España se plantea el futuro de sus joyas energéticas: adaptar las regasificadoras al hidrógeno ante un panorama con menos gas

  • Un informe dice que sus siete plantas podrían ser una "desventaja" cuando la demanda de gas licuado empiece a caer a partir de 2025.
  • Enagás ve necesario estudiar "una segunda vida" mientras participa en una planta "multimolécula" en Alemania.
  • No solo el gas: la Agencia Internacional de la Energía constata una caída del consumo de petróleo en 2023.
Metanero
Un barco metanero en la regasificadora de Bilbao, la que más gas desde Rusia importó en 2023.
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La ventaja comparativa de España con respecto al resto de países de la UE durante la crisis energética afronta un periodo de reflexión hacia un cambio de modelo. A partir de 2021, las siete plantas regasificadoras repartidas por puertos españoles marcaron la diferencia cuando Rusia cortó el flujo de gas natural por gasoducto y los países europeos se vieron obligados a traerlo en barcos, desde Estados Unidos el principal exportador y también Rusia, en segundo lugar. Ningún otro país europeo tenía tantas infraestructuras para recibir ese gas -licuado, convertido en líquido- y transferirlo en otros buques más pequeños hacia otros lugares o convertirlo de nuevo al estado gaseoso y España se convirtió en una de las principales puertas de entradas de gas. Sin embargo, los planes para que esta energía empiece a ser sustituida dentro de unos años por gases renovables como el hidrógeno o el amoniaco obligará a adaptar estas plantas a las "moléculas renovables". Así lo indicaba hace unos días la empresa que las gestiona, Enagás, que ya participa en Alemania de una nueva regasificadora que deberá estar lista para 2027 para ser capaz de tratar tanto gas como amoniaco verde. 

El consejero delegado de Enagás, Arturo Gonzalo, habló de la necesidad de "ver cómo adaptarlas" para darles "una segunda vida" durante la presentación de los resultados de la compañía en 2022. "Ver cómo podemos convertirlas en plantas multimoléculas en un futuro en el que la demanda de gas y los movimientos de gas natural licuado (GNL) se reduce hasta el punto de hacer ya innecesario algún activo, ver cómo podemos convertirlos para moléculas descarbonizadas", dijo sobre un proceso que los expertos ven con "incertidumbre" por la "falta de experiencia" en hacer algo así y que apuntan que será "costoso".

"Conlleva muchos retos técnicos, de seguridad y económicos", explica a 20minutos Paul Martin, ingeniero químico y confundador de la Hydrogean Science Coalition, que apunta a que las "importantes diferencias" entre una regasificadora y una planta de conversión de amoniaco en hidrógeno verde, que exige "medias de seguridad adicionales" porque es más peligroso como "sustancia química tóxica y corrosiva". El proceso con el GNL y el tratamiento del amoniaco tampoco son equiparables. "No se puede bombear amoniaco a través del sistema de gas natural" porque la recuperación del hidrógeno a partir del amoniaco requiere un proceso químico adicional que no necesita la gasificación del gas licuado. "No se puede bombear el amoniaco a través del sistema del gas natural", apunta Martin, que también advierte que también sería "muy costoso" un intento de adaptar los gasoductos para transportar más  del 20% del hidrógeno renovable que hoy pueden mezclar con gas.

"No se sabe con certeza si las terminales de GNL con portadores de energías renovables se podrán utilizar en el futuro", dice Marina Gros, de Ecologistas en Acción, que añade que seguramente la demanda en el futuro de gases renovables como el hidrógeno "no será en los mismos volúmenes ni en las mismas ubicaciones", dejando a un lado su reinvidicación de que se fomente el "consumo local" siempre que sea posible de un hidrógeno verde que "puede ser fabricado ad hoc".

Fiebre de las regasificadoras

Desde que en 2021 estalló la crisis energética debido al ataque ruso de Ucrania, países como Alemania, Francia o Bélgica han acelerado la construcción de regasificadoras y han habilitado las de tipo flotante para aumentar su capacidad de recibir gas natural licuado. Y España e Italia un "gasolucto virtual" para llevarlo en barcos, desde la regasificadora de Barcelona hasta el puerto de Livorno. Pero, desde el principio, España tenía funcionando seis de las 20 regasificadoras que existen en toda la UE, además de en Barcelona, en los puertos de Sagunto, Cartagena, Huelva, Mugardos y Bilbao y en 2022 el Ministerio de Transición Ecológica decidió aumentar la capacidad de recepción y regasificación GNL recuperando la planta del puerto de El Musel, en Gijón, que llevaba años inactiva y que a principios de 2023 recibió el primer metanero. A diferencia de las demás, su función es solo la de trasvasar de unos barcos a otros porque no tiene infraestructura para inyectar gas a la red.

La existencia de estas plantas permitió que en España no se temiera durante ningún momento de la crisis energética un riesgo de desabastecimiento de gas, como sí ocurrió en otros países de la UE. Las regasificadoras aseguraron el suministro de gas y permitieron al Gobierno prometer "solidaridad" con otros países para llevarles gas en barcos más pequeños. No solo de la UE. También Marruecos se ha beneficiado de ello gracias al polémico acuerdo de abril también de 2022, por el que España se alineó con la tesis marroquí sobre el Sáhara occidental, que también incluía que la regasificadora de Huelva recibiría metaneros con compras de GNL realizadas por Marruecos, que llegarían al país por el gasoducto del Magreb. 

Sin embargo, los nuevos tiempos que marca la descarbonización y la búsqueda y desarrollo de nuevos vectores energéticos verdes, de los que quedan excluidos los combustibles fósiles, están empezando a cambiar el panorama. En las últimas semanas se han publicado sendos informes que apuntan a que la demanda de petróleo y de demanda de gas natural empiezan a dar signos de estar acercándose a su pico. Aunque a todas luces a ambos combustibles fósiles les queda todavía mucho recorrido, la Cumbre del Clima de Dubái de diciembre pasado les mostró ya una indefinida puerta de salida, que se suma a la confianza en la UE de poder estar bombeando hidrógeno o amoniaco renovable -como medio de transportarlo- en el horizonte de 2030. Y la llegada de esos nuevos gases que no emiten CO2 a la atmósfera supone un esfuerzo también desde el punto de vistas de las infraestructuras, que es el que también apunta a las siete regasificadoras españolas.

"Es una responsabilidad nuestra como gestor de los activos ver cómo podemos darles una segunda vida en un horizonte de descarbonización", decía el CEO de Enagás esta semana. "Creemos en un futuro en que nuestro activos de gas se reconviertan, se adaptan para poder dar servicio a las moléculas descarbonizadas", como el hidrógeno y el amoniaco renovables, añadía casi el mismo día en el que un informe sobre seguimiento del comercio del gas natural licuado en Europa elaborado por la consultora sobre energía y finanzas IEEFA con sede en Londres que apunta que "se acerca" el pico de demanda de GNL en Europa. Por su parte, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) también reflejó un descenso de la demanda de petróleo a finales de 2023. "El crecimiento de la demanda mundial de petróleo está perdiendo momentum", apunta en su reciente informe de mercado de febrero de 2024, debido a una caída en China, a la decisión de los países de la OPEP de recortar la producción y a la tormenta ártica que afectó a otros productores de fuera de este grupo, Estados Unidos y Canadá. En enero, indica la IEA, "las reservas de petroleo cayeron en picado", hasta "su nivel más bajo desde al menos 2016".  

Según este documento, en 2023 la demanda de GNL cayó a niveles que no se venían desde hacía 10 años y fue un 20% inferior a antes de la invasión rusa de Ucrania, debido a medidas de eficiencia y a récord de altas temperaturas. Las mayores reducciones se produjeron en Alemania, Italia y Reino Unido, aunque en menor medida, también en España, que sin embargo fue el país europeo que más pagó por importar gas desde Rusia por barco, 2.300 millones de un total de 8.000 en Europa. Esta entidad, que aboga por acelerar la transición ecológica, prevé que en 2025 haya un "leve incremento" de la demanda y que después se inicie un descenso continuado hasta 2030. Cuando esto ocurra y empiece a descender el consumo de gas, advierte de que las plantas de regasificación españolas podrían "convertirse en una desventaja" para España. "Un exceso de infraestructuras energéticas que con toda probabilidad serán innecesarias en el futuro debido a la transición energética puede acarrear un riesgo muy claro de activos subutilizados en el futuro y, con ello, una situación de debilidad competitiva de España frente a otros países de su entorno", explica Ana María Jaller-Makarewicz, analista principal de energía para Europa de IEEFA, sobre una idea que cuestiona unas infraestructuras que en España ya están amortizadas, de modo que un eventual fin de su uso no dejaría pagos pendientes que igualmente debieran ejecutarse.

El informe de IEEFA se detiene en las compras de GNL que hicieron en 2023 algunos países de la UE, entre ellos España y cree que sus siete regasificadoras son "una infraestructura de GNL desproporcionada", fruto de una "mala planificación" que desde 2022 están imitando otros países europeos. En 2023, estuvieron "infrautilizadas", con una tasa de utilización del 35%, dice el informe sobre unas regasificadoras que demostraron ser una red de seguridad en un momento especialmente clave, la crisis energética que empezó en 2021.

En todo caso, los datos indican que el momento en que las plantas regasificadoras deban estar adaptadas para procesar gases renovables está todavía lejos. Por una parte, las perspectivas de que la producción de hidrógeno verde sea a tan gran escala como para exportar apuntan a 2030, el año en el que, según la planificación, el H2Med ya debería estar terminado, para el transporte internacional de un gas, el hidrógeno verde, que hasta el momento no es competitivo si tiene que transportarse en barco. El otro gran motivo tiene que ver con el propio gas natural, porque aunque entidades como el IEEFA empiecen a apuntar ya a un descenso de la demanda -del gas licuado, el que se transporta por barco-, lo que también se registra es una recuperación de la demanda de gas natural en la industria, por parte de sectores como el refino, la metalurgia o la química, que van despertando de la crisis de 2022 y que siguen tirando de gas hasta que no cuenten con una energía renovable alternativa. Por otra parte, el precio del gas natural ya se sitúa en niveles precrisis, lo que podría desincentivar las medidas eficiencia que en parte explican la caída de la demanda de GNL de la que habla el informe del IEEFA.

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