Iñaki Ortega Doctor en economía en la Universidad en internet UNIR y LLYC
OPINIÓN

No hay harina

No es un producto que usemos continuamente, por lo que es un alivio no estar comprándolo frecuentemente. Siempre que el envase se mantenga cerrado en un lugar seco tendremos harina por un tiempo ilimitado.
Harina.
Wikimedia Commons/Ranveig
No es un producto que usemos continuamente, por lo que es un alivio no estar comprándolo frecuentemente. Siempre que el envase se mantenga cerrado en un lugar seco tendremos harina por un tiempo ilimitado.

Moler el trigo hasta convertirlo en harina lleva haciéndose miles de años. Al principio con una piedra, luego con un molino de viento y ahora en impecables fábricas. El trigo es el cereal que domina los campos de esta parte del mundo, por eso se pierde en la historia el momento en el que sus semillas comenzaron a ser usadas en la alimentación. Pero fue cuando se trituró por primera vez y apareció una masa que se llamó harina –dicen que en Mesopotamia– cuando pasó a convertirse en un elemento esencial de nuestra dieta. El pan sin harina no puede hacerse, y el pan es ‘todo’, como dice su etimología griega. Pero ya no nos damos cuenta porque compramos el pan fresco, congelado o precocinado y además en cualquier sitio, hasta en las gasolineras. Lo adquirimos así, ya hecho; nadie ve cómo se mezclan sus ingredientes, se amasa y luego se mete en un horno, por eso el recuerdo del blanco elemento se ha ido borrando de nuestras cabezas.

"La harina nos ha sacado de la pantalla para arrimar el hombro por un objetivo tan vano como hacer ‘brownies'"

Ahora encerrados por el coronavirus, sin prisas y con todo el tiempo por delante, hemos redescubierto muchas cosas, y una de ellas es la harina. Tal es así que estos días en las estanterías de los supermercados las baldas donde solía colocarse están vacías. "No hay harina", se escucha comentar a los dependientes. Y esto ha sucedido en muchas tiendas de nuestro país, da igual en el norte que en el sur, en el Mediterráneo que en el Atlántico. Los encerrados nos hemos abastecido de ella compulsivamente. ¿Por qué oculta (y maravillosa) razón queremos aprovisionarnos de harina en un situación tan dramática? ¿Por qué se acaba la harina y no la carne o el pescado?

Con harina hacemos bizcochos, con harina se consigue esa receta que te han recomendado para hacer las mejores tartas, sin harina no puedo cocinar esos dulces que tanto gustan a los niños. Pero, sobre todo, porque sin harina no podríamos compartir con nuestros hijos o con nuestros seres más cercanos unas horas juntos en la cocina para conseguir el milagro de convertir unos ingredientes insulsos en un sabroso pastel.

La harina ha conseguido unir, por primera vez en mucho tiempo, a muchas familias unos minutos para hacer algo juntos. Nos ha sacado de la pantalla de nuestros móviles para arrimar el hombro aunque sea por un objetivo tan vano como hacer unos deliciosos brownies.

"Como dijo el papa Francisco, la vida no sirve si no se sirve"

La harina se agota y es una buena noticia, una de las mejores de estos días tan horribles que nunca olvidaremos. En medio de la tragedia, de cientos de muertos diarios, de amigos que han perdido a sus padres o de viudas que no pueden ser consoladas, el hecho de remangarte con tu hija o tu hermano y esparcir un poco de harina con unos huevos y algo de levadura, nos reconcilia con lo más importante, que, como este Domingo de Ramos recordó el papa Francisco, es que la vida no sirve si no se sirve.

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