Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Aquellas colosales Nocheviejas con Concha Velasco

Concha Velasco protagonizó las galas de Nochevieja más imprevisibles de TVE.
Concha Velasco en Viva el 85
Concha Velasco en Viva el 85
RTVE
Concha Velasco en Viva el 85

Concha Velasco es casi infinita en los archivos de la cultura española. Creció en tantos ámbitos escénicos que siempre se puede descubrir o redescubrir un nuevo papel de la artista que interpretó sin esnobismos. Porque ella nunca miró con desdén ninguna disciplina artística. Y, así, pudo ejercerlas todas gracias a su ambición todoterreno. Lo mismo se desarrolló en cine, teatro, series, programas semanales... que en galas de Nochevieja. Y qué galas de Nochevieja, en riguroso directo.

Porque Concha Velasco llegó a ser la maestra de ceremonias de los largos especiales de fin de año de la década de los ochenta en TVE. Dirigidos por Fernando Navarrete, el Estudio 1 de Prado del Rey se convertía en una sala de fiestas donde se organizaba un gran show que no se pregrababa en trocicos durante los meses previos. Todos los artistas estaban allí, in situ, para actuar en un cotillón con el superpoder del barullo de estar emitiéndose en tiempo real esa imprevisibilidad del "todo puede pasar".

Programas de más de cinco horas de duración en los que el espectador tenía la sensación de colarse en la Nochevieja de las celebreties del momento. Eran tiempos en los que los cantantes y cómicos debían ir a la tele, o no existían. La tele lo aprovechaba y se permitía reunir a lo más destacado del año en una fiesta con mucha luz, mucho color, mucho famoso y mucho destape de la resaca de la liberación tras la dictadura.

"El champán, en dosis comedidas, nos conviene a todos". Concha dejaba frases de diva entre presentación y presentación de un espectáculo en el que participaban de Miguel Bosé a Mari Carmen y sus muñecos, de Alaska y Dinarama a Los Morancos de Triana, de Los Chichos a Eugenio, de Juan Pardo a Tino Casal. De Martes y Trece a unos contorsionistas.

Al inicio del show, Concha pasaba lista como maestra de escuela e iban saliendo por las puertas del decorado, en fila, cada uno de los artistas. Todos se reunían en el centro del escenario del más mítico plató de TVE. "Este año nos irá mejor, con ilusión en tu corazón", cantaba y bailaba el ballet. También la propia Concha danzaba, claro. Incluso creaba canciones para la ocasión, enfilando la actualidad del país. Como 'Viva el IVA', con la que se daba la bienvenida al impuesto que aterrorizaba a una España entrando en el club de la Comunidad Económica Europea.

En 1987, Pilar Miró concluyó estos grandilocuentes especiales. En su lugar, puso a Carmen Maura y Arturo Fernández a parodiar el artificio de las horteras galas a lo Noche de FiestaLa tele se intentaba modernizar, riéndose de sí misma. Y de los machismos y tabúes con la desnudez, cuando se le escapó un pecho a Sabrina. Aquel programa convirtió la provocación de la "teta saliente" en un gag: puso el momento a cámara lenta, cual repetición de la jugada en una competición deportiva. 

Pero Concha Velasco siguió evolucionando y coqueteando con las nuevas formas de celebrar el fin de año: en galas, en la retransmisión de las Campanadas y hasta como concursante de una versión vip de El Gran Juego de la Oca con Emilio Aragón. Ahí, una vez más, pero esta ocasión vestida de chándal rojo, demostró su incesante arte delante de la cámara. Generosa hasta para dejar a una cabra chupar los dedos de su pies, una de las pruebas pringosas estrellas del concurso. Ya que había ido a jugar, pues jugaba. Tan fácil y tan difícil, a la vez.

Y cuando el show parecía haber acabado, en el colofón, en ese épico instante de terminar, ella no se olvidaba del espectador. Esperaba, atenta, a la última imagen para seguir brillando y continuar alimentando su vínculo de complicidad con la audiencia hasta el fundido a negro. O, en este caso, fundido a blanco. Ahí, enriqueció la narrativa de la apoteosis. Lo hizo abrazando a Emilio Aragón y, después, mandando un beso de diva a cámara, mirando a los ojos de su público. Era consciente de que estaba haciendo el chimpún, estaba cerrando la historia con la complicidad hecha emoción en primer plano. Era Concha Velasco, era una actriz protagonista, era una artista imparable, infinita, incluso en chándal rojo.

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