La bajada a los infiernos de De Santos: de promesa política a condenado por abusar de menores y acusado de violar presos

  • El que fuera concejal de Urbanismo del PP en Palma aseguró haber consumido 22 gramos de cocaína al día.
  • Fue condenado por abusar de dos menores y gastar 50.000 en prostíbulos masculinos.
  • Esta semana ha sido juzgado por agredir sexualmente de dos presos a los que chantajeaba con volver a encerrar.
Rodrigo de Santos en los juzgados de Palma, en una fotografía de archivo.
Rodrigo de Santos en los juzgados de Palma, en una fotografía de archivo.
EFE
Rodrigo de Santos en los juzgados de Palma, en una fotografía de archivo.

A Javier Rodrigo de Santos llegaron a considerarle, un día de hace muchos años, la esperanza del Partido Popular de las Islas Baleares. Un mirlo blanco que voló por un infierno de drogas, sexo no consentido con menores y malversación de fondos públicos, hasta terminar estrellándose con los barrotes de prisión. Tras ser condenado por abusar del hijo de un amigo suyo, esta semana ha vuelto a sentarse en el banquillo acusado de agredir sexualmente a dos presos a los que chantajeaba con retirarles el aval que los mantenía en libertad.

Nacido en Burgos en 1965, su carrera política -marcada por el ultracatolicismo que practicaba, llegando a fotografiarse con el Papa en una manifestación contra el matrimonio homosexual- comenzó a ganar relevancia en 1997, cuando la expresidenta del Congreso y exministra de Sanidad, Ana Pastor, le nombró delegado en Palma de Mallorca de la Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado, Muface.

En 2003 llevó la dirección de la campaña electoral con la que el popular Jaume Matas tiñó de azul las islas, consiguiendo la mayoría absoluta en la autonomía, y ocupó el segundo puesto de la lista electoral con la que el PP también logró la mayoría absoluta en Palma, la capital. Le nombraron teniente de alcalde y le dieron el área de Urbanismo, lugar en el que perpetró su primer escándalo, por el que el PP le expedientó y expulsó de la formación.

Entre 2006 y 2007, a final de la legislatura, las autoridades detectaron gastos anómalos en la tarjeta de crédito que le proporcionaba la empresa municipal de Urbanismo de Palma. Eran más de 50.000 euros. Él los justificaba bajo conceptos como "consulting de relaciones públicas y asesoramiento de imagen", pero la Fiscalía Anticorrupción llegó a descubrir que se trataba de consumiciones en locales de prostitución masculina. Hubo una noche en la que llegó a gastar casi 1.500 euros. Por estos hechos se sentó en el banquillo en 2009, ya alejado de la política por la repercusión pública del escándalo. 

En el proceso contó que comenzó con el consumo de cocaína en 2001 por la "presión" del trabajo y terminó asegurando haber llegado a consumir entre 22 o 23 gramos al día, una cantidad que los forenses dieron por imposible. Su principal defensa fue esa, su adicción. "He vivido engañado por la drogadicción", dijo en su última intervención en el juicio, que finalizó con él devolviendo el dinero malversado y con una condena de dos años de prisión. "Te pido perdón por haber traicionado tu confianza, no fui yo sino la droga", ponía en los mensajes que mandó a su entorno para disculparse, según publicó El Mundo en 2008.

Tras el escándalo, volvió a Madrid, pero la paz duró poco. Apenas un mes después, fue detenido por abusar sexualmente de menores. Le acusaron los padres de tres chicos, dos de ellos menores, que acudían a las clases de catequesis que impartía su mujer. Fue condenado por estos hechos en 2009 a 13 años y medio de privación de libertad, una pena que más tarde el Tribunal Supremo redujo a cinco años

Tras ese período entre rejas, comenzó a colaborar con una ONG. Primero, como voluntario. Después fue contratado como trabajador y ascendido a jefe del proyecto que tenía la organización para trabajar con presos en semilibertad. La ONG contaba con casas de acogidas para presos de los que se encargaba De Santos. A la postre, esas paredes terminarían siendo el escenario de los presuntos delitos por los que esta semana se ha sentado en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Madrid.

Según el escrito de la Fiscalía, el expolítico abusó sexualmente de dos reclusos a los que había conseguido alojamiento para que disfrutaran de sus permisos carcelarios. Si no se acostaban con él, les amenazaba con retirarles el aval necesario para salir de prisión. El Ministerio Público señala que, entre los meses de febrero y julio de 2017, obligó hasta en siete ocasiones a uno de los internos a mantener relaciones sexuales no consentidas. En febrero de ese mismo año, invitó a su casa a otro preso del que intentó abusar, no habiéndose podido probar que los abusos llegaran a más que varios tocamientos. Sí constan en la causa los mensajes de texto que le mandaba: "Me encantaría que fueras mío"; "Mi casa es tu casa y mi cama es tu cama". Por todo ello la Fiscalía pide 20 años de prisión. Una de las víctimas aumenta la petición a los 94 años.

Él, por su parte, defendió el lunes su inocencia. "Estoy aquí solo por una razón: mis antecedentes políticos y personales", dijo, tras señalar que si es condenado, "asumirá" su responsabilidad. "Lo que pido es que no se me enjuicie por mi pasado", sostuvo en un juicio que puede volver a llevar a la cárcel a un hombre que un día fue una esperanza política y que terminó devorado por sus adicciones.

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