Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Carta a los Reyes Magos de la tele

La televisión para ser más competitiva frente a las televisiones bajo demanda debe regresar a su origen creativo que ha ido perdiendo fruto de la era de la inmediatez audiovisual. 
El oso perjudicado de Cádiz
El oso perjudicado de la cabalgata de los Reyes Magos de Cádiz
Onda Cádiz
El oso perjudicado de Cádiz

Que se produzcan más series que nos representen, que reflejen la sociedad de hoy. Las series para camelar a las plataformas multinacionales están haciendo que nos perdamos grandes historias propias con aquello que nos hace únicos aquí y allí, en Guadalajara y a nivel internacional. Están muy bien las ficciones globalizadas que podrían ocurrir en Madrid o en Estocolmo, también los seriales atados al romanticismo de épocas pasadas ñoñificadas, pero ¿no sería esencial retratar nuestro tiempo?

Los ochenta fueron una edad de oro para la ficción española con producciones que hicieron un brillante retrato de aquella década. De otro modo, sucedió en los años 90 e incluso en los 2000. España marcaba agenda con su competitiva ficción en prime time porque narraban cómo era el espectador, sus ilusiones y frustraciones en el día a día.. De Curro Jiménez a El Ministerio del Tiempo, de Médico de Familia a Física o Química. De Chicas de hoy en día a Cuéntame como pasóQue no parezca que se tira la toalla y pocos se atreven a abrir hueco rutina en la televisión en abierto a afrontar y radiografiar el presente que nos afecta, a hablar de nuestro país y nuestra particular sociedad. Será por premisas a nuestro alrededor…

Que se apueste por más ideas originales españolas. Las cadenas españolas suelen esperar a comprar formatos de éxito testado fuera, cerrando las puertas a ideas patrias. Lo queremos todo ya comprobado en otro lugar aunque ese lugar no se parezca nada a nosotros. De hecho, la historia de nuestra televisión recuerda que los grandes fenómenos son hechos a medida de nuestra audiencia. El Un, dos, tres u Operación Triunfo son claros ejemplos. O Tu cara me suena, que no ha funcionado en ninguna parte como en España. Porque no lo supieron adaptar con la travesura mediterránea. En el instante de cambio de consumo televisivo, es el mejor momento para probar nuevas fórmulas propias.

Que nos podamos acostar más pronto. El estirado prime time español fue muy rentable, pero ya es un lastre. Está desgastando a la propia televisión tradicional, desconectando a las cadenas clásicas de su sociedad. Todo por inflar unas décimas de share. Así sólo se pierde número de espectadores reales. El porvenir está en programas más cortos, y lo suyo sería encender de nuevo el late night. Para aquellos trasnochadores, probar late shows supone una oportunidad de abrir hueco a espacios más atrevidos, más golfos, que despierten en el espectador esa sensación de que aún queda un aliciente entretenido para despedir el día. Desde hace años, nuestras cadenas han renunciado a esta franja horaria repleta de posibilidades. La excusa era el coste y la poca publicidad. En cambio, es una franja que da carácter a la marca a la cadena, sirve de soporte para retroalimentar otras producciones y ordena la programación como eje de rutina diaria. En norteamérica lo ejercen desde hace décadas. Los late shows complementan a los informativos como pilares estructurales que ordenan la programación diaria y, encima, ayudan a perfilar un sello editorial definido para el canal.  

Que la tele deje de querer parecerse a Internet. La red y la televisión tienen códigos, lenguajes y ritmos diferentes. Internet va tan rápido que cuando sus trending topics llegan a la tele, ya suenan viejos, desfasados, fuera de lugar. Sin embargo, la tele se contagia de las corrientes de opinión virales. Cuando la tele es todo lo que no cabe en un tuit. Para ver vídeos mal grabados, ya está TikTok. En la elaboración creativa de los programas está el alma sin rival de las cadenas. 

Que se apueste por rostros nuevos de una manera más desprejuicida. Los pasillos de la televisión se están convirtiendo en una batalla de los clones. Pero la tele no es un desfile de modelos, la tele se hace más grande con autores con mirada propia. La representatividad social es clave. La tele no es repetir, no es replicar, no es reconocer todo el rato, sobre todo es descubrir.

Y para descubrir también es esencial que la televisión recupere la esencia de la imaginación, de la creatividad, de la sorpresa. Que resucite su capacidad para dejarnos boquiabiertos y que podamos sentarnos en el sofá sin tener la certeza de que vamos a ver más de lo mismo. Que nos regale programas y series que irradien entusiasmo, ganas y pasión por parte de sus artífices. Que esa pasión traspase la pantalla y nos resulte inspiradora y revulsiva. Que nos informe con verdad y honestidad. Que nos haga personas más lúcidas, más sensibles, más empáticas. Menos enfrentadas. Y que, además de todo esto, no olvide que su principal cometido es entretenernos pensando en grande, no creyendo que si algo se sale del tópico de siempre no lo entenderemos.

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