La fe como cobijo: el sentimiento religioso crece en el mundo y lo arropa ante la "incertidumbre" de la pandemia

Una mujer reza durante una celebración en una parroquia.
Una mujer reza durante una celebración en una parroquia.
Eduardo Parra/Europa Press
Una mujer reza durante una celebración en una parroquia.

"La pandemia del coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia", declaraba el papa Francisco el pasado 10 de enero durante una conmemoración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

La incertidumbre, el dolor, el miedo y el hartazgo son algunos de los sentimientos que afloraron en la sociedad con la llegada del virus. Sensaciones que cada uno ha ido afrontando a su manera, pero que varios han decidido hacerlo arropándose en el sentimiento religioso y en la fe por algo que les aporta certeza; ese bien tan escaso hoy en día.

Lo que hasta hace poco más de un año era seguro, hoy se ha volatilizado. Lo que hasta hace unos meses se daba por hecho, hoy ha sido sustituido por nuevas normas, nuevas formas de interactuar y, en definitiva, de vivir. Ese cambio, unido a la alta percepción de riesgo y al sufrimiento que han tenido que experimentar miles de personas en todo el mundo, se ha traducido en un crecimiento de la religiosidad, sobre todo en los meses más duros de la pandemia en los que la mayoría de la población mundial permanecía confinada en sus casas.

Según un estudio llevado a cabo por 'Pew Research' este verano, Estados Unidos y España son los países -de los 14 económicamente desarrollados investigados con más de 14.000 personas- donde el coronavirus ha reavivado la fe de forma general. En concreto, un 16% (1 de cada 6) de los encuestados españoles aseguraron que su fe se ha fortalecido durante la pandemia; porcentaje que asciende al 28% en el caso de los estadounidenses.

Majorities say coronavirus has not changed their religious faith much

Hay que tener en cuenta que España, junto a Italia, es uno de los países más religiosos de Europa Occidental. Según el barómetro de febrero del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), casi un 60% de los encuestados se definen como católicos (19,9% practicantes y 39,9% no practicantes); mientras que los agnósticos, no creyentes y ateos suman un 35,7%. Estas cifras, además, varían en función de la edad. La mayoría de practicantes y no practicantes tiene 45 o más años. Por otro lado, el 29% de los que se definen como ateos, tiene entre 25 y 34 años (23% entre 18 y 24 años).

Y es que los adultos jóvenes, aparte de que se han criado con una cultura mucho más secularizada que la de generaciones anteriores, se han apoyado más en sus familiares durante la pandemia. Los datos del centro de investigaciones estadounidense revelan que el 54% de los jóvenes españoles fortalecieron sus relaciones con familiares cercanos desde el inicio de la crisis.

In some countries, younger people are more likely than older ones to say family relationships tightened due to COVID-19

Esto, según el profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Miquel Seguró, podría ser multifactorial. Es decir, que más allá de un factor meramente cultural, hay que tener en cuenta también la percepción de la vida y de la realidad que tienen los jóvenes. "Quizás, cuando uno es joven siente que puede con todo, que a él no le pasarán las cosas malas. Y cuando vas avanzando en edad te vas dando cuenta de esa vulnerabilidad que albergas. Hay una mayor percepción de la enfermedad y del riesgo", explica. 

También hay un factor educacional, según indica. Y es que Seguró considera que "la sociedad y la cultura te dicen que la juventud es el mejor momento de tu vida, que eres fuerte, que puedes con todo", lo que propicia una visión "parcial" de la realidad y oculta una parte "igualmente importante" que sale a la luz en momentos de dificultad, como es el caso de la crisis del coronavirus.  

Un grupo de expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ya reflexionó en abril sobre el tema. Según destacaron, más de un millón de fieles en España vieron desde su televisión cómo el papa se mostraba ante la gran plaza de San Pedro, totalmente vacía, para bendecir al mundo ante el sufrimiento por la expansión del coronavirus. "También se hace visible en las imágenes religiosas que pasan de balcón a balcón o en las saetas que se cantan desde las ventanas en Sevilla, donde el pasado 14 de marzo se canceló la Semana Santa",

Buscar sentido entre la incertidumbre

Preguntado al respecto, el profesor colaborador de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC Miquel Seguró afirma que esa tendencia se ha dado como consecuencia del 'jarro de agua fría' que ha supuesto la pandemia. Según considera, "vivimos en una sociedad en la que solamente prevalece la cara bonita de la realidad". Por tanto, la llegada de un virus, de una crisis provocada por algo biológico y no por el ser humano, ha puesto de manifiesto la cruda realidad que "también existe, por mucho que no lo queramos ver". 

Seguró señala que "en un momento de pandemia, lo que se pone sobre la mesa ya no son solamente los sentimientos de dolor, de pérdida o de enfermedad; sino que además es una incertidumbre casi existencial, porque no tiene que ver con una crisis económica o política, tiene que ver con una situación que pone al humano en una posición mucho más vulnerable".

"Es cuando uno es más consciente de que el ser humano tiene límites, y de que los misterios más profundos de la vida (la muerte o el tiempo), nos dominan"

De alguna forma -señala el autor de 'La vida también se piensa'- en los momentos de catástrofe o de improviso "es cuando más nos damos cuenta de que no controlamos todo, de que pasan cosas que no sabíamos que podían suceder. Y es ahí donde somos conscientes de que el ser humano forma parte de un engranaje muy amplio; de una realidad que, muchas veces, le supera". 

Es entonces cuando muchas personas recurren a una religión, a una fe, de la que quizás se habían distanciado, como punto de apoyo y posible explicación a una situación incomprensible. Ya lo dijo el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, en una entrevista para Europa Press el pasado septiembre, cuando apostilló que la situación puede que haya hecho reflexionar sobre "esa autosuficiencia del hombre al pensar que podía con todo por sí mismo", y que lo ocurrido "nos hace ver que somos vulnerables".

Etimológicamente, la palabra 'religión' proviene del latín, del verbo 'religare', que significa ligar o amarrar; es decir, depender o estar atado a algo. En situaciones más complicadas, por tanto, "es cuando uno es más consciente de que el ser humano tiene unos límites, y de que por mucho que podamos hacer infinidad de cosas, las que tengan que ver con los misterios más profundos de la vida (la enfermedad, la muerte, el tiempo), nos dominan", explica Seguró, también doctor en Filosofía por la Universidad Ramon Llull. Por tanto, cuando se dan ese tipo de circunstancias, puede ser que un individuo opte por 'depender' o 'atarse' a una idea que le transmita cierta tranquilidad. 

"Proyectar esta especie de ayuda o de apoyo a nivel cosmológico o metafísico, no solamente contribuye a la salud mental, sino que ayuda incluso a la física en cierta parte, porque te permite estar más tranquilo, rebajar tus constantes vitales, no sentir tanto estrés o tanta angustia, etc.", señala el experto. 

El rito de rezar: una "necesidad antropológica"

Según explica Elisenda Ardèvol, miembro del grupo de investigación Mediaccions de la UOC, "en un momento de crisis, podemos recurrir a prácticas religiosas casi olvidadas, como el hecho de rezar, como un acto de recuperar la confianza en la adversidad, por ejemplo".

"Es una práctica, algo físico que además si haces en voz alta parece tener aún más poder, al igual que los mantras, y te predispone tanto mental como físicamente hacia una buena actitud. El valor del rezo es que tienes una cosa efectiva que hacer. Es hacer algo por los que están sufriendo, por tus familiares y por las personas a quien quieres en general. Como mínimo en lo personal tiene poder", coincide el sociólogo Francesc Núñez. 

Por su parte, Miquel Seguró asegura que "el rito, en general, tiene que ver con una necesidad antropológica". Hay ritos laicos, deportivos, personales... que tienen que ver "con una especie de ordenamiento existencial del tiempo vital". Es decir que, según el experto, rezar es solo un rito más que, al fin y al cabo, todos realizan a su manera. "Todo el mundo tiene ritos", asevera. "El hecho de salir a aplaudir a las ocho como hacíamos al principio, aparte de un merecido reconocimiento, también podría leerse como una especie de ritualismo; de comunión social, de entrar en un espacio común", concluye. 

El libro de Job o cómo una catástrofe puede producir el efecto contrario

No obstante, esta tendencia puede ir en el sentido contrario. También puede darse el caso de que una persona religiosa pierda la fe tras un suceso traumático o doloroso. "Como el famoso libro de Job, del Antiguo Testamento, donde la experiencia del mal y de la catástrofe lo que hace es precisamente todo lo contrario: poner en duda una especie de experiencia o de imagen de lo divino", destaca Seguró.

De todas formas, este es un asunto tan complejo como difícil de generalizar. Tal y como asegura el colaborador de la UOC, "no se puede saber si todo es blanco o todo es negro. Como todo en la vida, nos movemos en los grises y el matiz; en la historia biográfica y en cada caso". 

En definitiva, el tiempo dirá si ese fortalecimiento del sentimiento religioso se consolida o si, por lo contrario, tan solo es una tendencia fruto de la situación actual. 

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