Vivir como un monje (unos días): "No estás en un hotel, esto es un lugar de silencio"

Hay decenas de monasterios, como el de El Paular, en Rascafría, que ofrecen servicio de hospedería y pensión completa por un módico precio para visitantes que quieran convivir con una comunidad monástica
Hay decenas de monasterios, como el de El Paular, en Rascafría, que ofrecen servicio de hospedería y pensión completa por un módico precio para visitantes que quieran convivir con una comunidad monástica
Hay decenas de monasterios, como el de El Paular, en Rascafría, que ofrecen servicio de hospedería y pensión completa por un módico precio para visitantes que quieran convivir con una comunidad monástica
El hermano José Antonio es el hospedero del monasterio de El Paular, en Rascafría, Madrid.
Bieito Álvarez

Enfundado en un hábito de monje, con el pelo casi rapado y una larga barba, el hermano José Antonio recibe a los huéspedes en la entrada del monasterio como si estuviera recién salido de la Edad Media. A su espalda, completa la estampa el monasterio de El Paular, un robusto y austero edificio gótico que se levanta en pleno Valle del Lozoya, en el lado madrileño de la sierra de Guadarrama.

Con esta vista, afrontan los visitantes el inicio de su peculiar experiencia como anfitriones de la comunidad del monasterio, en la que podrán disfrutar del innegable encanto del lugar a cambio de vivir como un monje. Al llegar, el hermano José Antonio les enseña el espacio y les enumera las normas que tendrán que asumir al alojarse en la hospedería monástica.

"Es obligatorio asistir a los rezos, comer con la comunidad y por la noche no se puede salir del monasterio, nada de ir al pueblo a tomar una cervecita, aunque hay algunos que se escapan…", admite con sorna el hermano, que, a sus 49 años, lleva dos formando parte de la comunidad de 11 monjes de El Paular. "Al final, sabes a donde vas, nosotros te facilitamos poder estar en un lugar de silencio, pero tienes que entender que estás en un monasterio, no estás en un hotel. Yo siempre le digo a los huéspedes: 'El único que tiene licencia para hablar aquí soy yo'".

"Yo siempre le digo a los huéspedes: 'El único que tiene licencia para hablar aquí soy yo"

Las hospederías monásticas son tan antiguas como la propia regla benedictina, por la que se rigen las comunidades de monjes católicos desde el siglo VI. "A todos los huéspedes que se presenten en el monasterio ha de acogérseles como a Cristo", escribió Benito de Nursia en la norma que aún hoy siguen los benedictinos -como los de El Paular- y cistercienses, las dos principales órdenes monásticas del cristianismo occidental.

Tras la desamortización de Mendizábal de 1836, centenares de monasterios quedaron abandonados. Algunos de ellos volvieron a ser morados y reconstruidos por comunidades de monjes -mucho más pequeñas que las de antaño- desde finales del siglo XIX hasta tiempos recientes, como fue el caso de El Paular, a donde los monjes actuales llegaron en 1954. Con la vuelta de los cenobitas, volvieron también las hospederías para visitantes que quisieran convivir unos días con los religiosos.

Actualmente, hay decenas de monasterios, casi todos en el norte peninsular, que ofrecen servicio de hospedería y pensión completa por un módico precio. Algunas son solo para varones y otras, cada vez más, son mixtas. Aunque han aparecido incluso en algunas guías de hoteles con encanto, lo cierto es que no son estrictamente un alojamiento vacacional.

Un viaje por las hospederías monásticas de España

"El monasterio no es un hospedaje de turismo ni descanso donde uno alquila una habitación o un apartamento, es un lugar de retiro y unión con la comunidad en su liturgia", explica Carlos María López-Fe, un profesor universitario de Psicología retirado y autor del libro Oasis en el desierto, en el que cuenta su experiencia tras haber visitado una veintena de hospederías monásticas en España. "Te da la oportunidad de retirarte del mundanal ruido, de alejarte del jaleo de la ciudad y entrar en un clima de sosiego, paz, de silencio y meditación y de oración, porque al monasterio se va también a orar".

El hermano José Antonio encontró su vocación, precisamente, tras haber estado alojado en la hospedería de El Paular cuando tenía 47 años. Sintió algo “interiormente”, dejó su trabajo en el servicio de atención al cliente de una empresa farmacéutica y se introdujo en la pequeña comunidad de este monasterio ubicado junto a la localidad de Rascafría, en la Comunidad de Madrid.

Entre sus funciones en el monasterio, le fue asignado hacerse cargo de la hospedería, lo que incluye recibir a los huéspedes, preparar habitaciones, limpiar el patio y las zonas comunes… Su jornada empieza pronto, en torno a las 5 de la mañana, y termina poco antes de la medianoche. A las cuatro, los hermanos tienen una hora de siesta y dedican el resto del día al estudio y la oración.

fotografo: Bieito Alvarez Atanes [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Reportaje Vivir como un monje
El hermano José Antonio (derecha) dialoga con Javier López, uno de los huéspedes de la hospedería de El Paular.
Bieito Álvarez

"Aquí vienen personas solteras, casadas, muchísimos sacerdotes, personas creyentes, no creyentes, aunque las menos, incluso gente que viene a preparar una oposición", declara el hospedero. El comedor está en una amplia estancia con paredes de piedra en la que los comensales comen en silencio, con sus sitios asignados por orden de llegada al monasterio, mientras un hermano recita versículos de la Biblia desde un pedestal. "Los no creyentes no tienen por qué participar de los rezos, simplemente, asistir con el debido respeto", explica el monje.

En la biblioteca, donde se apilan libros de teología en una pared y de temas completamente variados en otra, espera Pedro -nombre ficticio-, uno de los huéspedes que prefiere mantener su anonimato por "una cuestión de intimidad".

"Empecé a venir para estudiar mi segunda carrera porque aquí me concentraba muy bien porque estás en un entorno muy tranquilo y la verdad que me afinicione y vine bastantes veces después", cuenta pausadamente este madrileño de 56 años, ejecutivo de ventas de una multinacional y que se define como católico practicante. "Ahora vengo a desconectar, a hacer un punto y aparte, a entrar en contacto con la naturaleza, con el arte y también con la parte espiritual y religiosa que creo que todos tenemos y a resetear".

A su lado, Javier López, un recién jubilado de 64 años proveniente de La Rioja, está viviendo su primera experiencia en una hospedería monástica. "Llevaba tiempo dándole vueltas al tema, me he jubilado y quería hacer un reset de una vida a otra y dije: 'Vamos a meternos en un monasterio una semanita'", declara el riojano, también católico. "Me he traído unos libros de meditación y relajación que es algo que tenía previsto hacer una vez que me jubilarse, tener tiempo para mí mismo, para coger nuevas ideas sobre qué hacer y no hacer porque no quiero jubilarme y no hacer nada".

Huéspedes no creyentes

El catolicismo en España está viviendo una pérdida paulatina de fieles desde el comienzo de siglo, que se ha evidenciado en las respuestas al barómetro del CIS sobre identidad religiosa. Si en 2001 un 82% de los encuestados se definían como católicos, la cifra ha caído hasta un 53% en la encuesta del pasado mes de abril.

¿Supone esto que la sociedad española se está volviendo atea? Rafael Ruiz, investigador del Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense de Madrid, reflexionó sobre esto en un reportaje publicado en 20minutos en 2021 y concluyó que los datos estadísticos pueden esconder una realidad con muchos más matices. "Mucha de la gente que se autodefine como no creyente puede tener una vivencia espiritual, emplear la homeopatía o participar en un grupo de yoga, por ejemplo".

Esta circunstancia podría explicar que un retiro monacal pueda resultar interesante para un gran número de personas que no tienen porqué ser necesariamente creyentes. Es el caso de Isabel Sorribas, una joven de 31 años de Madrid, creadora de contenidos digitales sobre recetas culinarias en sus cuentas de Instagram y Tiktok @hoycomemosconisi.

Sorribas se define actualmente como "una persona no creyente", aunque asegura que sí lo fue y siempre ha estado interesada por la filosofía religiosa, como prueba el hecho de que estudió en la universidad Filosofía y Teología. Hace un par de meses publicó en su cuenta de TikTok varios vídeos en los que narraba su experiencia en la hospedería del monasterio de la Santísima Trinidad de Bergara, en Guipuzcoa, una comunidad de monjas de la que forma parte una amiga suya y en la que estuvo unos días para hacer "un trabajo que requería mucha concentración".

"Me gustaba estar en los rezos o en alguna misa porque yo no siento que conecte con un ser superior que ellas llaman Dios, pero sí con una trascendencia dentro de mí", declara Sorribas, en una entrevista telefónica. "Los rezos son, al fin y al cabo, como los mantras que ahora están muy de moda a nivel espiritual agnóstico, repeticiones sencillas que me hacían estar presente sin estar dispersa en mil cosas, mil personas, mil mensajes…".

En el monasterio, hasta la muerte

El número de miembros de la Iglesia también ha caído en los últimos años. En 2022, había 34.741 monjes y monjas que habían profesado votos perpetuos, temporales o eran novicios, casi 10.000 menos de los que había en 2007, el primer año en el que la Conferencia Española de Religiosos (Confer) empezó a recoger esta estadística.

Este descenso en el número de miembros de las comunidades monásticas ha supuesto también que numerosos monasterios hayan tenido que ser clausurados junto con su hospedería, como el Valdediós, en Asturias, famoso por poseer una antigua iglesia visigoda. Otros, como el de El Parral, en el casco urbano de Segovia, ya han lanzado la voz de alarma sobre su incierto futuro ante la falta de relevo de sus veteranos miembros.

"Las hospederías solamente existen en los monasterios con comunidades restauradas, donde no hay comunidad, el monasterio es un edificio de valor histórico y artístico, se ha convertido en un Parador o, simplemente, está vacío", explica López-Fe.

En El Paular, el futuro inmediato está asegurado gracias al José Antonio y otros hermanos de reciente vocación, el más joven, de 47 años. El jardín central del claustro está exuberante en plena primavera. El monje pasea junto al templete octogonal de piedra y su fuente, que se sitúan en el medio del claustro porticado, mientras señala las tumbas de los que le precedieron y cumplieron sus votos de estabilidad y permanecieron en el monasterio hasta su muerte.

- ¿Se puede renunciar a ese compromiso?

- "Como todo en la vida", admite José Antonio. "Pero, si das el paso, es para toda la vida. Mi idea es morir aquí".

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