Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Cachitos de hierro y cromo' y la mentira que provoca cada Nochevieja

Crónica de la evolución del arte de transmitir la música en televisión.
Uno de los mejores rótulos de Cachitos de hierro y cromo en la Nochevieja a 2024, con Amaral como protagonista. Decir todo sin sobreexplicar nada.
Uno de los mejores rótulos de Cachitos de hierro y cromo en la Nochevieja a 2024, con Amaral como protagonista. Decir todo sin sobreexplicar nada.
RTVE
Uno de los mejores rótulos de Cachitos de hierro y cromo en la Nochevieja a 2024, con Amaral como protagonista. Decir todo sin sobreexplicar nada.

Hemos incorporado otra tradición al cambio de año: mirar Cachitos de hierro y cromo repitiendo todo el rato al televisor: "qué pena, ya no hay programas musicales". Aunque Cachitos de hierro y cromo haya arrancado 2024 con una selección de actuaciones de lo más actual. Y realizadas en espacios de TVE. Del Nochentera de Vicco a Ana Mena con Pablo Alborán. Algo de música seguirá habiendo, entonces.

De hecho, en esta propia Nochevieja, TVE ha emitido tres programas musicales de estreno y de manera simultánea. El extenso cotillón 'Feliz 2024' de La 1, la gala de Cachitos desde los restos de El Molino de la varieté barcelonesa y el contra-especial Sabor a Uvas en Playz. Tres formatos con almas complementarias enriqueciendo de pluralidad artística el archivo de Televisión Española, una compañía pública que ha ido vinculada a la música desde su origen.

Otra historia es que hayamos dejado de consumir las canciones de la misma manera de antes.  Las pantallas han evolucionado. De ahí la extinción del género de programa como Aplauso o Música sí. Hoy, serían un fracaso en términos de audiencia. Ya no necesitamos correr hacia un televisor para grabar las canciones que queremos seguir disfrutando. Tampoco los artistas necesitan correr a los platós para promocionarse como antaño. Lejos queda cuando Tina Turner decidió cambiar sus giras de conciertos por tours por los grandes programas de las televisiones de los países del mundo. En sólo una semana se recorría cada uno de los shows estelares de las cadenas europeas. Sin demasiado divismo, pero con táctica:  llegar a la masa para vender como nunca. Objetivo logrado.

Ahora el modelo es otro. Los artistas dibujan su trayectoria a través de las plataformas y redes sociales que controlan sin necesidad de maratones de viajes promocionales. Pero el vínculo de la tele y la música sigue fuerte. Incluso en un momento de crecimiento. En esta misma temporada, hay interesantes formatos como La Playz List de RTVE Play o El Camerino de Movistar Plus. Que no los conozcas, no es que no existan. 

Pero vayamos al fondo. La sensación de nostalgia que provoca Cachitos de hierro y cromo es por su habilidad de traer al hoy aquellas actuaciones que podían haberse quedado en el ayer. El acierto del formato de La 2 y Radio 3 está en que desde su origen huyó de apoltronarse en el karaoke que es un zapping de trozos de canciones y actualizó los icónicos momentos del archivo de RTVE con el contexto de unos rótulos cómplices que generan sonrisas, reflexión y, en ocasiones, hasta indignación mientras juegan con el espíritu crítica del espectador a través de la ironía. Ay, la ironía. Trabajo de riesgo aventurarse a la corrosión en la época de la viralidad que extrae de sus entornos la mordacidad. Ya despojada de sus matices, se usa cual arma arrojadiza lista para ofender a tal prisa que aturulla la capacidad de pararse a pensar. A cada uno de nosotros nos ha pasado en algún instante. El límite saludable está en cuando la ironía sirve para despertar conciencias, denunciar o retratar cómo somos y cuando es mera mofa fácil que estigmatiza a un vulnerable. 

Al final, la conclusión relevante y preocupante que deberíamos extraer viendo Cachitos de hierro y cromo, no es tanto el quejica "qué pena, ya no hay programas musicales". En realidad, la crisis que este programa evidencia es que la televisión ha perdido diversidad creativa y, como consecuencia, profundidad. Por eso mismo, las músicas mostradas en la tele de ahora se olvidan mucho antes. Son más efímeras. Recibimos tantos impactos audiovisuales al día en el móvil que todo es más volátil. Las actuaciones en los programas de tele también se filman con esa rapidez caníbal que consumimos y, a veces, arrasa con la posibilidad de la elaboración creativa y artística que transforma una canción en una historia audiovisual para revivir siempre.

Crear un show en cada propuesta musical es la premisa que ha mantenido vigente Eurovisión, es lo que pretende el Benidorm Fest y es lo que debería guiar el sentido de la música en la tele de siempre. El espectador no quiere un previsible playback, la audiencia se queda cuando se idea una experiencia musical. Como hacía Valerio Lazarov, como hacía Lolo Rico, como hacía Chicho Ibáñez Serrador, como hacía Paloma Chamorro. Todos lo hacían diferente, hay tantas maneras de ingenio audiovisual como autores: unos provocando, algunos imaginando, otros lanzándose al retrato de la música en directo puro y sin composturas. Pero todos han perdurado porque no se conformaban con grabar: querían transmitir.

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