El debate de los collares eléctricos para perros llega a la Comisión Europea: ¿qué dice la ciencia sobre ellos?

  • En España, su prohibición está incluida en el nuevo anteproyecto de ley aprobado en febrero.
Un perro paseando en un concurso canino.
Un perro paseando en un concurso canino.
EFE/Ernesto Matrascusa
Un perro paseando en un concurso canino.

La diputada del Parlamento Europeo Aurélia Beigneux, miembro de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria, ha enviado una pregunta escrita a la Comisión Europea interpelando sobre el permiso de la venta y uso de los collares eléctricos de adiestramiento canino.

Aduce que “permitir la venta de este tipo de collares parece ir en contra del artículo 7 del Convenio Europeo para la Protección de los Animales de Compañía, que prohíbe el uso de ayudas artificiales para el entrenamiento que causen sufrimiento físico y psicológico”.

Los collares eléctricos ya están prohibidos por varios países miembros de la Unión Europea, como Dinamarca, Alemania o Eslovenia, y en países no miembros del territorio como Noruega o Suiza. En Reino Unido es un debate que lleva abierto desde hace años, y Gales también tiene prohibido su comercio y uso desde el 2010 en virtud a su legislación sobre bienestar animal.

En España, con la aprobación del anteproyecto de Ley de Protección, Derechos y Bienestar de los Animales, incluido en el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, también nos sumaremos al conjunto de países que prohíben su uso, tal como recoge el borrador en el artículo 38:

“Se prohíbe el uso de cualquier herramienta de manejo que pueda causar lesiones al animal, en particular collares eléctricos, de impulsos, de castigo o de ahogo”

¿Cómo funcionan los collares eléctricos?

Estos collares contienen un dispositivo con dos diodos que envían una descarga eléctrica al cuello del perro, bien desde un control remoto o mediante un impulso automático si detecta vibración, como en el caso de un ladrido. Su función es la de ser una herramienta para corregir conductas indeseadas en el animal, como la ya mencionada de que ladren en exceso, que tiren de la correa, muestren agresividad o tengan el mal hábito de saltar sobre la gente para saludar. Por lo general, los collares disponibles en el mercado permiten ajustar la intensidad de las descargas, o bien prescindir de este uso y que en su lugar emita una vibración o un pitido desagradable para el fino sentido auditivo de los canes, y cuya finalidad en todas las opciones es la de detener de forma inmediata la actividad que está realizando el perro.

¿Qué dice la ciencia?

Las investigaciones sobre la utilidad de esta práctica no dejan lugar a dudas y confirman la tendencia general de educadores caninos, etólogos, veterinarios y asociaciones caninas internacionales como el Kennel Club sobre los inconvenientes que provoca tanto en la salud de los perros como en su funcionalidad directa.

En un estudio financiado por el gobierno del Reino Unido, de la Universidad de Lincoln, el resultado es que el uso de un collar eléctrico aumenta el estrés y la ansiedad en los perros, y genera un miedo y desconfianza permanente al animal que modifica su comportamiento general, reduciendo su interacción social tanto con otros perros como con las personas.

En otro estudio se evidenció que era más efectivo a medio y largo plazo corregir estas conductas indeseadas mediante refuerzo positivo que a través de un collar eléctrico, por lo que además de los riesgos físicos que suponen las descargas y sus efectos psicológicos negativos, su beneficio práctico no es tan destacable como cabría suponer.

Así pues, queda por saber qué responderá la Comisión Europea a la pregunta realizada por la eurodiputada y si, tal como les inquiere, incentivarán a los Estados miembros a cumplir con el artículo del Convenio Europeo o si, en caso de negarse, el Parlamento prohibirá la venta y el uso de estos dispositivos.

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