¿Cómo afectan a los niños las discusiones de sus padres o los silencios de hielo?

El 70% de los niños que mueren por suicidio tienen más de dos diagnósticos psiquiátricos
Los adultos debemos cuidar el contenido y las formas de una discusión delante de los niños
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El 70% de los niños que mueren por suicidio tienen más de dos diagnósticos psiquiátricos

Ya sabemos por la evidencia científica lo perjudicial que es gritar a los niños, activamos continuamente su cortisol y como consecuencia se genera en ellos un estado de alerta continua que hace que su cerebro no se desarrolle como debería.

Pero esto también ocurre cuando los gritos no necesariamente van dirigidos al niño directamente, también cuando las peleas son intensas y frecuentes entre sus progenitores.

Es importante aclarar que discutir delante de los niños de forma adecuada, es decir, con respeto, sin elevar el tono de voz y, en general, con cordialidad, provoca muy pocos o ningún efecto en los hijos que sean testigos de ello. De hecho, es beneficioso mostrar un modelo de confrontación sano para que ellos también 'aprendan a discutir' bien. Para esto es importante la pedagogía, le enseñaremos que aunque papá y mamá se quieren mucho tienen desacuerdos que intentan resolver y no hay nada de malo en ello.

Sin embargo, los estudios científicos han concluido que existen consecuencias importantes y perjudiciales, en niños pequeños y adolescentes, cuando las peleas de los padres son más agresivas, con gritos, faltas de respeto o con el uso del 'silencio castigador' o ley de hielo.

Un estudio, realizado conjuntamente por las universidades de Pittsburg y Michigan, publicó que “los efectos de esta violencia verbal provocan problemas de conducta en los menores, como discusiones y peleas con compañeros, dificultades en el rendimiento escolar, mentiras a los padres, síntomas de tristeza repentina y depresión”.

La BBC encargó un estudio al psicólogo y profesor Gordon Harold con un análisis sobre los efectos que pueden tener en los menores las discusiones que tienen los padres delante de ellos y el profesor concluyó que una amplia selección de la investigación académica desarrollada desde la década de 1930 en torno a la psicología del niño (junto a una variedad de trabajos experimentales y de seguimiento a largo plazo), demuestra que los menores expuestos al conflicto continuo pueden experimentar una mayor frecuencia cardíaca y tener desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés.

Todo eso puede ocurrir desde una edad tan temprana como los seis meses. También es posible que sufran retrasos en el desarrollo del cerebro, problemas de sueño, ansiedad, depresión y comportamiento disruptivo.

Además, el experto también apunta que los niños viven los conflictos de distinta forma que las niñas: "Mientras los niños suelen experimentar problemas de comportamiento, las niñas se ven más implicadas y afectadas emocionalmente".

El silencio también es un mal referente

Pero no es necesario que siempre haya conflicto explícito, la hostilidad velada también es perjudicial y captada por los niños de la casa. Según el experto, el silencio también es un mal referente y cuando la relación entre los adultos se enfría o se retiran la palabra, los más pequeños también pueden sufrir problemas emocionales y de comportamiento. 

La calidad de la relación entre los progenitores puede establecer un patrón de comportamiento que podría repetirse incluso en las siguientes generaciones. Esto va en consonancia con la evidencia científica según la cual, el tipo de apego que desarrollamos con nuestros hijos, y que estos aprenden en el seno familiar, marcará sus relaciones futuras.

Los estudios concluyen que los niños suelen ser muy rápidos en detectar el comportamiento de sus progenitores y saber que algo va mal, incluso aunque las discusiones se mantengan 'en privado'.

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