El salto de fe de Sánchez: sus socios prometen por escrito darle estabilidad pese a que afrontan un 2024 de competición electoral

Uno tras otro han ido rubricando negro sobre blanco su compromiso con la estabilidad de la legislatura, aunque con un manifiesto de negociar "de buena fe". Es un salto de fe del todavía presidente del Gobierno en funciones con las elecciones vascas, gallegas y catalanas en el horizonte próximo.
Uno tras otro han ido rubricando negro sobre blanco su compromiso con la estabilidad de la legislatura, aunque con un manifiesto de negociar "de buena fe". Es un salto de fe del todavía presidente del Gobierno en funciones con las elecciones vascas, gallegas y catalanas en el horizonte próximo.
Uno tras otro han ido rubricando negro sobre blanco su compromiso con la estabilidad de la legislatura, aunque con un manifiesto de negociar "de buena fe". Es un salto de fe del todavía presidente del Gobierno en funciones con las elecciones vascas, gallegas y catalanas en el horizonte próximo.
El presidente del Gobierno en funciones y candidato a la reelección, Pedro Sánchez (i), y el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar (d), firman un acuerdo para la investidura.
EP - ATLAS

"Estamos dialogando no solo para un acuerdo de investidura, sino de legislatura". Estas palabras las pronunció Patxi López, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, el pasado 5 de octubre. Habían pasado solo dos días desde que el rey Felipe VI nominara candidato a la investidura a Pedro Sánchez y parecía una quimera por las reticencias iniciales de todos los -antes potenciales, ahora confirmados- socios del presidente del Gobierno en funciones. Sin embargo, uno tras otro han ido rubricando negro sobre blanco su compromiso con la estabilidad de la legislatura, aunque con un manifiesto de negociar "de buena fe". Es un salto de fe del todavía presidente del Gobierno en funciones con las elecciones vascas, gallegas y catalanas en el horizonte próximo. 

Esta investidura no es la primera a la que se enfrenta Sánchez. Es la tercera, después de la moción de censura de 2018 y las elecciones de 2019. Sin embargo, en aquellas dos ocasiones el PSOE no negoció la estabilidad de dichas legislaturas. En la primera, la rapidez con la que Ana Pastor (PP), entonces presidenta del Congreso de los Diputados, convocó el debate de investidura apenas dio tiempo a negociar y el Gobierno de Sánchez duró unos meses, cuando ERC dijo 'no' al proyecto de Presupuestos. En la segunda, se centraron en lograr que Sánchez continuase siendo presidente. Lo fue gracias a la abstención, que no el voto a favor, de ERC y EH Bildu.

En esta ocasión ha sido diferente. Por varios motivos. El primero, porque los socialistas han hecho grandes cesiones para asegurarse un mandato que, si todo sale como está previsto, comenzará esta semana que empieza. Las fechas que se manejan para la investidura y que se prevé que se anuncien hoy son los días 15 y 16 de noviembre, miércoles y jueves. El PSOE no puede permitirse un Gobierno corto e ir a unas elecciones pronto, toda vez que en esta ocasión los "cambios de opinión" del presidente han sido significados. Mención especial a la amnistía. Era "inconstitucional" antes de las elecciones del pasado 23 de julio. Ahora ya no parece que lo sea -en todo caso, como ha recordado Sánchez en alguna ocasión es algo sobre lo que deberá pronunciarse el Tribunal Constitucional, ahora de mayoría progresista-. Además, las cesiones a los catalanes podrían tener un efecto electoral demoledor que los socialistas confían en diluir con el tiempo.

Además, la nueva mayoría de la investidura es la más difícil de los últimos años. Los socialistas deben poner de acuerdo a siete partidos para sacar adelante sus proyectos. Desde Sumar (31 diputados) hasta el BNG (1), pasando por ERC (7), Junts (7), EH Bildu (6), PNV (5) o Coalición Canaria (1). Los gallegos y los canarios no son estrictamente necesarios, pero Moncloa ha logrado su apoyo. Así, la mitad de estas formaciones competirán entre sí el año que viene o el siguiente. El calendario marca para 2024 las elecciones en el País Vasco, en el que los 'jeltzales' se juegan su hegemonía frente a los 'abertzales', a los que algunas encuestas empiezan a darles posibilidades de ser los más votados.

Si Pere Aragonès, president de la Generalitat, no pulsa el botón del adelanto electoral, a principios de 2025 se celebrarán las elecciones catalanas. Serán las primeras que se celebren con Junts habiendo ya pactado con el PSOE, algo que para los republicanos es más habitual tras hacerlo durante los últimos cuatro años. Ambos se juegan el liderazgo del espacio independentista frente a un rival nada desdeñable: el PSC de Salvador Illa, que ya fue el más votado en los últimos comicios autonómicos, pero no pudo gobernar al no dar la suma con el resto de partidos constitucionalistas.

Por todo ello, el PSOE presionó a sus socios para incluir en los pactos la estabilidad de la legislatura. Y aceptaron, pese a sus reticencias. Fue el caso de ERC. Su portavoz parlamentario, Gabriel Rufián, dijo en el Congreso que los votos de ERC "se sudan" y que quien pensara que iban a asegurar la gobernabilidad es que "no conocía a ERC". "Las diputadas y diputados de ERC apoyarán la investidura de Pedro Sánchez y darán estabilidad a la legislatura a través de una negociación de buena fe", reza el pacto que sellaron Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, y Oriol Junqueras, líder de ERC, la semana pasada. 

Más de lo mismo con Junts o el PNV, en cuyos acuerdos también se habla de la "estabilidad de la legislatura". Eso sí, lo único que puede asegurar que ese punto llegue a buen puerto es, según los partidos firmantes, que se cumplan los compromisos adquiridos por el PSOE. Todo queda, pues, en manos de Sánchez.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento