OPINIÓN

La Cataluña del PSOE

  • Sin el voto de los catalanes, es probable que el PP hubiera permanecido en la Moncloa desde 1996 hasta hoy.
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El presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, interviene en un mitin electoral, en el Palacio de Congresos, a 16 de julio de 2023, en Barcelona, Catalunya (España).
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto al líder del PSC, Salvador Illa, en un mitin electoral en Barcelona.
Kike Rincón / Europa Press
El presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, interviene en un mitin electoral, en el Palacio de Congresos, a 16 de julio de 2023, en Barcelona, Catalunya (España).

El año que termina ha confirmado el idilio electoral –con sus altibajos– que Cataluña mantiene con el Partido Socialista. La dependencia que el PSOE tiene del votante catalán siempre ha sido intensa, pero ahora lo es más desde que Andalucía dejó de ser eso que en la sede de Ferraz consideraron durante cuarenta años como su granero de votos para convertirse en un feudo sólido del PP.

Desde 2004, cuando los socialistas han gobernado, sea con Zapatero o con Sánchez, ha sido gracias a la diferencia de votos que el PSOE ha sacado al PP en una única comunidad autónoma: Cataluña. Sin el voto de los catalanes, es probable que el PP hubiera permanecido en la Moncloa desde la victoria de Aznar en 1996 hasta nuestros días. Y eso concede al votante catalán una evidente posición de primacía. Los números ayudan a entenderlo mejor.

En las elecciones de 2004, cuando compitieron Rajoy y Zapatero, el PSOE consiguió 16 escaños más que el PP. Quince de esos 16 escaños de diferencia los obtuvo Zapatero en Cataluña, con lo que en el resto de España hubo un empate técnico entre ambos partidos. Más clarificador resulta el ejemplo de las elecciones de 2008. De nuevo competían Zapatero y Rajoy. El PSOE ganó con una ventaja de 15 escaños con respecto al PP, mientras en Cataluña esa ventaja de los socialistas fue de 17 escaños.

Es decir, el PP consiguió dos escaños más que el PSOE en el resto de España, con lo que Zapatero fue presidente gracias al voto de los catalanes. Una excepción a esta regla fue la de 2019, cuando el PP se hundió en todo el país ante el auge de Ciudadanos y de Vox. Pero, con la desaparición de Cs, en las elecciones del 23 de julio de 2023 se repitió el modelo: los socialistas consiguieron en Cataluña 13 escaños más que el PP, cuando en el conjunto de España el PP obtuvo 16 escaños más que el PSOE y ganó las elecciones, aunque eso no le permita gobernar.

La conclusión evidente y de perogrullo es que el PP tiene un serio problema electoral en Cataluña y el PSOE encuentra en esa comunidad la solución a sus aprietos.

Tan evidente resulta que, desde que Sánchez conformó su primera coalición de gobierno con Podemos en enero de 2020, el PSOE ha perdido la mayoría de las elecciones en comunidades autónomas (solo gobierna en tres de 17) y Barcelona es una de las pocas ciudades importantes con alcalde socialista.

Quienes sufren el castigo electoral a Sánchez son los líderes socialistas territoriales, así en ayuntamientos como en autonomías, pero el PSOE aguanta en elecciones generales. Aunque esta apreciación, para que la información sea más completa, debe incluir el hecho diferencial catalán, que explica el mimo con el que Sánchez trata a los independentistas.

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