El bienio de Sánchez: muchas elecciones, el poder de la imagen, el chantaje independentista y los Presupuestos de Montoro

  • Legislación social a golpe de decreto: subida del salario mínimo, ingreso mínimo vital o prohibición del despido por baja.
  • El Gobierno ha estado en funciones 11 de los 24 meses en los que Sánchez lleva siendo presidente.
  • Se cumplen dos años de la moción de censura que cambió el Gobierno y originó una revolución en la derecha.
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Aplausos a Pedro Sánchez tras ser elegido nuevo presidente del Gobierno
Aplausos a Pedro Sánchez tras ser elegido nuevo presidente del Gobierno
EUROPA PRESS
Aplausos a Pedro Sánchez tras ser elegido nuevo presidente del Gobierno

Hace dos años, la política española dio un vuelco. Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 2018 prosperó la primera moción de censura de la historia, la que desbancó a Mariano Rajoy de la Presidencia y llevó a Pedro Sánchez a La Moncloa. El líder socialista tenía ya una probada experiencia en saltos mortales dentro del PSOE, donde en tres años ganó unas primarias, fue defenestrado por su partido y dejó el acta de diputado para librar una guerra interna que terminó ganando en otras primaras. Las carambolas políticas de Sánchez no terminaron con su llegada a La Moncloa. Si entonces lo hizo sin elecciones por medio, su reelección como presidente ha necesitado de dos elecciones generales, finalmente para alumbrar la primera coalición de izquierdas desde la II República. Fue el final de 11 meses con el Gobierno en funciones, casi la mitad de los 24 que Sánchez lleva en Moncloa.

De momento, la presidencia de Sánchez ha dado desde el Gobierno con más mujeres del mundo hasta el más numeroso de ministros de la historia española, con cada vez más poder, casi omnímodo en estos momentos, de los asesores por encima de los políticos. Y del reinado de la imagen, que tuvo su mayor exponente en la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos.

En el plano legislativo y a pesar de lo que se lo criticó a Rajoy, Sánchez ha tirado de decreto por encima de sus posibilidades. Su saldo legislativo está formado por muchos decretos por urgencias varias y ninguna ley ordinaria en el Parlamento.

En cuanto a la economía, Sánchez llegó a Moncloa otra vez con el viento a favor, que el presidente socialista aprovechó para impulsar políticas sociales, emulando quizá aquella primera legislatura de derechos civiles de José Luis Rodríguez Zapatero. Dos años después, vuelven las nubes negras. La pandemia hará caer el PIB más de un 9% este año y el déficit y la deuda volverán a ser, e incluso superarán, lo pero de la crisis de 2008. El Gobierno calcula para este año un 10% de déficit y una deuda pública récord de 115% del PIB.

El bienio de Sánchez ha sido testigo también de una revolución en la derecha. on Renovación total del PP con la llegada de Pablo Casado  y aparición, a su derecha, de Vox. Por el camino se quedó también el Ciudadanos de Albert Rivera y ahora Inés Arrimadas trata de reflotar con aires muy distintos.

Entre tanto cambio y tanto frenesí de elecciones, pactos y coaliciones, hay dos cosas que han permanecido inalterables estos dos años.  Por una parte, la capacidad de los independentistas catalanes, sobre todo ERC, para condicionar casi cada decisión política del Gobierno. Sánchez se dispuso aplicar "ley y diálogo" para recuperar la situación en Cataluña pero de momento los independentistas no facilitan su Gobierno, alegando que no hay resultados. De la misma forma, el presidente devolvió a España a la escena internacional, a la que su antecesor era poco aficionado. En sus primeros meses de mandato, Sánchez viajó el equivalente de dar tres vueltas al mundo.

Por otra parte, los Presupuestos Generales del Estado de Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda de Rajoy que se aprobaron apenas una semana antes de la moción de censura y que, dos años después, siguen vigentes.

Moción de censura

La sentencia de la Gürtel, dictada el 24 de mayo de 2018, fue el pistoletazo de salida. Al día siguiente el PSOE registra en el Congreso una moción de censura contra Rajoy. El PP, entonces en el Gobierno y en la Presidencia del Congreso, comete lo que después fue visto como un error. Convoca el Pleno que iba a votarla la semana siguiente, en la creencia de que Sánchez no tendría tiempo para negociar con el resto de partidos. Sin embargo, el estrecho margen terminó siendo una ventaja para los socialistas. No había tiempo para demasiadas exigencias.

La izquierda parlamentaria apoyó la moción como una manera de echar al PP del Gobierno. La balanza cayó definitivamente del lado de Sánchez cuando el PNV, que una semana antes había aprobado los Presupuestos de Rajoy -ventajosos para el País Vasco-, terminó informándole de que también iba a votar a favor de la moción. Sánchez prometió a aprobar aquellas cuentas, del PP.

La moción de censura alumbró una mayoría parlamentaria formada por el PSOE y todos los partidos a su izquierda y apuntalada por el PNV que desde entonces se ha puesto a prueba en cada trámite crucial para el Gobierno. No se mantuvo para evitar las elecciones generales de 2019 y ha quedado seriamente dañada durante la pandemia, reflejada en las votaciones para aprobar las prórrogas del estado de alarma.

Primer Consejo de Ministros

Sánchez promete su cargo ante el rey el 6 de junio y al día siguiente da a conocer al los  ministros de su primer Ejecutivo. En total, una vicepresidenta y 16 ministros con los que el presidente se apunta dos tantos y, enseguida, también dos pasos en falso. 

El nuevo Ejecutivo está formado por 11 mujeres y siete hombres, lo que lo catapulta a las portadas de la prensa mundial como el Gobierno con más proporción femenina del mundo. 

Con una notable presencia de socialistas fieles durante las convulsas segundas primaria del PSOE, Sánchez incluye a una serie de independientes que se convierten incluso en la envidia de la oposición. El propio exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera, admite que él también habría hecho ministro al titular de Ciencia, el astronauta Pedro Duque, o la titular de Economía, Nadia Calviño, que dejó su puesto como directora general de Presupuestos de la Comisión Europea.

Sin embargo, pronto llega el primer patinazo. El primer ministro de Cultura, Maxim Huerta, dimite seis días después de su nombramiento por haber defraudado a Hacienda. En septiembre dimite la titular de Sanidad, Carmen Montón, por presuntas irregularidades en el máster por el que meses antes había caído la expresidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes. Un tribunal la exculpó meses después, pero Montón abrió un primer otoño difícil para Sánchez, donde la ministra de Justicia, Dolores Delgado, estuvo en la picota por su relación con el excomisario Villarejo. Sánchez celebra ahora dos años en La Moncloa en medio de la polémica que envuelve a su ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por intentar conocer detalles de una investigación judicial.

El poder de la imagen

Las dificultades con ciertos ministros fueron máculas en una estrategia de Gobierno que ha dado un peso inédito a la imagen. La de Pedro Sánchez. A falta en estos dos años de casos de corrupción que tapar, los numerosos asesores del presidente se afanaron desde el principio por convertirle en un estandarte del “Gobierno bonito” que había formado. Con desaciertos, como aquellas fotografías en el Falcón, y errores persistentes, como las encuestas a medida del CIS, presidido por José Félix Tezanos, un histórico del PSOE.

Cataluña

Sánchez llegó a La Moncloa con el convencimiento de que era necesario cambiar el enfoque hacia Cataluña. Menos de un año antes se había celebrado el 1-O y la moción de censura prosperó con líderes independentistas huidos de la justicia y con otros en prisión preventiva. En el primer Gobierno de Sánchez se celebró el juicio por la organización del referendum ilegal en el que fueron condenados el vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC Oriol Junqueras, consellers y los referentes sociales Jordi Cruixart y Jordi Sànchez.

A pesar de ello, el apoyo de los independentistas, especialmente de ERC, ha seguido siendo necesario, lo que en ocasiones ha disparado su influencia en las decisiones del Gobierno. Sánchez accedió a celebrar la ‘Cumbre de Pedralbes” en diciembre de 2018, rebajó de rebelión a sedición la acusación de la Abogacía en el juicio del procés, flirteó con la exigencia de nombrar un “relator” que diera fe de sus conversaciones con el Govern o accedió a crear una ‘Mesa de diálogo’ para buscar soluciones al “conflicto catalán”.

En paralelo a la crisis entre los socios del Govern, Sánchez ha ido obviando a JxCAT y ha privilegiado la relación con ERC. De momento, la estrategia de “ley y diálogo” ha resultado en más las concesiones que en contraprestaciones por parte de los independentistas. JxCAT y ERC contribuyeron en buena medida a la convocatoria de elecciones anticipadas el 28 de abril de 2019, solo apoyaron la investidura de 2020 a cambio de la ‘mesa de diálogo’ y, más recientemente, han votado ya dos veces en contra del estado de alarma.

Elecciones

Como ahora, Sánchez llegó en 2018 a La Moncloa con la intención de agotar la legislatura, que debía terminar en junio de 2020. La realidad es que para mucho antes de esa fecha ya se habían celebrado dos elecciones generales, en abril y noviembre de 2019.

El Congreso rechazó los Presupuestos para 2019 en febrero del año pasado y como consecuencia Sánchez convocó elecciones generales en abril. Contaba con beneficiarse del desplome previsto de Unidas Podemos y de la ‘ruptura’ con los independentistas catalanes que escenificó la ministra de Hacienda en el debate presupuestario.

El PSOE ganó las elecciones -con 123 escaños- pero sin una mayoría fácil a la vista. Se activó entonces una negociación para formar la coalición de Gobierno que le exigió entonces Pablo Iglesias, en un intento poco verosímil por parte de los socialistas. El trampantojo terminó en julio, con una votación de investidura perdida y la advertencia de Sánchez de que Podemos había perdido su última posibilidad porque no habría otro intento en septiembre, como permitía la ley. El presidente cumplió y se convocaron elecciones generales por segunda vez, para el 10 de noviembre. En lugar de mejorar, el PSOE perdió tres escaños, Unidas Podemos demostró que seguía respirando y, sobre todo, Vox dobló su presencia en el Congreso. Si su irrupción en abril con 25 escaños ya fue fuerte, los 52 de noviembre lo convirtieron en tercera fuerza.

Sánchez e Iglesias cerraron un acuerdo de coalición, con el morado de vicepresidente, en secreto y en 48 horas, lo que demostró que sí era posible hacer lo que en julio el presidente dijo que no lo era.

Coalición

PSOE y Unidas Podemos se unieron en la primera coalición desde la II República. Con distintas maneras de hacer y desconfianza, firmaron un acuerdo programático socialdemócrata, donde la cuestión catalana quedaba bajo la batuta del presidente. La unión dio lugar a un Ejecutivo hipertrofiado, con cuatro vicepresidencias y 19 ministerios. Así se daba cabida a la casi totalidad del gobierno anterior del PSOE y a las confluencias de Podemos, Sánchez trató de restar protagonismo al vicepresidente Iglesias rodeándolo por tres vicepresidentas socialistas.

Los recelos entre dos socios que llevaban meses a la gresca ha sido la tónica común y también las diferencias de criterio y una estrategia soterrada para quedar como el ‘socio bueno’ de la coalición. Han sido frecuentes las diferencias, en política de vivienda, sobre impuestos o sobre la reforma del Código Penal para incluir el ‘solo sí es sí’. Una de las últimas, a cuenta de la derogación de la reforma laboral pactada con Bildu y modificada horas después.

Oposición

En la otra mitad del hemiciclo, el centro derecha también ha quedado irreconocible en estos dos años. La primera mutación se produjo en el PP. Tras abandonar la Moncloa, Rajoy dejó la política y el PP convocó las primeras primarias de su historia que ganó Pablo Casado. Con él empezó una recuperación del aznarismo que ha hecho que queden ya muy pocos dirigentes de la épica de Rajoy, que apoyaron en su mayoría a su rival final, Soraya Sáenz de Santamaría. 

A pesar de este discurso más a la derecha y “sin complejos”, el PP de Casado no ha podido evitar el ascenso de Vox en los dos últimos años. El 28-A entraron en el Congreso con 25 diputados, en las autonómicas y municipales de mayo de 2019 su fuerza fue suficiente como para condicionar gobierno del PP y Ciudadanos y en nombre se convirtieron en tercera fuerza parlamentaria con 52 escaños.

La catarsis de Ciudadanos llegó con el 10-N, cuando pasó de 57 diputados a 10 tras una estrategia de confrontación total con Sánchez solo rota muy al final, quizá para intentar salvar los muebles.  Rivera dejó la política y Arrimadas se convirtió en presidenta del partido. La pandemia le ha dado la oportunidad de cambiar de estrategia hacia una más colaborativa con Sánchez. De momento, Ciudadanos no sube apenas en las encuestas, pero Arrimadas empieza a auparse en las encuestas como la líder política más valorada.

Economía

La pandemia ha destrozado la recuperación de la economía española que ya asomaba hace dos años. Después de una década maldita por la crisis financiera de 2008, España crecía al ritmo del 3%, por encima de la media de la UE.

El panorama ahora es desolador. Está previsto que el PIB caiga más de un 9% este año, el déficit y la deuda pública alcanzarán cotas históricas del 10% y el 115% de PIB y el paro vuelve a crecer, con una previsión de cerrar el año con el 19% de desempleados. Con todo, el Gobierno se encomienda a una recuperación en “V asimétrica”, que tras una caída en picado en marzo y abril, empiece a recuperarse más lentamente en la segunda mitad del año para empezar a crecer el año que viene.

Además de con las ayudas y créditos de la UE, el Gobierno intentará capear la nueva crisis económica con más impuestos y más altos a “los que más tienen". Todo debe plasmarse en unos Presupuestos su superen finalmente los que hoy están vigentes, todavía los que elaboró para 2018 el exministro de Hacienda del PP Cristóbal Montoro.

Ya no se espera que haya nuevas cuentas hasta enero de 2021, en el mejor de los casos. Antes, en 2019, hubo un primer intento, fracasado, para aumentar el gasto y los ingresos vía subidas de impuestos a las rentas más altas o a las grandes empresas. Ahora mantiene este planteamiento, con más convicción aún debido a la pandemia.

Legislar por decreto

Con tantas elecciones, tanto tiempo en funciones y mayorías tan frágiles en el Congreso, Sánchez se ha confirmado en estos dos años como un presidente asiduo a los decretos leyes, una manera de legislar de urgencia que, en principio hurta al Congreso su capacidad de elaborar leyes, aunque tiene que convalidarlos. El Gobierno de Sánchez no ha aprobado ninguna ley por el procedimiento ordinario en estos dos años. Por el contrario, han sido muy numerosos los decretos leyes, mucho más ahora debido a la crisis sanitaria por el Covid-19. En diciembre se había aprobado 42, entre ellos, para regular el mercado de la vivienda, para equiparar los permisos por paternidad, subir el salario mínimo o, este mismo viernes, para crear un ingreso mínimo vital.

Pandemia

A principios de este año, el Gobierno aseguraba que tenía previsto aprobar casi un centenar de leyes en 2020. Todo quedó paralizado por el coronavirus, una crisis con la que ni el Sánchez más temerario habría podido imaginar.

La pandemia ha provocado 28.000 muertos en España, confinó a la población, paró la economía y cambió totalmente la perspectiva de cara al futuro. La crisis sanitaria por un virus desconocido convulsionó al Gobierno, que ahora afronta una desconocida transición a la “nueva normalidad”. Sánchez mantiene que agotará la legislatura, en 2023. En terra incognita.

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