Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Pedir el cese de un ministro es atornillarle

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este martes en el Senado.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este martes en el Senado.
EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este martes en el Senado.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Sesión doble con el mismo protagonista, como en los cines de barrio de antes. Primer episodio, la tarde del martes, día 21, en el Senado para responder preguntas de Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular; de Estefanía Beltrán de Heredia Arroniz, del Grupo Parlamentario Vasco; y de Mirella Cortès Gès, del Grupo Parlamentario Esquerra Republicana-Euskal Herria Bildu. Segundo episodio, la mañana del miércoles, día 22, en el Congreso para contestar las cuestiones planteadas por la portavoz del Grupo Parlamentario Popular, Cuca Gamarra; por el portavoz del Grupo Parlamentario Vasco, Aitor Esteban; y por la portavoz del Grupo de Euskal Herria Bildu, Mertxe Aizpurua Arzallus.

Nueva oportunidad para Feijóo que, desorientado, volvió a desplegar el abanico dispuesto a indagarlo todo con el resultado de facilitar que su antagonista, el presidente Sánchez, se fugara sin responderle a nada. De modo, que le bastó utilizar la polvareda y echar un vistazo al retrovisor para salir ileso. Feijóo se explayó enumerando las broncas y discrepancias en el interior del Gobierno, como si fueran un síntoma de la penosa situación a corregir; reclamó ceses por incompetencia a propósito de los trenes que no pasan por el ojo de los túneles de Cantabria y Asturias; mencionó la chapuza de ley del 'solo sí es sí' y sus consecuencias escandalosas con la puesta en libertad de los violadores; y terminó aludiendo a la 'ley trans'. Semejante retahíla de desastres solo se explicaba, según Feijóo, como parte del peaje a pagar por el presidente a sus coaligados para seguir en Moncloa. En todo caso, en prueba de su buen corazón, se adelantó inmediatamente a tenderle la mano para rectificar unos textos legales lamentables a los que le han llevado las malas compañías.

Pedro Sánchez no quería todavía esa mano brindada. Traía su respuesta escrita antes de haber oído la pregunta y sin mayor problema invirtió la escena regodeándose en la descripción de los éxitos logrados en favor de la clase media trabajadora, meta permanente de todos sus esfuerzos; presentó a su Gobierno como un ejemplo de saber hacer, de estabilidad y de coherencia, que contrapuso a los desastres del PP cosechados desde los romanos en adelante; afeó al PP las veces que había desistido de votar a favor de las iniciativas parlamentarias del Gobierno de coalición progresista; lamentó su alineación siempre a favor de los privilegiados de arriba y en contra los vulnerables de abajo; se ufanó de los Presupuestos Generales del Estado y las leyes aprobadas pese a las dificultades, como si solo le hubieran cercado a él, en forma de pandemias, erupciones y guerras; y aportó catarata de cifras indigestas imposibles de tomar de oído, que nadie estaba en condiciones de comprobar ni desmentir y que le encumbraban como el mayor gigante de la historia de España y de Europa.

Horas después, el miércoles 22 a las nueve, la cita era en el Congreso de los Diputados para la sesión de control. Cuca Gamarra, del Grupo Parlamentario del PP, quería saber a qué esperaba el presidente Sánchez para cesar a Irene Montero. Craso error porque, a estas alturas de la soirée, la oposición debería saber que pedir el cese de un ministro es atornillarle y que la forma de provocar que sea destituido es reclamar su continuidad a cualquier precio. ¿Imaginan los lectores el efecto que produciría escuchar de boca de Gamarra o de Feijóo la advertencia al presidente Sánchez de que en modo alguno tolerarían, por ejemplo, el cese del ministro Marlaska, después de haber resuelto problemas tan difíciles como los que sucedieron en Melilla, o el cese de la ministra Ione Belarra, que tan bravamente sostiene las banderas trans, sin temor y sin desmayo? Es indudable que la coalición, o lo que sea, que forman el PSOE y Unidas Podemos se fundirá antes de que se escuche el rompan filas con suficiente antelación a las elecciones. Pero los dos rehúsan cargar con el coste de haber tomado la iniciativa, y coinciden en que sea el otro quien lo haga. Veremos.

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