Deporte y homosexualidad: el eterno tabú que comienza a romper barreras... ¿hacia una apertura total?

Deportistas que han declarado abiertamente su orientación sexual
Deportistas que han declarado abiertamente su orientación sexual
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Deportistas que han declarado abiertamente su orientación sexual

La revelación del futbolista profesional británico Jake Daniels de su homosexualidad ha vuelto a poner sobre la mesa el debate del tabú de la orientación sexual en el deporte. Todavía en pleno 2021 se trata de un asunto escondido en un cajón de miedo a represalias, temor a que las carreras se vean afectadas, rechazo y resignación.

Sin embargo, durante las dos últimas décadas y, sobre todo desde que los derechos sociales en materia de sexualidad han ido ganando terreno en los países occidentales, se ha avanzado en la dirección que debe ser correcta, apartándose de lo retrógrado que supone tener que esconder esta parte esencial de la vida personal de un deportista.

Un paso adelante al que han contribuido grandes nombres internacionales como Ian Thorpe o Megan Rapinoe o, en España, figuras de élite como la futbolista Mapi León, el patinador Javier Raya o el waterpolista Víctor Gutiérrez, nombrado recientemente secretario LGTBI del Gobierno. 

Un camino largo que acaba de empezar

Pese a que se cuentan ya por decenas los deportistas de élite que han declarado abiertamente su orientación sexual, no se puede escapar la circunstancia de que la mayoría de ellos lo hicieron una vez habían concluido sus carreras profesionales. De nuevo, el miedo a represalias, insultos o a un descenso de su popularidad se anteponen a la libertad de vivir la parte de sus vidas alejada de los focos con total normalidad.

El caso del fútbol masculino es especialmente peliagudo. De entre los cientos de deportistas de las cinco grandes ligas, parece absurdo pensar que ninguno sea homosexual y lo cierto es que ninguno ha tenido aún el valor de dar un golpe sobre la mesa, con todos los perjuicios que la ocultación conlleva para su comodidad vital y emocional.

Sin ir más lejos, el pasado verano de 2020 un jugador de la Premier League que decidió mantener su anonimato publicó a través del diario 'Daily Mirror' una desgarradora carta en la que aseguraba estar sufriendo verdaderos problemas de salud mental por ser gay y no poder vivir su sexualidad en plena libertad. 

"Día a día puede ser una absoluta pesadilla, y está afectando a mi salud mental cada vez más. Me siento atrapado y temo que decir la verdad sobre quién soy sólo empeore las cosas", escribió, apoyado por la Fundación Justin Fashanu, jugador inglés , primero de cierto renombre en declararse abiertamente gay y que terminó suicidándose. 

Ellas, más proclives a la apertura

Siguiendo con el ejemplo del fútbol, en el caso del femenino existe una cierta relajación en cuanto a los prejuicios que ha permitido a varias jugadoras de élite vivir alejadas de esa represión y ser capaces de mostrar al mundo su orientación sexual, sirviendo de ejemplo no sólo a muchas otras deportistas, sino a cualquier persona que se encuentre en situación similar.

Dede las citadas Megan Rapinoe, estrella mundial, a Mapi León, jugadora del Barça y la selección española o Lola Gallardo, portera de la Roja y el Atlético de Madrid.

Pese a esta cierta tendencia optimista en el deporte femenino, aún existen ejemplos manifiestos de odio y de una profunda tendencia a la homofobia que va más allá de los terrenos de juego. Uno de los casos más recientes es el de la exportera de la selección española de hockey Teresa Bernadas a quien le diagnosticaron una "conducta homosexual de alto riesgo", como si se tratara de una enfermedad, a estas alturas de siglo.

Insultos y rancios prejuicios: una cuestión cultural

Estamos, indudablemente, ante una cuestión cultural, endémica en España, que se aprecia en los ambientes más íntimos -de sobra conocidos y extendidos los estereotipos que atribuyen a los homosexuales ciertas características de cobardía o carencia de fortaleza- y en las grandes plazas, donde los gritos de "maricón" han sido el pan de cada día en las gradas. 

De esa coctelera de prejuicios, erróneas creencias culturales y miedos, se vierte el nocivo resultado de la homofobia que es, en definitiva, el problema de alargada sombra que provoca esta situación. 

"Recomiendo que no lo digan"

A las voces de apoyo que, tras el anuncio público de Josh Cavallo, se han alzado en todo el mundo hay que sumar la otra cara: la de aquellos que, como Cañizares, aseguran no haber conocido nunca a un gay en el futbol, y la de los deportistas de élite que recomiendan a aquellos compañeros que sean homosexuales que no salgan a declararlo públicamente.

Es el caso, este último, el de, entre otros, Toni Kroos, Giroud o Philp Lahm, que, preguntados por qué consejo le darían a un compañero gay con ansias de liberación tienen clara la respuesta: no.

Conscientes de lo que sufrirían, su solución es que se callen: "En el campo se usan ciertas palabras y no puedo asegurar que no fuera insultado o menospreciado", llegó a decir el alemán del Real Madrid.

Pero es ahí donde está otra de las soluciones al problema: dentro del engranaje. Seguramente la intención de futbolistas como Kroos es proteger a otros, sabedores de lo que ocurre día a día en los terrenos de juego; pero dejarse ver en Twitter en apoyo de la lucha contra la homofobia no es trabajar desde dentro para contribuir a la apertura, brindando la deseada libertad -y la paz mental- a aquellos que sufren a diario sea cual sea el deporte que practiquen. 

Un problema que trasciende a las instituciones

La bola se agrava cuando desde las propias instituciones se ha contribuido a que la homofobia siga muy presente en el deporte. Durante la pasada Eurocopa, el portero de la selección alemana Manuel Neuer volvió a lucir el brazalete arcoíris que acostumbra para hacer visible su lucha en favor de los derechos de los homosexuales. La respuesta de la UEFA fue abrir una investigación, posteriormente archivada.

Cuando el combinado bávaro se midió a Hungría durante el torneo, el máximo organismo del fútbol europeo prohibió a Alemania iluminar el Allianz Arena, estadio sede del encuentro, con los colores de la bandera LGTBI, en una decisión que levantó ampollas y puso de nuevo de manifiesto que no hay cabida para la equidistancia en según qué cuestiones.

En definitiva, las revelaciones por parte de todos estos valientes deportistas que han decidido romper barreras son una parte esencial para el avance y la visibilidad, pero el camino es largo y sinuoso y la cultura arraigada; acabar con la homofobia en el deporte no depende únicamente de aquellos que han decidido dar un paso al frente y descubrirse: todo estamento debe coger un martillo y comenzar a destruir armarios. 

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