OPINIÓN

A Puigdemont rogando y con Puente dando

El ministro de Transportes, Óscar Puente
El ministro de Transportes, Óscar Puente
Photogenic/Claudia Alba
El ministro de Transportes, Óscar Puente

Apuramos los últimos compases de 2023 esta semana y asoman ya visibles los perfiles que definirán 2024. Nada que celebrar sobre giro balsámico a la vista en nuestro tenso espacio político. Más bien al contrario, ya hay fecha para la primera cita electoral del año, las autonómicas gallegas del 18 de febrero, y con ella, la constatación de que las treguas dejaron de existir hace tiempo en el vocabulario político español.

A falta del tradicional balance anual del presidente del Gobierno en la rueda de prensa convocada cada final de diciembre, el reciente pleno del Congreso en el que Sánchez repasó la presidencia española de la UE, el adelanto electoral gallego y las adhesiones y críticas al mensaje navideño del Rey nos permiten vislumbrar un horizonte tan brumoso como divisivo e intenso.

No obstante, en Moncloa se las prometen más estables de lo que las previsiones politológicas apuntan. Asumido que el factor Puigdemont va a marcar cada movimiento del Gobierno, el reciente encuentro Sánchez-Feijóo de la pasada semana se vende, pese al desfavorable marco en que se desarrolló para el presidente, como una zancada adelante, tanto a favor de la estabilidad institucional como de la 'desestabilización' del liderazgo del gallego.

La inesperada irrupción del 'mediador bruxelense' en las conversaciones para pactar la renovación del Poder Judicial durará y pesará más sobre los hombros de Feijóo, augura el análisis monclovita, que la presunta imagen de debilidad mostrada por Sánchez aceptando las condiciones de Génova para la cita y el acuerdo mismo. Cada reunión con supervisión de la UE perseguirá a Feijóo cuando critique las del PSOE con Junts, aseguran. O, al menos, es la hipótesis que los socialistas manejan en su agenda del 2024.

En ella ocupa también espacio destacado uno de los políticos que acapara nominaciones para erigirse en ministro estrella del Gabinete, el titular de Transportes, Óscar Puente. Al igual que ya ocurriera con antecesores

suyos en el departamento, como José Luis Ábalos o, en su día, José Blanco, Puente pretende ejercer de francotirador de Moncloa, y, aunque no ostente el cargo en la cúpula de Ferraz que tenían el valenciano y el gallego, el vallisoletano cuenta con el aval personal de Sánchez para enfrentarse a las más delicadas o arriesgadas operaciones contra la oposición. No en vano, los avispados periodistas parlamentarios le acaban de coronar en sus conocidos y prestigiosos premios anuales con el galardón al 'diputado revelación', además del destinado al 'parlamentario 2.0' por su labor de ataque en las redes sociales.

Las figuras de Puigdemont y de Puente pueden servir para trazar un dibujo facilón de lo que se le viene encima al Gobierno estos próximos doce meses. Pero el mapa es mucho más complejo. La fecha de las autonómicas gallegas coincidirá –oh, casualidad- con la posible votación de la Ley de Amnistía en el Congreso. Su resultado marcará camino para la siguiente y más crucial cita de las elecciones europeas de junio, con parada previa en Euskadi si Urkullu también adelanta su convocatoria autonómica a abril, como ya se especula.

Y aún quedarían las elecciones catalanas. Por estricto cumplimiento de mandato deberían celebrarse en febrero de 2025, pero nadie cuenta con que Pere Aragonés, que gobierna en minoría desde que rompiera el gobierno de coalición con Junts, lo complete. El último trimestre del 24 es el horizonte que se dibuja como más plausible para un adelanto que dependerá, y mucho, de los resultados que arrojen las urnas en las convocatorias de antes del verano. Pero para eso aún quedan meses y en la vertiginosa política española cada día tiene vida propia.

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