El otro día un amigo que lee mis artículos me dijo que no fuese tan pesada con ‘mis feminismos’. En su opinión, solo escribía de eso en mi columna.
Entonces repasé mis artículos y, aunque he escrito de muchas otras cosas, entre mis reflexiones se encuentran: un artículo sobre las mujeres en el cine y las trabas cuando cumplen determinada edad llamado La película de los 50; he hablado de las desigualdades económicas de las mujeres artistas en Artas del arte; del machismo que continúa imperante en la televisión actual en Mamachismo me toca; también hablé del ataque a una librería feminista en Madrid en Tirar piedras sobre nuestro tejado; de las mujeres cómicas en un sector dominado por los hombres con Desgraciadas; de los problemas de la menstrualidad, la endometriosis y de cómo afectan a la vida personal y laboral con La excepción que confirma la regla; del acoso a las mujeres en un tiempo donde la palabra acoso ni siquiera existía con Caso Nevenka: acoso y derribo; de la importancia del lenguaje y de cómo se usa para calificar el feminismo en Ser o no ser (radical); de la violencia machista, y no intrafamiliar, porque se ejerce de ellos hacia ellas en Cinco horas con Lola; de las dificultades de las mujeres en el deporte en Revés de género; de los escasos referentes femeninos en la historia con Mafalda, mi primera feminista; y del techo de cristal en Un aplauso por las médicas.
No sé si soy pesada, pero no dejaré de escribir de esto mientras existan desigualdades que me afectan, que nos afectan como sociedad. Por eso hay que seguir celebrando el 8-M y por eso hoy sigo escribiendo sobre feminismo, porque el feminismo pesa, le pese a quien le pese.
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