millón que tiene en su mano la llave del gobierno

Es el millón de electores cuyos votos, según coinciden los sondeos, son susceptibles de balancear del centro izquierda al centro derecha y decidir la aritmética parlamentaria de una investidura. Es el voto de la moderación, ese que según las encuestas se ha desplazado en el último año desde el bloque de izquierdas al de derechas hasta proyectar un posible cambio de mayorías y, en consecuencia, de gobierno.

El primer corrimiento potencial se ha llegado a cuantificar en unos 600.000 sufragios que coinciden con el llamado ‘efecto Feijóo’ por la percepción inicial de que el nuevo líder del PP encarnaba el perfil más centrista del partido con un discurso propio bendecido por cuatro mayorías absolutas en Galicia. 

La posterior impresión de que su relato se parecía demasiado al de Casado, el mantener bloqueada la renovación del CGPJ y, sobre todo, un aparente sometimiento a la presión del sector más radical del partido rebajaron el fuelle de ese ‘efecto’, registrándose en otoño un repunte del PSOE que perduró en la demoscopia hasta los líos de diciembre sobre las reformas del Código Penal. 

La evolución de los sondeos en el 2022, con la constatación del valor estratégico de ese millón de votos versátil, conmina tanto al PSOE como al PP a emitir mensajes que les identifiquen con la moderación, despegándose en lo que puedan de las etiquetas de radicalidad. Ambos partidos se han puesto a ello. 

En la reciente Ejecutiva del PSOE, Sánchez forzó una foto de familia con los ministros más templados y transversales de su Gobierno, miembros del gabinete como Calviño, Escrivá, Robles o Marlaska sin afiliación al partido. En el PP, los giros en pos de la moderación para atraer a exvotantes del PSOE son aún más escénicos. 

Juan Bravo, vicesecretario económico del partido, en su primera rueda de prensa del año, afirmó rotundo que "lo que la gente quiere es moderación" y señaló directamente a los cientos de miles de ciudadanos que votaron a Sánchez y ahora ven en Feijóo, dijo, al político transversal que aglutine una gran mayoría para transformar España. 

La declaración de Bravo fue el anticipo de un operativo de fichajes puesto en marcha por Feijóo para recuperar políticos de perfil moderado que se apartaron o fueron apartados del PP cuando Génova se echó al monte. En esa lista figura el exministro de Fomento Íñigo de la Serna y, sobre todo, Borja Sémper, quien protagonizó sonados encontronazos con la anterior dirección del partido y su entonces portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo.

Sémper, un tipo brillante dentro y fuera de la política, tiene, a pesar de su reconocida amistad con Abascal, un discurso rotundo contra Vox, al que ha definido como "un chollo para el Gobierno de Sánchez" por lo del aborto en Castilla y León. Su mesura es vista con el mayor de los recelos por el ala dura del PP más dispuesta a entenderse con los ultras y a librar cualquier batalla, o provocarla, le guste o no a Feijóo.

Quienes conocemos a Borja Sémper sabemos que no se deja arrastrar a donde no quiere ir, y será el canario en la mina de esa pretendida moderación que la dirección del PP trata de transmitir. Una moderación y una centralidad que, según dice, Feijóo le ha pedido explícitamente. Y si a Sémper le dejan ser Borja Sémper, igual Feijóo logra ser de nuevo Alberto Núñez Feijóo.

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