Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

La torpeza que empaña un éxito

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, saluda a Macron en presencia de Pedro Sáchez, a su llegada a la Cumbre Hispanofrancesa que se celebra en Barcelona.
El president de la Generalitat, Pere Aragonès, saluda a Macron en presencia de Pedro Sáchez, a su llegada a la Cumbre Hispanofrancesa que se celebra en Barcelona.
ACN
El president de la Generalitat, Pere Aragonès, saluda a Macron en presencia de Pedro Sáchez, a su llegada a la Cumbre Hispanofrancesa que se celebra en Barcelona.

La cumbre franco española que se desarrolló ayer jueves entre los presidentes de la República Francesa Enmanuel Macron y el presidente del Gobierno Español Pedro Sánchez, ha sido un éxito diplomático sin duda alguna tanto para los dos países como para la Unión Europea en unos momentos de crisis podría decirse que global que exige más que nunca el entendimiento entre sus miembros. Y cabría decir que de manera especial ha sido un éxito para España que, además de cerrar acuerdos importantes en las reuniones paralelas de ministros en Madrid y París, consolida la influencia que le corresponde entre los Veintisiete ante las decisiones, cruciales para su futuro, que requieren las actuales circunstancias.

Pero los éxitos, incluso los más trascendentes, no siempre son rotundos y en este caso hay que lamentar que se hayan visto empañados por la torpeza de quienes optaron por Barcelona como sede principal de la reunión. Y no porque Barcelona no justifique la elección, si no fuese por la proclividad de los independentistas a aprovechar cualquier oportunidad para reivindicar sus pretensiones a menudo incluso cebándose en unas actuaciones públicas que lejos de enaltecer a la ciudad, lo que consiguen es exhibir los problemas que impiden que las empresas huyan de ella, que las inversiones se retraigan y el turismo se olvide de sus atractivos.

Fue una torpeza, sí, que la ciudad, lejos de capitalizar la Cumbre que hoy es noticia en todas Europa, la haya empañado, empezando por la deplorable actitud del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, que respondió a la invitación a para recibir a los presidentes y darles la bienvenida a su ciudad, respondió negándose de manera bastante ostensible a escuchar los himnos nacionales de ambos países. Una desconsideración, o mejor un desprecio a dos países soberanos, en los cuales además habitan personas que comparten la cultura y la lengua común de todos los catalanes, aunque en su gran mayoría no coincidan con las reivindicaciones independentistas de una parte. Aragonés demostró que gobierna a una parte y desprecia a la otra.

Bien es verdad que el éxito político de la Cumbre no tuvo parangón en las pretensiones de los nacionalistas de aprovechar la oportunidad para exhibir en el exterior sus protestas y exigencias. Mientras el presidente de la Generalitat era honrado con la oportunidad de darles la bienvenida a los presidentes, sus correligionarios de ERC, un partido que paradójicamente viene apoyando a la coalición de Gobierno española aprovechaban para manifestarse ruidosamente por las calles de la ciudad buscando con ansias los objetivos de las cámaras para reclamar un referéndum de autodeterminación. Bien es verdad que las intenciones se les volvieron en contra.

Inesperadamente, el grueso del ruido de la protesta se centró en uno de sus principales promotores, el líder del partido, Oriol Junqueras, que tuvo que acabar retirándose con la cabeza gacha ante la vergüenza de ser abucheado por los suyos y ridiculizando sus intenciones. Malos ejemplos para ofrecer lejos de una imagen de sensatez acabar convirtiéndola en una oportunidad de ridiculizarse que por mucho que satisfaga a algunos, no tendría que haberse propiciado. Barcelona es una ciudad ideal para ser la sede de un acontecimiento de esta naturaleza, pero actualmente acoge a algunos vecinos que no son conscientes de que su actitud si algo exhiben ante el mundo es falta de sensibilidad cívica y de paso, también de la desunión que les enfrenta.

Ni Barcelona ni Cataluña, donde viven millones de personas que no quieren ser independientes —aunque cuenten muy poco en la política—, pueden ni deben ser discriminadas en ningún sentido, ni penalizadas por comportamientos de esta naturaleza y otros semejantes, pero en el conjunto de España hay muchas ciudades donde pueden celebrarse acontecimientos tan importantes como esta Cumbre Hispano Francesa sin que nadie intente aprovechar para boicotearla -- antes al contrario se prodigaría la bienvenida --, ni aprovecharse de su eco para empañarla como han intentado algunos, aunque en este caso les haya servido para exhibir su propio ridículo.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento