Sánchez asume que la Moncloa pasa por ERC, Bildu y Junts y lo escenificará en las negociaciones para la investidura

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ofrece una rueda de prensa tras reunirse con el Rey Felipe VI, en el Complejo de la Moncloa, a 3 de octubre de 2023, en Madrid (España).
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ofrece una rueda de prensa tras reunirse con el Rey Felipe VI, en el Complejo de la Moncloa, a 3 de octubre de 2023, en Madrid (España).
Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ofrece una rueda de prensa tras reunirse con el Rey Felipe VI, en el Complejo de la Moncloa, a 3 de octubre de 2023, en Madrid (España).

España abandonó hace casi una década el bipartidismo, pero ahora parece haberse abonado al bibloquismo. Las elecciones generales del pasado 23 de julio dejaron a Pedro Sánchez sin margen para jugar a lo que sus colaboradores más cercanos habían definido como la "geometría variable". La desaparición de Ciudadanos o el PdCAT ha provocado que el nuevo Gobierno, en el caso de que el presidente en funciones logre ser investido por tercera vez en su carrera política, vaya a tener muchas menos opciones para buscar apoyos a la hora de aprobar leyes. Y el presidente ha parecido entender -y abrazar finalmente- que su estancia en la Moncloa pasa ya, únicamente, por el bloque progresista y nacionalista. Es decir, por la izquierda de Sumar y el independentismo de ERC, Junts, EH Bildu o PNV. Con el PP ni se lo plantea.

Sánchez compareció ayer en el Palacio de la Moncloa tras confirmar el rey Felipe VI que era él el elegido para intentar formar gobierno, después de que la investidura de Alberto Núñez Feijóo (PP), el más votado en los últimos comicios, fracasara la pasada semana y se quedara a cuatro votos de lograr la mayoría suficiente. Desde la sala de prensa, el presidente hizo una férrea defensa de sus posibilidades y, también, de los que pretende que sean sus compañeros de viaje. Lo hizo con una vehemencia que no se le recuerda con anterioridad y con un mensaje claro a su principal contrincante: "No se puede aspirar a gobernar España sin reconocer la diversidad territorial ni la pluralidad política". 

Cierto es que formaciones como ERC o EH Bildu llevan años siendo sostén del Gobierno de coalición. Apoyaron, sin ir más lejos, algunos de los decretos que buscaban paliar las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania o los Presupuestos, que son la ley que permite al Ejecutivo llevar adelante sus políticas. Sin embargo, en la legislatura pasada Sánchez se apoyó en otras formaciones para sacar adelante reformas de gran calado. Es el caso de la laboral, que salió con el apoyo de Ciudadanos y con la firma de UPN, pese a que terminase siendo salvada por la equivocación de un diputado del PP después de que los dos diputados navarros -ahora en el Grupo Parlamentario Popular- se saltaran la disciplina de voto marcada por su partido. 

En el nuevo Congreso esa vía ha desaparecido. Ciudadanos es extraparlamentario, UPN se ha alineado totalmente con Feijóo y otros como el Partido Regionalista Cántabro o el PdCAT decidieron no presentarse a las elecciones. Y Sánchez lo asume, además, con diferencias respecto a 2019. Entonces fue Adriana Lastra, otrora portavoz y hoy diputada rasa, quien se hizo las fotos correspondientes con los republicanos y los 'abertzales'. Esta vez será diferente y será el propio secretario general de los socialistas quien se reúna públicamente con ERC, EH Bildu... y Junts, aunque no con Carles Puigdemont, expresident de la Generalitat ahora fugado de la Justicia en Bélgica. Esto último sí lo hizo Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y líder de Sumar.

El presidente y su equipo creen que sus pactos con estas formaciones -con quien solo el intento de hablar le costó el puesto hace siete años- ya no le penalizan. De hecho, Sánchez dejó entrever en su mensaje que las urnas le legitimaron para alcanzarlos, viendo además que la estrategia seguida en campaña -sentándose en platós y repitiendo en mítines que había "buscado votos debajo de las piedras"- funcionó. "Había dos opciones para la gobernabilidad del país: o un gobierno de PP y Vox o uno de PSOE con Sumar. Las elecciones hicieron inviable la primera opción. Me dispongo a formar un gobierno de coalición progresista con los suficientes apoyos parlamentarios para garantizar la estabilidad del país y continuar avanzando en políticas progresistas", apuntó.

Eso sí, más allá de las palabras ahora el presidente tendrá que demostrar que puede hacer que funcione esa unión. Y en ese escenario es en el que aparece la amnistía, palabra prohibida en Moncloa. Desde la campaña electoral no se le ha escuchado a Sánchez pronunciarla, pero sí se refieren a ella con eufemismos. Ayer no fue una excepción y acercó más ese escenario, sin entrar en detalles. Dijo que cuando aprobó los indultos tenía la "esperanza" de que funcionaran y ahora tiene la "certeza". Y avisó: "Es la hora de la política, de compromisos con el país, de generosidad". En este sentido, en Moncloa y en Ferraz parecen ser conscientes de que puede tener un alto desgaste político. De ahí la búsqueda de no llegar con la nueva mayoría parlamentaria a un simple acuerdo de investidura, sino a un pacto que suponga la aprobación de unos nuevos Presupuestos y, por lo tanto, asegure la vida de la coalición al menos dos años más.

La decisión de Sánchez de unir a su bloque tiene otra consecuencia inmediata, pues el presidente relega directamente y sin ambages el papel del PP de Feijóo. Lejos quedaron los brindis al aire que eran las ofertas de pactos. Lo único que parece pedir a los 'populares' ya es que no le insulten o difamen. Pedir el apoyo al PP -como han dejado caer algunas personalidades de los 'populares' como Esperanza Aguirre al pedir la abstención para evitar el pacto con Junts- estaría para el presidente "fuera de lugar". Los pactos con Vox en diferentes autonomías y ayuntamientos son una línea roja para los socialistas, que piden "discrepar pero sin deslegitimar al oponente".

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