Borja Terán Periodista
OPINIÓN

50 años de 'Un, dos, tres': la fórmula del éxito del gran espectáculo de la historia de la televisión en España

Chicho Ibáñez Serrador y Mayra Gómez Kemp posando con La Ruperta en una vieja foto de los años ochenta.
Chicho Ibáñez Serrador y Mayra Gómez Kemp posando con La Ruperta en una vieja foto de los años ochenta.
RTVE
Chicho Ibáñez Serrador y Mayra Gómez Kemp posando con La Ruperta en una vieja foto de los años ochenta.

"Guarden ojalá un buen recuerdo de nosotros, como se guarda el recuerdo de un viejo y querido juguete que nos acompañó en la infancia y que, luego, alguien tiró", repetía Chicho Ibáñez Serrador en sus despedidas de 'Un, dos, tres... responda otra vez'. Sabía que la vida también es la distancia que olvida, y en la actualidad ya empezamos a dejar atrás al concurso más legendario de la historia de nuestra televisión que se estrenaba en TVE un día como hoy hace medio siglo. 

50 años después, varias generaciones de españoles siguen siendo niños de La Ruperta. Porque aquel programa nos puso a soñar. Imaginar nuevos mundos desde nuestra realidad. ¿Cómo? Ibáñez Serrador supo incorporar su destreza como guionista dramático a un programa de variedades de prime time. La suma salió redonda: un concurso de cultura general crecía gracias al espectáculo mainstream que todo lo permite. 

Riéndonos de nosotros mismos, nuestras diferencias y las motivaciones universales que nos mueven y remueven a todos, el 'Un, dos, tres...' nos iba ensanchando la mente."

Chicho, como en sus brillantes ficciones, construía el 'Un, dos, tres...' a través de un arco de personajes. Con partes positivas y negativas. Con protagonistas y antagonistas que irrumpían por la gran escalera que presidía el plató. Aparecían sin avisar. Como en la propia vida, sin necesidad de presentaciones. A los lados de la escalera, el público. Los asistentes a la grabación sentados en la grada se transformaban en el decorado. Colocar a esos espectadores detrás y no enfrente de los presentadores y concursantes era una idea sublime. Desde casa se veía todo el rato la cara de alegría, risa, sorpresa o susto de la gente. Chicho potenciaba el relato del show con la expresividad del plano de reacción de la audiencia. Tenía claro que la buena historia se cuenta en primer plano. Y el 'Un, dos, tres...' brillaba si ponía literalmente a todas las personas en el estudio a participar e intentaba impregnar el equilibrio de esa espontaneidad en cada imagen para que llegara hasta cada una de las casas que sintonizaban el programa.

Esa era la motivación de Chicho en sus últimos años de vida: que la televisión nos volviera a reunir en el sofá con la inocencia extraviada. El 'Un, dos, tres...' lograba esta proeza incluso entre los abuelos gracias a sus grandes decorados, su pícara comedia, sus locas pruebas físicas en la eliminatoria y hasta con su erotismo. No sólo con las azafatas, fue de los primeros programas en lanzarse al erotismo masculino. El país se sonrojaba y, a la vez, se empezaba a quitar corsés con cierta desnudez. 

Primer concurso mundial de horario de máxima audiencia en ser liderado por una mujer como presentadora titular, Mayra Gómez Kemp, la gran base del fenómeno de 'Un, dos, tres' estaba en la capacidad del programa de unir la libertad del teatro, la creatividad del musical, la participación del cabaret, la cultura del concurso de preguntas y un punto del suspense de las películas de miedo. Con este ingenio a la hora de combinar estos géneros, Ibáñez Serrador alcanzaba una descriptiva e inclusiva radiografía de la sociedad de la época. No apta para snobs. Así conectó con la ingenuidad de la España popular de cuatro décadas. Lo demuestran los premios del show. Primero lo más ansiado era la cocina, después el coche, más tarde el apartamento y, finalmente, el dinero. Mucho dinero. A veces, con yate de regalo extra. Las necesidades de la audiencia iban cambiando. De lo útil en la cotidianidad a la especulación inmobiliaria. Hasta en eso nos retrató el 'Un, dos, tres...'. Aunque sobre todo nos delataban los diálogos de tantos personajes -el formato fue cantera de cómicos y actores- que sacaban punta a la realidad, como los mordaces exabruptos de Las Tacañonas. 

Y riéndonos de nosotros mismos, nuestras diferencias y las motivaciones universales que nos mueven y remueven a todos, el 'Un, dos, tres...' nos iba ensanchando la mente, nos descubría nuevos mundos que están en este mientras nos ponía a jugar con ese regustillo de la ilusión que sólo se abraza si te dejas llevar por la emoción sin prejuicios. Esa emoción que te devuelve la mirada cristalina, curiosa y pilla de la niñez, como cuando jugabas con ese querido juguete que nos acompañó en la infancia y que, luego, alguien tiró.

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