Las claves de Sánchez para remontar la legislatura: más PSOE, guante blanco con Podemos y más mujeres municipalistas

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.
EFE
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

Sábado, nueve y media de la mañana. Mientras España apura el café de la mañana y se despereza bajo la amenaza de una intensa ola de calor, salta la noticia: Sánchez renueva su Gobierno. Los rumores sobre la crisis del Ejecutivo llevan semanas rondando, pero el propio presidente los ha alejado 48 horas atrás al afirmar que hacer cambios entre sus ministros no era una prioridad. Sin embargo, superados los indultos, tras las últimas polémicas por el posible recorte a las pensiones y el consumo de carne, y a las puertas del verano, ha decidido no esperar más y apretar el botón rojo. El PSOE cancela a toda prisa un acto en el que iba a intervenir Ábalos y desde Moncloa comienza el goteo de nombres.

A medida que se filtran las novedades se constata que no es una crisis de Gobierno al uso. Sánchez no es convencional –como no lo fue su llegada a la Secretaría General del PSOE ni a la Moncloa, ni tampoco su coalición con Unidas Podemos– y a lo largo de los años ha demostrado que está dispuesto a arriesgar. La salida de Calvo, Ábalos e Iván Redondo es la prueba más evidente de que también ahora va en serio. Cuando termina la mañana, más que de renovación se puede hablar de un nuevo Gobierno. Según el presidente, es el Ejecutivo "de la recuperación". De la recuperación económica y social, pero también el de la recuperación en las encuestas, que pintan mal desde hace semanas: este es el equipo con el que quiere jugársela a doble o nada. Su gran apuesta para 2023.

Un intenso desgaste

El declive era notorio en los últimos tiempos: por la pandemia, por la situación económica, por errores de coordinación en el seno de la coalición y por episodios como la crisis diplomática con Marruecos. A ello se le suma el coste de los indultos, que dejan a Sánchez en manos de nacionalistas e independentistas, y la fallida moción en Murcia, que ahondó la crisis de Cs y desembocó en el batacazo socialista en Madrid. La victoria de Ayuso el 4M encendió las luces rojas en la Moncloa y hacía falta un revulsivo para apagarlas. La respuesta es un nuevo Gobierno: del primer equipo de Sánchez –nombrado hace solo tres años, menos de que lo que dura una legislatura normal, si es que eso aún existe– sólo quedan seis ministros: Calviño, Ribera, Marlaska, Robles, Planas y Maroto. Desde 2014, la política española no para de quemar etapas a un ritmo vertiginoso.

Adiós al núcleo duro

Así las cosas, Sánchez ha dado el paso y prescinde de tres figuras clave. La primera, Carmen Calvo. Vicepresidenta primera desde 2018, se va entre críticas a su labor de coordinación y derrotada por Irene Montero en la polémica por la ley trans. La segunda, José Luis Ábalos. Deja el Ministerio de Transportes sin pactar la regulación de los alquileres con UP y se apunta ya a su salida de la Secretaría de Organización del PSOE. Calvo y Ábalos –junto a otros, como Adriana Lastra, portavoz en el Congreso– fueron de los pocos que acompañaron a Sánchez en su travesía para recuperar la Secretaría General socialista. Ahora el presidente sigue sin ellos y sin Iván Redondo, su poderoso jefe de gabinete, que es reemplazado por un perfil de partido y con experiencia: Óscar López.

Más partido y más municipalismo: el rearme orgánico

López no es el único ejemplo que demuestra que Sánchez quiere dar más peso al PSOE. El presidente es consciente de la necesidad de activar a los socialistas de cara a las citas electorales de 2023, que previsiblemente comenzarán con las autonómicas y municipales, y ha decidido dar cabida en el Consejo de Ministros a tres alcaldesas con perfil ascendente: Diana Morant, alcaldesa de Gandía, es la nueva ministra de Ciencia; Raquel Sánchez, regidora de Gavá, es la titular de Transportes –y tendrá que decidir próximamente si acepta limitar por ley los alquileres, como reclama UP y como ella misma planteó hacer en su municipio–; e Isabel Rodríguez, edil de Puertollano, la portavoz del Gobierno y responsable de Política Territorial. La designación de Rodríguez, junto con la elección de Pilar Alegría para Educación, añade otro mensaje: Sánchez cierra las heridas orgánicas y promociona a dirigentes que en el pasado apoyaron a Eduardo Madina o Susana Díaz. El objetivo es un PSOE unido y rearmado.

Más mujeres y más jóvenes

Morant, Sánchez, Rodríguez, Alegría y Pilar Llop –nueva ministra de Justicia– son buenas representantes del otro rasgo distintivo del nuevo Gobierno: es sensiblemente más joven que el anterior y aumenta la presencia de mujeres. Con estos nuevos cinco rostros, la edad media baja de los 55 a los 50 años –Sánchez tiene 49, y las nuevas cinco ministras son más jóvenes que él– y el porcentaje de mujeres escala del 54% al 63%, lo que a juicio del presidente "convierte a nuestro país en un referente de la paridad de género". El propósito es que el nuevo gabinete sea más atractivo para el electorado joven, urbano y que se perciba más próximo a las preocupaciones ciudadanas. "Cercanía" o "compromiso social" son conceptos que Sánchez repitió este sábado al presentar a su nuevo equipo.

Tantas carteras como antes: muchas

Lo que no ha hecho Sánchez es reducir la estructura del Gobierno. Las vicepresidencias pasan de cuatro a tres, pero aún hay más de una veintena de carteras. Entre ellas, las ocupadas por Marlaska (Interior) y Maroto (Industria), que en algunas quinielas aparecían en la cuerda floja, pero que siguen. Frente a los 13 ministros de Rajoy o los 16 con los que inició su andadura Zapatero, el presidente sigue rodeado por 22 ministros. Tampoco se han reorganizado competencias, más allá de trasladar las de Función Pública de Política Territorial a Hacienda, donde continúa María Jesús Montero.

El respeto a UP y el lento ascenso de Díaz

La explicación de ese fenómeno se debe, al menos en parte, a que Sánchez no ha tocado el reparto de carteras y funciones entre PSOE y Unidas Podemos, su socio de coalición y el apoyo indispensable para que continúe la legislatura. Yolanda Díaz y el presidente mantuvieron conversaciones en las acordaron no alterar ese equilibrio, y éste ha respetado el pacto. Díaz, que en dos meses ha pasado de ministra de vicepresidenta segunda y se ha ganado la confianza de Sánchez, ha optado por no tocar a ningún cargo morado, pese a que varios de ellos figuran entre los peor valorados en las encuestas. Pero el equilibrio en UP es también delicado –Belarra es la líder de Podemos y acaba de acceder al Consejo de Ministros; Garzón lidera IU; Castells cubre la 'cuota' de los comunes, y Montero es una dirigente clave– y el banquillo, corto, de modo que frente a los siete nuevos ministros socialistas, UP mantiene los mismos cinco rostros.

Sánchez, presumible árbitro de la coalición

El pacto de no agresión en la composición del Gobierno, sin embargo, no significa que Unidas Podemos vaya a tenerlo más fácil para sacar adelante su programa. La ley de vivienda, la derogación de la reforma laboral o la subida del salario mínimo, entre otros asuntos, siguen pendientes en el seno de la coalición, y los morados se encontrarán con los mismos obstáculos: Escrivá y, sobre todo, Calviño, que también asciende a la Vicepresidencia primera. Aunque Díaz no es partidaria de airear los conflictos en público, en las últimas semanas ha elevado el tono en relación con el SMI y ha jugado la carta de la negociación directa con Sánchez en este asunto, que es su competencia. A medio plazo es probable que se produzcan más disputas entre el ala ortodoxa de Calviño y la más social, de Díaz, y que el presidente tenga que ejercer de árbitro de la coalición.

El debate territorial, en manos de una castellanomanchega

Precisamente a la agenda social hizo referencia Sánchez este sábado entre las prioridades de su Gobierno. La recuperación, dijo, tiene que ser social, verde, digital y feminista. En su intervención, en cambio, no hubo ni una sola mención a la cuestión territorial, un asunto en el que los socialistas se mueven con mayor incomodidad. Y es que, tras la concesión de los indultos, el presidente ha ralentizado la agenda catalana, postergando al otoño la mesa de negociación con la Generalitat. Otro síntoma de que no quiere que este asunto cope titulares a diario es la elección de Isabel Rodríguez para el Ministerio de Política Territorial y la portavocía. Frente a algunas apuestas que situaban en el cargo a Iceta –y aunque el PSC gana presencia en esta crisis de Gobierno–, Sánchez ha dejado el debate territorial en manos de una castellanomanchega, más sobria en sus declaraciones y a la que la oposición tendrá más complicado acusar de confraternizar con los independentistas.

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