Podemos: de asaltar los cielos al desplome en las urnas

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, al inicio del pleno del Congreso.
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, al inicio del pleno del Congreso.
J.J. Guillén / EFE
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, al inicio del pleno del Congreso.

Cuando Podemos accedió por primera vez al Congreso en diciembre de 2015 lo hizo por todo lo alto: 69 diputados y más del 20% de los votos para un partido que centró su campaña en el mantra de la "remontada" y que aspiraba a los objetivos más altos: ganar las elecciones y presidir España. Hoy por hoy, pese a que la retórica de sus líderes sigue apelando a la victoria, los resultados electorales están muy lejos de ella, y el desplome del domingo en Galicia y Euskadi solo es el último hito de una senda descendente que comenzó en 2016, cuando no se consiguió el ansiado sorpasso al PSOE.

En esas elecciones la recién estrenada coalición con IU no cumplió las expectativas, aunque mantuvo los 71 diputados que tenían ambas fuerzas por separado y sumó el 21,1% de los votos. Son 29 escaños y casi siete puntos más que los que consiguió Unidas Podemos en abril del año pasado, y esa marca volvió a superarse a la baja en noviembre, cuando la coalición se quedó con 35 actas (menos de la mitad que cuatro años atrás) y apenas el 12,8% de los votos.

Pero entre esos comicios ha habido muchos otros de carácter autonómico y local, y la tendencia ha sido siempre descendente. En las elecciones catalanas de 2017, Catalunya En Comú Podem empeoró punto y medio el ya muy discreto 8,9% de Catalunya Sí Que Es Pot en 2015. En las andaluzas de 2018, Adelante Andalucía tuvo un 16,2% frente al 21,7% que tuvieron Podemos e IU por separado tres años antes. 

Al año siguiente, en la Comunitat Valenciana, el 8% conseguido por Unidas Podemos quedó muy lejos del 15,9% que sumaron Podemos e IU en 2015. Y en las autonómicas y municipales del año pasado, las candidaturas moradas se desplomaron, quedaron fuera de varios parlamentos autonómicos y perdieron la mayoría de las alcaldías en las grandes ciudades.

La "autocrítica" y las fricciones internas

Obviamente, los diferentes tipos de comicios no son comparables entre sí, pero lo cierto es que la tendencia descendente es clara desde hace años. Y, por ahora, Podemos no ha ofrecido una explicación pública para el nuevo batacazo, más allá de un tuit de Pablo Iglesias apelando a la "autocrítica".

Fuentes de Unidas Podemos achacan el desplome del domingo a los problemas internos, que en Euskadi han supuesto cambios de candidatos y la dimisión de la dirección autonómica de Podemos y que en Galicia se han traducido en la absoluta "destrucción" del espacio de En Marea, desangrado por luchas internas, y de la ilusión que generó.

También el momento dulce del BNG ha contribuido a la debacle, sostienen estas fuentes. Y, según señalan, hay causas de fondo que explican la tendencia a la baja de los últimos años, que tienen que ver con que el momento en el que surgió Podemos estaba marcado por un cuestionamiento del sistema, un hartazgo con las élites y una movilización social que hoy por hoy no están presentes.

Una estrategia diferente desde 2017

El politólogo Pablo Simón también señala a las constantes gestoras impuestas en las direcciones autonómicas, a las escisiones o a la falta de implantación territorial –"Podemos ahora mismo es poco más que un grupo parlamentario en el Congreso", llega a señalar– como motivos de la tendencia descendente. Pero señala otro motivo: el cambio de estrategia decidido desde el congreso de Vistalegre II, en 2017.

"Entonces se optó por una estrategia y una retórica claramente ancladas en la izquierda" abandonando la transversalidad de los inicios, y eso ha llevado a Podemos a tener una "oferta" similar a la de IU: la que solo promete "empujar" al PSOE hacia la izquierda, lo que condiciona la posición morada a los socialistas.

Eso se une, según Simón, a la dificultad de fidelizar el voto (algo natural en un partido nuevo que "solo se soluciona con el tiempo") y a la "falta de reglas claras y contrapoderes" internos. "Iglesias es el factótum del partido, pero también es su principal lastre", porque ha concentrado un poder interno muy centralizado, considera el politólogo.

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