El 2023 de la izquierda alternativa: del pacto 'in extremis' para salvar los muebles el 23-J a la ruptura entre Sumar y Podemos

La líder de Sumar, Yolanda Díaz, junto a la número 2 de Podemos, Irene Montero.
La líder de Sumar, Yolanda Díaz, junto a la número 2 de Podemos, Irene Montero.
Henar de Pedro
La líder de Sumar, Yolanda Díaz, junto a la número 2 de Podemos, Irene Montero.

Si 2023 ha sido un año —uno más— revuelto en todo el espectro político, la izquierda a la izquierda en el PSOE se ha llevado la palma. La reconfiguración del espacio que comenzó prácticamente en el momento en el que Yolanda Díaz tomó el timón del mismo ha alcanzado en los últimos 12 meses su punto culminante, y ha acabado con la suma en una misma alianza de casi todas las partes que una vez fueron parte de Unidas Podemos... a excepción del propio Podemos, que tras más de dos años de constantes desencuentros con Díaz ha roto con Sumar y ha emprendido un incierto camino en solitario. Ahora la batalla se ha trasladado a Galicia: las bases del partido morado ha decidido no acudir con Sumar en los comicios del próximo mes de febrero tras el anuncio de Díaz de un preacuerdo para ir juntos y la posterior llamada del exlíder morado Pablo Iglesias a boicotearlo e incluso llegar a pedir el voto allí para el BNG.

La fractura ha sido el capítulo final del conflicto entre la vicepresidenta y los morados, pero ha venido precedida de un año de intensos movimientos en el seno de la izquierda. El primer hito se produjo en las elecciones autonómicas y municipales que se celebraron en mayo, a las que Díaz rechazó concurrir y todos sus aliados, por ende, se presentaron en solitario, a excepción de Podemos e IU, que mantuvieron en la inmensa mayoría de los territorios la coalición Unidas Podemos. 

El choque entre la vicepresidenta y los morados ya era patente entonces, y el ambiente enrarecido no ayudó durante los meses previos a los comicios a construir las candidaturas. Más Madrid y Compromís, además, rechazaron listas de unidad con Podemos e IU en sus territorios. Y el conflicto quedó retratado en toda su crudeza el 2 de abril, cuando Díaz —en plena precampaña para las autonómicas y municipales— confirmó oficialmente que se presentaría con Sumar a las elecciones generales, que aún no tenían fecha, y estuvo arropada por todas las formaciones a la izquierda del PSOE a excepción de Podemos, que se negó a acudir al acto denunciando que Díaz no se quería celebrar primarias para elegir las listas que presentaría a los comicios.

Ese punto de inflexión marcó el desarrollo de los meses posteriores, aunque Sumar y Podemos firmaron una pequeña tregua en la precampaña y la campaña de las elecciones autonómicas y municipales de mayo que no sirvió de mucho. Salvo en algunos lugares muy excepcionales, el resultado morado fue desastroso, y las principales apuestas de Yolanda Díaz, Ada Colau (comuns) y Joan Ribó (Compromís), no consiguieron revalidar las alcaldías de Barcelona y València, aunque por un margen muy estrecho y con un resultado mucho mejor que el de las candidaturas de Unidas Podemos.

Esa campaña electoral fue un gran retrato del precario equilibrio en el que se sostiene la izquierda a la izquierda del PSOE. Pese a que Díaz se implicó en la campaña, tuvo que dividir sus apoyos entre varias formaciones en muchos de los lugares clave para su espacio. En Madrid, por ejemplo, la vicepresidenta mostró claramente sus simpatías por Más Madrid, pero a la vez se dejó fotografiar con los candidatos de Unidas Podemos, competencia de los primeros. Y en la Comunitat Valenciana, Díaz apoyó a Unidas Podemos a nivel autonómico y a Compromís para revalidar la alcaldía de la ciudad.

El veto a Montero dinamitó todos los puentes

Las tensiones, no obstante, alcanzaron un nuevo nivel inmediatamente después de las elecciones autonómicas. El presidente Pedro Sánchez, tras el batacazo de la izquierda, adelantó los comicios generales para el 23 de julio. Y eso obligó a Sumar a zanjar en unos días lo que llevaba meses posponiendo: la configuración de una alianza que incluyera a todos los partidos a la izquierda del PSOE. Díaz aprovechó la premura para evitar pasar por un proceso de primarias para diseñar las listas, algo que Podemos aceptó a regañadientes. Y el último clavo en el ataúd de la relación entre ambos fue el veto impuesto por la líder de Sumar a la número dos morada, Irene Montero, para que no estuviera en las listas.

Durante la campaña electoral se impuso una nueva tregua entre Podemos y Sumar, y Díaz incluso compartió escenario con la líder morada, Ione Belarra, en el acto de cierre celebrado en Madrid. Pero, pese al sorprendente resultado que permitía a la izquierda, contra todo pronóstico, mantener opciones de gobernar, las hostilidades no tardaron ni 24 horas en desatarse: Belarra aseguró que el resultado de Sumar había sido malo por culpa de "renunciar al feminismo e invisibilizar a Podemos", mientras Díaz defendió sus 31 escaños afirmando que, en los comicios autonómicos y municipales de mayo, "Unidas Podemos solo sacó un millón de votos".

La relación entre ambas organizaciones ya estaba completamente podrida, y tras la vuelta del verano la sensación era de que el matrimonio de conveniencia que habían firmado Podemos y Sumar para las elecciones generales iba a romperse antes o después. Desde el primer momento del nuevo curso político, los morados afirmaron públicamente que iban a mantener su "autonomía", o lo que es lo mismo, que iban a reservarse el derecho a romper la disciplina de voto que impusiera Díaz cuando lo considerasen. La vicepresidenta, por su parte, no hizo ningún gesto de acercamiento a Podemos: les dejó —como a IU y Más Madrid— sin capacidad de presentar iniciativas en el Congreso por su cuenta y diseñó un reglamento interno para imponerles sanciones si se saltaban la disciplina de voto.

La guinda al proceso de ruptura entre Sumar y Podemos fue la exclusión de Ione Belarra e Irene Montero de la cuota de Díaz en el Gobierno, que tampoco estuvo exenta de polémica. A última hora, la vicepresidenta hizo pública una oferta al secretario de Economía morado, Nacho Álvarez, para que se convirtiera en ministro y defendió que, así, Podemos tendría hueco en el gabinete, pero los morados rechazaron esa posibilidad argumentando que su única alternativa era que Montero siguiera en el Ministerio de Igualdad. Al final, Álvarez dimitió de todos sus puestos en Podemos y no aceptó la cartera, y los morados se quedaron sin ministerio.

Esa fue la primera baja de un goteo que se ha producido en las últimas semanas, aunque no con la intensidad que esperaba Sumar. A la dimisión de Álvarez se han unido las salidas del exlíder de Podemos en Madrid, Jesús Santos, y del excandidato al ayuntamiento en la capital, Roberto Sotomayor, así como de la exparlamentaria autonómica Carolina Alonso. Aunque el último capítulo de la ruptura tuvo lugar en el Congreso hace un par de semanas, cuando Podemos anunció por sorpresa su salida del grupo parlamentario de Sumar y su entrada en el grupo mixto.

Con esa salida se consumó un divorcio que ya se venía meses barruntando. Y, en 2024, la izquierda a la izquierda del PSOE se enfrenta a un nuevo periodo de recomposición que determinará cuál de las dos propuestas, la de Díaz o la de Podemos, tiene más apoyos. La vicepresidenta celebrará a principios de año el congreso fundacional de su partido, que quiere que sea la organización principal de una alianza estable de todas las fuerzas a la izquierda del PSOE, mientras los morados presentarán a Montero como su candidata a unas elecciones europeas en las que quieren demostrar que no están muertos. Si el año que ahora acaba ha sido intenso en el espacio, los próximos 12 meses se presentan claves.

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