Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Premios Goya 2023: Qué grande es el cine y qué difícil es comunicarlo por la tele

Antonio de la Torre y Clara Lago despidiendo Los Goya 2023
Antonio de la Torre y Clara Lago despidiendo Los Goya 2023
RTVE
Antonio de la Torre y Clara Lago despidiendo Los Goya 2023

Los Goya 2023 no han empezado con un gran número musical de confeti, coreografía y celebración. La llamada fiesta del cine español ha levantado el telón con el necesario luto para recordar al inmenso Carlos Saura, que falleció ayer y esta noche recibía su Goya de Honor. Un reconocimiento que llegaba ya tarde. Y la realidad lo ha evidenciado. El homenaje ha empezado con un discurso de Carmen Maura, siempre magnética, para después dar paso a la familia, que ha recogido el premio en su memoria.  

Se podría decir que el gran número musical de arranque de Los Oscars ha sido sustituido por la solemnidad de la emoción de un adiós en Los Goya. Y, después, llegó la presentación. Y comenzó el show con Antonio de la Torre y Clara Lago realizando un diálogo concreto, directo y práctico. Interesante la autocrítica que han ejercido a la profesionalidad que se espera de los conductores de una gala de estas características, donde hay que ser elegante, gracioso y no pasarse de la raya con las reivindicaciones políticas. Y si surgen, que sean equilibradas. Como si la reivindicación pudiera ser equidistante.

La pareja de Antonio de la Torre y Clara Lago es visualmente conservadora, a priori. Pero han estado en el punto exacto para comandar un programa que ha primado el ritmo. Y qué ritmo. Pim, pam, pum. Un premio tras otro. Así, sin parar. Un trepidante desfile de estrellas engalanadas para dar glamour al cine patrio entregando premios a sus compañeros de profesión. Casi como se reparten las medallas a un equipo de fútbol. Lo único que ha faltado es la farra de cuando levantas el trofeo, esa alegría que te pone a dar palmas desde el sofá.

Porque ha sido una gala contenida, sin sensación de fiesta y aburrida de seguir por televisión si no eres un espectador implicado con las pelis. El programa ha querido ir tan raudo que se ha olvidado que somos fruto de los contextos. Uno de los problemas de nuestro tiempo. No vale con dar premios al peso y luego contabilizarlos, el cine español necesita aprovechar el prime time de la tele para exponer su propia imagen y que aquellos que están en su casa tengan ganas de correr a verlo, sentirlo, abrazarlo, experimentarlo, vivirlo. 

Para eso nacieron las galas de premios, para ser un escaparate del cine a través de la ensoñación del glamour de las estrellas y el reconocimiento de las codiciadas estatuillas. Sin embargo, las épocas cambian, los artistas de hoy están a sólo un clic en todas las redes sociales que nos implican en su vida cotidiana, ya no sólo se pasean por alfombras rojas. Ahora pisan nuestro propio suelo. 

Y, en el prime time, no basta con los repetitivos agradecimientos de los galardonados para dar a conocer sus películas. El cine debe proyectarse en la sociedad con ayuda del inclusivo gozo del entretenimiento televisivo. Y esa es la asignatura pendiente. Nadie dijo que fuera fácil. Aunque Rosa María Sardá, Andreu Buenafuente (en 2010 condujo una de las más redondas galas, con una trama transversal perfecta: entremezclando humor, emoción, sorpresa, divulgación y un colofón narrativo), José Corbacho, Eva Hache o Dani Rovira demostraron que era posible. 

En esta edición número 37 de Los Goya, hemos visto mucha música sin demasiada puesta en escena, algún que otro vídeo recopilatorio de pelis de otros años (algunos parecían repetidos) y, por supuesto, el protagonismo ha recaído en los premiados, gran acierto, pero ha faltado no sólo hablar para cinéfilos. Hablar más para la inmensa audiencia de la tele, también se ha echado de menos algún requiebro de guion con aspiración a trascender en el día después y enmarcar con más vistosidad lo atrayente de las emociones de un 2022 de cine. Divulgarlo, vamos, como si fuera una película en directo celebrando que aquí estamos y queremos haceros partícipes a todos de todo lo que conseguimos con las pelis. Hasta cuando no salen como esperábamos. Porque las películas nos descubren, nos distraen, nos estimulan, nos cambian. Incluso nos unen. A todos. Y, a veces, entre tantas intensidades, luces y alfombras de colores, se nos pasa destacarlo con una simple, empática y relativizadora sonrisa de "qué guay".

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