Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El valor de nuestras series

Manuel Valdivia, Manuel Ríos San Martín, Anna R. Costa, Eduardo Galdo, Sara Antuña y Borja Terán en la escalera de la Fundación Sgae
Manuel Ríos San Martín, Anna R. Costa, Eduardo Galdo, Borja Terán (moderador), Sara Antuña y Manuel Valdivia, durante la celebración del encuentro sobre ficción española en la Fundación SGAE, organizado por la Academia de TV. 
 20minutos
Manuel Valdivia, Manuel Ríos San Martín, Anna R. Costa, Eduardo Galdo, Sara Antuña y Borja Terán en la escalera de la Fundación Sgae

Pensábamos que las plataformas en streaming salvarían la ficción española, pero la realidad es que España siempre ha sido un país de series. Venimos de aquellas historias de autor de los setenta y ochenta, como Brigada Central, Anillos de Oro, Verano Azul, Curro Jiménez, que ahora son lúcida documentación sobre cómo éramos antes y por qué somos así hoy. Venimos de aquellas series que eran una oda a la clase media de los noventa, cuando creíamos que nos podíamos comer el mundo a bocados, como Médico de Familia, Periodistas, Compañeros... Venimos de aquellas historias que intentaban romper con nuestros propios fantasmas de la ficción, como Vis a Vis, El Ministerio del Tiempo o La Casa de Papel. Venimos y seguimos.

Tenemos la experiencia del recorrido de una industria televisiva que llegó a tener en emisión una gran serie de ficción nacional, simultáneamente, en cinco prime time semanales. En España, salvo Expediente X, no funcionaban tanto las series importadas en horario de máxima audiencia. Queríamos sentirnos reflejados. Por supuesto, no teníamos los mismos presupuestos que grandes potencias del entretenimiento, pero se lograban series que nos enfrentaban a nuestra cotidianidad. Un brillante ejemplo es Farmacia de Guardia. De Mercero. Antonio Mercero, maestro en entender la sociedad en primer plano. Y sin necesidad de salir de un decorado, de una farmacia. Fuera de ese hábitat, el resto de la vida de los personajes corría a cuenta de la maravillosa imaginación del espectador.´

Gritemoslo: la historia de la televisión en España es una historia de series. Aunque, a veces, pensemos que sólo existió lo último. Efecto colateral de consumir tan rápido: ya no vemos ficción, directamente las devoramos. Mucha percepción de oferta, mucha capacidad de olvidar e incluso de desubicarse hasta no aprovechar la mirada particular que podemos aportar en un mundo globalizado.

En este sentido, este jueves, la Academia de la TV y la Fundación SGAE se ha convertido en un punto de encuentro de productores, cadenas y creadores de ficción para analizar la evolución de los últimos 25 años de nuestra ficción y, quién sabe, quizá encarar mejor un futuro que no se puede pronosticar. Arantxa Écija, directora de ficción de Mediaset, dio una de las primeras grandes claves de la jornada. A subrayar en fosforito: "Habíamos corrido mucho durante años, casi sin zapatillas. Y, claro, estábamos muy entrenados cuando por fin nos dieron unas Nike". Se refiere a la habilidad de los creadores de las series españolas para defender producciones de capítulos de noventa minutos con presupuesto para historias de veinte minutos. Esa experiencia fue un salvavidas para la crisis económica y ayudó a estar listos en el alunizaje de las plataformas bajo demanda y las redes sociales.

La viralidad ha reinventado la manera en la que nos relacionamos con las pantallas. Hemos pasado de series que intentaban sentar a toda la familia delante del espectador a las series que quieren llegar aunque cada uno la vea por separado en su móvil. Eso sí, mientras escribe o manda notas de voz por Whatsapp. La industria ha evolucionado, porque en realidad nunca ha parado de avanzar. Menos mal. La tecnología siempre crece, aunque lo que no muta es el valor de conectar con una buena historia. Necesitamos historias que inspiren. Que entretienen desde el descubrimiento.

De eso saben mucho las trayectorias que pasaron por la mesa de creadores en el acto celebrado por la Academia de la TV y la Fundación SGAE de este jueves: Manuel Valdivia, Manuel Ríos San Martín, Anna R. Costa, Eduardo Galdo y Sara Antuña. Pusieron en valor el trabajo del guionista y reflexionaron sobre el peligro de caer en la trampa del algoritmo. Porque la ficción es, sobre todo, tener la capacidad de delatarnos mientras nos pilla desprevenidos. Ir por delante de calcar patrones preestablecidos que surgen del estudio del rastro que dejamos en nuestra forma de consumir todo digitalmente. Entonces nos convertiríamos en replicantes, no en autores.

Por ahí, Valdivia afinó: "Los creadores deberíamos mirar más a la vida. Necesitamos series que cuenten lo que está pasando en este país. La ficción en España no cuenta lo que le pasa a la gente. Necesitamos buenas historias que hablen de nosotros, historias emocionales", reflexionó.

Siguen existiendo producciones que tocan temas comprometidos con su tiempo. En la tele en abierto, Hit de TVE es un despierto ejemplo. Pero cuesta visibilizar lo diferente fuera del marketing de las plataformas gigantes que marcan la cita de consumo pensando en código multinacional. ¿Cómo cuidar nuestra idiosincrasia sin que las tendencias globales nos arrasen y nos empobrezcan culturalmente? Nadie dijo que fuera fácil. De hecho, la sociedad va tan rápido que lo sencillo es quedarse por detrás de sus imparables sensibilidades. Ante este escenario, quizá sólo hay un atajo: abrazar más la honestidad de los matices de la vida que los pronósticos de los algoritmos. Por eso mismo, nunca olvidaremos las series con las que crecimos. Y nos hicieron crecer.

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