Megatsunamis, las olas más grandes de la historia: cómo se forman, qué alcance tienen y dónde se registraron en España

Megatsunamis, las olas más grandes de la historia.
Megatsunamis, las olas más grandes de la historia.
Carlos Gámez
Megatsunamis, las olas más grandes de la historia.

Hay una treintena de megatsunamis documentados con evidencias históricas y geológicas. El más reciente sucedió en 2020, en Montañas Costeras (Canadá). Más de medio siglo antes, la noche del 10 de julio de 1958, en la angosta, estrecha y profunda bahía de Lituya (Alaska), un terremoto de magnitud 8,3 causó un gran desprendimiento de 90 millones de toneladas de hielo y rocas que impactaron en el mar y provocaron olas colosales que arrasaron diez kilómetros de bosques y mataron a dos pescadores. Una de estas gigantescas elevaciones alcanzó los 524 metros de altura y es la mayor ola jamás registrada.

El conocimiento científico de los megatsunamis es el tema que aborda el último título de la colección ¿Qué sabemos de? que publica el CSIC junto a la editorial Catarata. Mercedes Ferrer, doctora en Geología por la Universidad Complutense de Madrid, científica titular y jefa de proyectos técnicos en el Instituto Geológico y Minero de España del CSIC, firma el nuevo volumen. En sus páginas se explica que estos fenómenos, con olas de al menos 40 metros de altura, se originan principalmente por grandes deslizamientos y desprendimientos grandes masas de rocas y hielo en zonas costeras que penetran en el mar -o en un lago o río-. Pero también pueden ser provocados por deslizamientos submarinos, por grandes erupciones explosivas volcánicas o por la caída al océano de meteoritos de gran tamaño. "Hay un par de casos documentados producidos por el impacto de un asteroide, aunque hay indicios de que ha podido haber muchos más a lo largo de miles de millones de años", señala a 20minutos la autora, Mercedes Ferrer.

A pesar de que no existe todavía una definición formal y consensuada de los megatsunamis, estos "procesos extremos y excepcionales en la historia la Tierra" se diferencian de los tsunamis por la altura de las olas y por la dimensión de la zona de afectación. Mientras que los megatsunamis tienen que superar los 40 metros de altura -si bien hay disparidad de criterio entre los investigadores-, las olas de los tsunamis se elevan "como mucho entre ocho y diez metros" sobre el nivel del mar. Además, los tsunamis son provocados por terremotos submarinos mientras que los megatsunamis pueden acontecer tras los diferentes sucesos mencionados, si bien la principal causa son grandes deslizamientos.

La autora y especialista en riesgos geológicos describe los efectos de estas gigantescas olas: "Destruyen todo aquello que es afectado por estas grandes olas, pero en general, como son escasos, no han afectado a poblaciones o infraestructuras. Muchas veces ocurren en zonas aisladas donde no existen asentamientos humanos". Por esta razón, en realidad, los megatsunamis no son sinónimo de la devastación. Los tsunamis de Indonesia en 2004 y de Japón en 2011 fueron los mayores y más mortíferos de la historia reciente. "Se extendieron prácticamente por todo el Océano Índico y el Pacífico, fueron inmensos con una extensión enorme de miles de kilómetros. En cambio, los megatsunamis, tienen una zona de incidencia muy localizada y se caracterizan por ser un tsunami local. Puesto que la mayoría ocurren en zonas remotas y que sus efectos son locales, no podemos decir que los megatsunamis sean sinónimo de destrucción".

¿Hay riesgo en España?

Ferrer se muestra rotunda al descartar el riesgo de sufrir un megatsunami en España. "Hoy por hoy, no hay ningún peligro de que puedan tener lugar en España". Sin embargo, sí se vivieron en la prehistoria. En las islas Canarias, "de forma excepcional, sí se han preservado los depósitos de varios megatsunamis ocurridos en los últimos cientos de miles de años causados por grandes deslizamientos de partes importantes de las islas", igual que pasó en Hawái, que son islas volcánicas con características muy similares a las Canarias y donde también se han hallado evidencias geológicas.

El megatsunami del río Grijalva es el único ocurrido en un cauce fluvial. En la imagen se aprecia el deslizamiento de más de 800 metros de ancho que lo causó. La flecha indica los restos del pueblo Juan Grijalva, arrasado por olas de 50 metros de altura.
Imagen de los efectos del megatsunami del río Grijalva, el único ocurrido en un cauce fluvial. En la foto se aprecia el deslizamiento de más de 800 metros de ancho que lo causó. La flecha indica los restos del pueblo Juan Grijalva, arrasado por olas de 50 metros de altura.
CFE (México) / CSIC

Los depósitos se localizan en las zonas de Teno e Isla Baja (Tenerife), Piedra Alta (Lanzarote) y el valle de Agaete (Gran Canaria). Según la elevación del nivel del mar contemporáneo, se estima que las olas alcanzaron alturas de 180 y 270 metros en Teno e Isla Baja, respectivamente, de 125 en Piedra Alta y de 290 en Agaete, informa el CSIC.

Es en la historia reciente cuando se ha empezado a contar con los medios necesarios para estudiar estos fenómenos. Los especialistas en Geología utilizan principalmente evidencias históricas (que esté recogido en documentación), pero también con registros geológicos: "Buscamos señales o restos de megatsunamis prehistóricos". Ferrer expone que se trata de "depósitos 'extraños' que suelen contener restos de fauna marina, conchas, corales o arena y están mezclados con depósitos terrestres, así que a priori no encuadran en la estratigrafía de la zona".

La geóloga resalta el aumento de la frecuencia de los megatsunamis en lo que llevamos de siglo. "Entre 2014 y 2020 se registraron cuatro, algo muy por encima de lo esperable según los datos disponibles para el siglo XX", informa. También en los últimos años es cuando se están batiendo récords de temperaturas altas en la Tierra y en el mar, y cuando los glaciares van menguando más rápidamente por el calentamiento global. Por el momento no hay evidencia científica que sostenga que las condiciones climáticas influyen en la generación de megatsunamis, pero es un factor que Ferrer no descarta. 

"Estudios hasta ahora no hay. Pero bien es verdad que en las zonas de fiordos o heladas, como en las costas de Alaska o Noruega, ha habido desde este siglo un aumento de los megatsunamis registrados. Puede obedecer a que actualmente existen medios para documentarlos, mientras que en los siglos anteriores, como eran zonas despobladas y no se contaba con la instrumentación actual, no se registraban. Pero también puede responder a una fase de calentamiento, a que el hielo se está derritiendo en estas zonas y puede desencadenar grandes desprendimientos rocosos que pueden dar lugar a megatsunamis locales", subraya.

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