Tres supervivientes de abusos sexuales se unen para ayudar a otros menores: "Hablemos de ello y denunciemos"

Fátima Balde, Carme Diaby y Mónica Morlans, supervivientes y activistas contra los abusos sexuales a menores, han creado el proyecto '1decada5'.
Fátima Balde, Carme Diaby y Mónica Morlans, supervivientes y activistas contra los abusos sexuales a menores, han creado el proyecto '1decada5'.
Hugo Fernández
Fátima Balde, Carme Diaby y Mónica Morlans, supervivientes y activistas contra los abusos sexuales a menores, han creado el proyecto '1decada5'.

Se estima que uno de cada cinco niños europeos han sufrido abusos sexuales alguna vez en su vida. En España, la mitad de las víctimas de violencia sexual son menores de edad. Uno puede leer estos datos y pensar que algo no cuadra. Si el abuso sexual a menores está tan a la orden del día, ¿por qué siguen pareciendo casos aislados? Si tenemos en cuenta que la educación afectivo-sexual entre los más jóvenes ya es escasa en sí misma, el problema se agrava con el asunto de los abusos. El tabú hace que las víctimas ni siquiera sepan que lo sufren tiene un nombre, que es delito y que no deben esconderlo. Es la ventaja del abusador: el silencio de una sociedad que juega a su favor.

“Calladitas y avergonzadas”, así permanecieron durante años Carme Diaby, Fátima Balde y Mónica Morlans, tres jóvenes catalanas que sufrieron abusos sexuales en repetidas ocasiones en edades comprendidas entre los tres y los 15 años. Todas ellas tenían al monstruo en su propia casa. Eran amigos, familiares o incluso el propio padre; unas figuras muy alejadas del clásico desconocido que ofrece caramelos del que se acostumbra a advertir a los más pequeños.

El monstruo en casa

De las tres chicas, solamente Mónica (25) pudo ser salvada cuando los abusos todavía se estaban produciendo, y todo gracias a un extraño comentario que su madre no quiso pasar por alto. Con cuatro años, madre e hija estaban juntas en el sofá, cuando a la pequeña se le escapó algo sobre los genitales. Un comentario poco habitual que "hizo saltar la alarma", recuerda Mónica. Entonces su madre tiró del hilo, la llevó al médico y al psicólogo. Y bingo: su padre abusaba de ella.

Para Carme y Fátima fue distinto. Nadie se dio cuenta. Carme (27) sufrió abusos por parte de un amigo de su padre hasta los 12 años, pero borró ese recuerdo hasta la adolescencia, cuando de repente aparecieron las secuelas. 

Pasó de ser una niña alegre a sufrir depresión, a autolesionarse. No quería hablar con sus padres, solamente quería salir y no pensar. Ella lo describe como despertar en un bosque, al que no sabes cómo has llegado y tienes que encontrar las pistas para salir: “Me despierto un día con 17 años y pienso: ¿Qué me han hecho? ¿A quién pido ayuda? ¿Ha sido culpa mía?”, cuenta. 

Un tiempo después dio el paso de contárselo a su madre, quien la llevó a terapia. Las dos guardaron el secreto durante cinco años, hasta que Carme consiguió empoderarse y explicar todo a la familia. “A partir de aquí me liberé. Cada vez que lo explicas te quitas un peso de encima y sientes que vas flotando, y ahora estoy flotando”, explica sonriendo.

“Me despierto un día con 17 años y pienso: ¿Qué me han hecho? ¿A quién pido ayuda? ¿Ha sido culpa mía?”

Fátima (23) sufrió abusos por primera vez a los tres años, después a los cinco, siete, ocho, 9 y 15. Fueron distintos agresores, entre ellos familiares que se suponía que debían cuidar de su hermano y de ella. “Arrastré esto durante muchos años. De hecho, aún estoy en proceso de empoderamiento, de quererme más a mí misma. Ahora lo llevo mejor, pero antes no podía dejar que me abrazaran, sufría si estaba a solas con un profesor”, recuerda. 

Al igual que sus compañeras, remarca la importancia de romper el silencio: “Compartir esta historia con mi madre y con ellas -sus compañeras- me ha ayudado muchísimo. Con mi pareja también lo he trabajado mucho. Pasé muchos años sin entender por qué no disfrutaba del sexo como mis amigas”.

Carme, Fátima y Mónica, 1decada5
Fátima, Carme y Mónica, '1decada5'.
Hugo Fernández

"Los niños se tienen que enterar"

Precisamente de romper el silencio se trata el proyecto que acaban de poner en marcha las tres supervivientes, ahora activistas: una iniciativa llamada ‘1decada5’. Con ella ofrecen charlas y talleres para explicar a niños y adultos que el abuso sexual a menores es una realidad, así como fomentar que se hable del tema con naturalidad y dar herramientas para actuar si aparece un caso. 

“Una vez se habla, ya no te pueden abusar más. Los pederastas juegan con que el abuso sea un tabú: oscuro, un juego entre tú y yo. Pero nos ha pasado a una de cada cinco. Hablemos de ello, por favor. Curémonos y denunciémosles a todos”, proclama Mónica.

"Una vez se habla, ya no te pueden abusar más. Los pederastas juegan con que el abuso sea un tabú"

No obstante, todavía queda el pensamiento adultista de que, a ciertas edades, no hay que tocar el tema: “La gente cree que los niños no tienen que escuchar eso. Pero es una cosa que pasa y se tienen que enterar, porque tienen unos derechos que se deben cumplir”, asevera Carme, a lo que Mónica añade: “A un niño a partir de tres años le puedes explicar que cuando la mano de un adulto va a sus genitales no es ningún secreto. Es algo que tenemos que contar”.

De hecho, la propia Carme decidió contar su historia a su hermana pequeña, en lugar de mantenerla en la ignorancia: “Se lo expliqué y lo entendió. A día de hoy, tiene 10 años y, si le preguntas qué es un abuso sexual, te lo explica tranquilamente. Incluso en el colegio, se lo contó a sus compañeros y comenzaron a hablar del tema con naturalidad. Al final toda una clase de veinte niños ya sabe qué es abuso sexual. ¡Y no ha pasado nada!”, afirma.

El estereotipo de abusador "enfermo"

En efecto, hablar del tema es primordial para desarmar al abusador, un perfil de hombre que no solo manipula al menor, sino también a todo el entorno para tapar el delito. “La persona que me abusó a mí, por ejemplo, ha manipulado a mis padres, a mis tíos, a todo el mundo. Hizo la farsa de aparentar ser muy buena persona hasta que le dejaron cuidar de mí, pero luego no era así”, apunta Carme. 

La misma experiencia tuvo Fátima: “El pederasta hace todo un proceso. No es de la noche a la mañana, sino que hay todo un trabajo, toda una preparación. Sabe perfectamente cómo dirigirse, cómo dar una cara en un momento y otra en otro”.

“Los pederastas son totalmente conscientes de que están haciendo algo que no se tiene que hacer”

“En el fondo tiene un plan”, dice Mónica, y todas asienten. Las tres activistas rechazan rotundamente la extendida justificación de que los agresores simplemente están enfermos: “Son totalmente conscientes de que están haciendo algo que no se tiene que hacer”, aseguran, y señalan que es algo que viene de lejos en la humanidad: “Utilizamos la palabra ‘enfermo’, pero la que está enferma es la sociedad. Venimos de la cultura de la violación; de la cultura de los abusos a menores como una herramienta normal para practicar sexo. Es la historia de la humanidad, la que está enferma en este aspecto”, sentencia Mónica.

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Fátima, Carme y Mónica, '1decada5'
Hugo Fernández

Un delito que no debería prescribir

En España se registraron 3.000 denuncias por abusos sexuales a menores, o lo que es lo mismo: una cada tres horas, solo en el año 2017. En el 90% de los casos, el agresor era un hombre. No obstante, solo el 15% de los casos llegan a denunciarse. El doloroso proceso de empoderamiento de la víctima choca de frente con un sistema judicial poco empático y un delito que prescribe cuando el superviviente cumple los 30.

A pesar de que recientemente se haya alargado la edad de prescripción del delito -hasta hace poco era a los 18 años-, las víctimas opinan que no es suficiente. Romper el silencio con un familiar o amigo cercano no es sinónimo de estar preparado para explicar la agresión ante un agente de policía. Pueden pasar años. "Algunos incluso mueren con el secreto", apuntan. 

“Cuando fui a terapia, yo era de las personas más jóvenes. Todos tenían entre 40 y 60 años, y ya había prescrito su delito. Es muy grave que hayan estado toda la vida callando y, cuando por fin consiguen liberarse, ya no puedan denunciar”, defiende Carme.

“Sufrir abusos sexuales cuando eres menor no es algo que deje de importar. Importará toda la vida” 

Por eso, las supervivientes defienden que el delito no debería prescribir nunca; no solo porque las víctimas necesitan mucho tiempo para empoderarse, sino también porque las secuelas de los abusos no caducan. Perduran de por vida: “Sufrir abusos sexuales cuando eres menor no es algo que deje de importar. Importará toda la vida”, argumenta Mónica, y concluyen: “Estas personas no nos tienen que decir a nosotras cuándo lo tenemos que hacer. No debería prescribir nunca”.

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Fátima, Carme y Mónica, '1decada5'.
Hugo Fernández
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