Se busca vicepresidente político: Calviño y Bolaños asumen galones como arietes de Sánchez en la cuenta atrás hacia las generales

  • Las salidas del Ejecutivo de Calvo y Ábalos, que le habían acompañado desde las primarias de 2017, dejaron sin escuderos a Sánchez.
  • ​Tanto Calviño como Bolaños ascendieron tras la crisis de gobierno de julio de 2021 y su construcción política va casi en paralelo.
Nadia Calviño, Pedro Sánchez y Félix Bolaños.
Nadia Calviño, Pedro Sánchez y Félix Bolaños.
CREATIVIDAD: CARLOS G. KINDELÁN
Nadia Calviño, Pedro Sánchez y Félix Bolaños.

Era 10 de julio de 2021. España veía por el retrovisor la pandemia de coronavirus y el Gobierno se vanagloriaba de ello, pero las encuestas empezaban a no ser benévolas. Y hubo cambio. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llamó a sus ministros a filas. Algunos se temían lo que terminó pasando: una revolución en el Ejecutivo. Entre las salidas más destacas se encontraban las de Carmen Calvo y José Luis Ábalos.  Ambos estaban en la foto de la celebración del presidente cuando ganó las primarias a Susana Díaz en 2017. Y, de un día para otro, desaparecieron de la tradicional instantánea de los ministros en la escalinata blanca del palacio presidencial. Queriendo o sin querer, Sánchez se deshizo de sus dos ministros-escudo, aquellos que asumían los golpes políticos para que no llegaran al presidente. Sus escuderos.

Ese fue el yin. El yan lo protagonizaron otros dos nombres propios: Nadia Calviño y Félix Bolaños. La primera dejaba de ser segunda vicepresidenta para ocupar el mayor estamento del segundo estamento: la Vicepresidencia primera. El segundo ganó la particular batalla que durante meses mantuvo con Iván Redondo, jefe de gabinete e ideólogo de Sánchez hasta que dejó de serlo ese mismo día. Y Bolaños, que hasta entonces ejercía como secretario general de Presidencia, fue aupado al Ministerio de la Presidencia.

Sobre la primera casi nadie puso esperanzas a nivel político. La salida de Calvo fue, para la opinión pública, la simple pérdida de la vicepresidenta política. "Sánchez quiere más gestión", decían entonces algunos medios. Pero poca gente vio en Calviño su sustituta. En cambio, en Bolaños sí se puso esa suerte de esperanza. Incluso desde dentro de Moncloa. También desde el partido. Cuando llevaba apenas meses en el cargo, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero le puso un sobrenombre: 'súperBolaños'. Casi nada. A sus espaldas, logros como el desbloqueo de la ley de vivienda -que ahora está varada en el Congreso- o el muñidor de varios pactos con Unidas Podemos. Entre otros, el de coalición y sus desengrasantes.

Mientras tanto, Calviño, a la que se consideraba como una tecnócrata europea por su destacada trayectoria en la Unión, empezaba a coger perfil. En parte, gracias al Partido Popular. La también ministra de Asuntos Económicos le afeó a su presidente, Pablo Casado, el tono utilizado una mañana de diciembre en el Congreso, en la que fue especialmente duro con el presidente. "Tu jefe es un desequilibrado", llegó a espetarle a José Luis Martínez-Almeida, que entonces compaginaba su cargo de alcalde de Madrid con la portavocía nacional de la formación. Los conservadores, entonces, la eligieron como objetivo y comenzaron a salir en tromba a por ella en las sesiones de control de los miércoles.

Las semanas iban pasando y ella cogía vuelo. En otro golpe a su perfil puramente burócrata, el 3 de febrero de este año alzó la bandera feminista como nunca lo había hecho. "No voy a volver a hacerme una foto en la que sea la única mujer", dijo tras un acto en el que en la fotografía posterior solo había hombres. Ella era la única mujer. "Por ser ministra", justificó. Hasta ahora, ese compromiso sólo lo ha incumplido una vez. Fue el mes pasado, cuando celebridades de Qatar, entre ellos el emir, vinieron a firmar acuerdos por valor de 4.200 millones de euros. Por el camino, titulares como: "Calviño se lanza a política", "Calviño baja al barro político" o "Nadia Calviño se pone el traje de política y rebaja el perfil tecnócrata".

También en febrero Calviño dio otro golpe de efecto. De pronto, Carlos San Juan, un urólogo jubilado, logró 650.000 firmas con su campaña 'Soy mayor, no idiota', en la que denunciaba la exclusión a la que quedaban relegadas las personas mayores con el proceso de digitalización de los bancos. La vicepresidenta vio la oportunidad y la aprovechó. Cuando San Juan fue a entregar las firmas en el Ministerio de Asuntos Económicos, Calviño quiso coincidir con él delante de decenas de micrófonos. "Es una prioridad para nosotros acompañar, apoyar a las personas más vulnerables y especialmente a los mayores", argumentó.

En su entorno más cercano niegan que se haya producido un cambio sobre su perfil político, pero reconocen que quizá ahora es más llamativo. En este sentido, argumentan que como vicepresidenta primera confronta con perfiles más políticos, como puede ser Cuca Gamarra, portavoz del PP en el Congreso, cuando no está Sánchez. Desde la bancada socialista sí ven más claro el crecimiento de este perfil político. "Cada día está cogiendo más vuelo político", explica un reputado diputado socialista que justifica su crecimiento en que le da al Gobierno "una visión económica, pero también global". "La prioridad es la economía, pero Calviño también demuestra carácter en sus respuestas a la oposición en las sesiones de control", añade. Cabe destacar que a veces Moncloa distribuye esas respuestas, al igual que las de Bolaños.

La última fue la que le dio a Macarena Olona, ahora candidata de Vox para las elecciones andaluzas. El ministro de Presidencia se hartó del mote impuesto por Olona, que le llama el "ministro perejil" por "estar en todas las salsas". Y respondió con una dureza a la que no suele acostumbrar. "Todos los miércoles la misma sobreactuación, la misma sonrisa forzada, los mismos insultos, las mismas intervenciones grotescas y repetitivas. No tienen escrúpulos", le soltó a la candidata. "Tiene una gran capacidad parlamentaria", señalan las mismas fuentes, que dice que "cada vez su perfil es más relevante". Además, destacan de él su "interlocución" con las demás fuerzas políticas en un gobierno "que necesita de pactos para sacar adelante las políticas y reformas" comprometidas con Bruselas.

Eso sí, ese reconocimiento como un "activo" del Gobierno se ha visto empañado en las últimas fechas. Quizá por culpa de las expectativas. El error más claro sucedió hace no mucho. Una revista estadounidense publicó una información en la que denunciaba el presunto espionaje a más de 60 independentistas catalanes y vascos. Y todas las miradas apuntaron al Gobierno por la herramienta con la que se hizo: Pegasus, un malware que presuntamente solo se vende a Ejecutivos.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, se dedicó a negar la veracidad del informe. Pero de un día para otro el Gobierno encontró otra salida, ideada por Bolaños. El 2 de mayo, fiesta en la Comunidad de Madrid, Moncloa convocó una rueda de prensa urgente. Apenas dejaron a los periodistas dos horas de antelación. Los protagonistas: la portavoz Isabel Rodríguez y 'superBolaños'. Entonces, el segundo admitió que dos de los móviles más sensibles del país, el de Sánchez y el de Robles, también habían sido espiados con Pegasus. 

Moncloa aseguró que dio a conocer esa información en cuanto la conoció, pero el PP dudó de si esa denuncia llegaba con el ánimo de igualarse a los independentistas en victimismo. Como si quisieran decir que aquí nos espían a todos. La noticia cabreó aún más al independentismo, que terminó logrando que el PSOE y Unidas Podemos lograran introducirles en la Comisión de Secretos Oficiales para recibir la confirmación de que habían escuchado -con orden judicial- a su president, Pere Aragonès. 

Los problemas para el Gobierno no quedaron ahí. El fallo de seguridad que implicaba que hubieran entrado dos veces en el terminal del presidente dejó en el aire la pregunta que cuestionaba de quién dependía entonces la seguridad de ese teléfono. Bolaños tiró balones fuera y puso el dedo en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). La ministra de Defensa salió en defensa -nunca mejor dicho- de su negociado y dejó caer que la seguridad dependía de la Secretaría General de Presidencia, que en el momento en el que se produjo el espionaje al jefe del Ejecutivo dependía del propio Bolaños. 

La mediación de Sánchez calmó la que era la primera polémica entre dos ministros socialistas, que causó alarma en un Ejecutivo acostumbrado a la discusión entre ministros... pero de diferentes partidos. Ambos asumieron una responsabilidad conjunta. Pero Robles se volvió a imponer y la "sustituta" o "sucesora" -dijo el Gobierno, sin mentar la palabra "cese"- de Paz Esteban al frente de la inteligencia española fue Esperanza Casteleiro, la 'dos' de Robles, y no Miguel Ángel Ballesteros, hombre de confianza de Moncloa. Fuentes cercanas a Bolaños señalan, no obstante, que nunca intentó imponer el nombre del nuevo responsable del CNI y que “siempre supo que era un tema de Defensa”.

Estos errores han sembrado dudas incluso dentro del PSOE. Desde el PP, algunos siguen viendo a Bolaños como digno sucesor de Sánchez. Como su extensión. Pero buceando en el océano socialista también se encuentran dudas sobre su posición actual. Mientras, la vicepresidenta primera sigue cogiendo oxígeno en una carrera a contrarreloj por ser el ariete de Sánchez. Más aún cuando queda un año y medio para las generales y poco menos de doce meses para las municipales y autonómicas. En el recuerdo todavía resuena la labor de Calvo y Ábalos. También la que María Teresa Fernández de la Vega, José Bono y Alfredo Pérez Rubalcaba le sirvieron a Zapatero. Todos ellos podrían sujetar un mismo cartel: se busca vicepresidente político.

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