Cuando la pandemia eleva la ansiedad en la adolescencia: "Ahora me planteo cómo llegué a ese punto de desesperación"

Carlos y Diana, en las instalaciones de Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.
Carlos y Diana, en Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.
CEDIDA
Carlos y Diana, en las instalaciones de Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.

Dice Javier Urra, doctor en Psicología y primer Defensor del Menor que hubo en España, que la adolescencia es la etapa en la que quizás los hijos menos se merezcan ayuda, pero es cuando más la necesitan. Ese periodo entre la infancia y la entrada en la edad adulta suele ser es el más conflictivo y si a eso se añade una pandemia que lo ha trastocado todo, los problemas tienden a empeorar. Esta crisis ha generado ansiedad y ha incrementado ciertos malos hábitos entre un colectivo impulsivo que, aunque se destaca menos, también ha presentado su lado más cariñoso.

Urra es director clínico de Recurra-Ginso, un programa que cuenta entre sus servicios con el centro residencial Campus Unidos. Situado en la localidad madrileña de Brea de Tajo, este recurso está dirigido a menores de 12 a 17 años con fuertes enfrentamientos con sus progenitores. Tiene 96 plazas y en él trabajan un centenar de profesionales, entre educadores, terapeutas ocupacionales, médicos, psiquiatras... Aquí llegaron a principios del verano Carlos y Diana -que piden no ser identificados con sus nombres reales-, cuando la situación con sus familias se hizo insostenible.

"La relación con mi madre llegó al límite al quedarme embarazada después del estado de alarma. Ella quería que abortase y yo le dije que me iba de casa porque quería tener el bebé. A los dos días tuve un aborto espontáneo", recuerda ella. "Yo estuve medio mes fuera de casa en pleno confinamiento y mis padres llegaron a poner una denuncia por desaparición. Después empecé con problemas judiciales y casi acabo en un reformatorio", relata él.

Sentados en una de las aulas de esta instalación, ambos adolescentes cuentan su historia con la madurez que les está dando el profundo trabajo de reflexión y terapia que llevan meses haciendo. Los dos coinciden en que la cuarentena impuesta durante el segundo trimestre del año para frenar la expansión del coronavirus aceleró un desenlace que tarde o temprano se habría producido.

"Llevaba dos años con problemas en casa y cuando empezó el confinamiento se multiplicaron. Las discusiones iban en aumento porque yo quería seguir saliendo sin ser consciente de la gravedad de lo que pasaba. Puse en riesgo a mi familia. Puede haberlos infectado. Y si no estaba en la calle, para intentar que los incidentes no fueran a más, me tiraba desde las cinco de la tarde hasta las siete de la mañana en mi habitación jugando online con mis amigos", reconoce Carlos. "Mi madre y yo ya teníamos muchos problemas y estábamos acostumbradas a mantener la distancia. El hecho de no poder salir ni relacionarnos con más gente hacía muy fácil tener broncas. Yo siempre había sido más de callarme pero las últimas veces ya entraba en la discusión. Los gritos iban a más y las cosas se escapaban de control", interviene Diana.

Un sondeo de Amalgama7 y la Fundación Portal, especializadas en la atención a adolescentes y sus familias, refleja que el 58,3% de los padres admite que sus hijos aumentaron las malas contestaciones durante la reclusión -frente al 30,1% en tiempos precovid- y un 11,9% confiesa que llegaron al insulto durante el confinamiento -frente al 3,8% de febrero-. Los especialistas coinciden en que, si  se permite la ofensa leve se está dando pie a que progrese a un nivel moderado y a su vez acercando un tercer estadio, que puede incluir amenazas y en el peor de los casos, la agresión física.

Estudio 'Adolescentes, familias y Covid-19: ¿Convivencia o Supervivencia?'.
Estudio 'Adolescentes, familias y Covid-19: ¿Convivencia o Supervivencia?'.
Amalgama7 / Fundación Portal

A través de más de 1.500 entrevistas realizadas entre agosto y septiembre a hogares con hijos de 14 a 18 años, la encuesta agrega que el 23,2% de los adolescentes que antes de la pandemia no contestaban mal han consolidado ese comportamiento, y más de un 6% de los que no insultaban han afianzado los improperios en el núcleo familiar. El aislamiento y la no realización de tareas domésticas son otras de las malas prácticas que más se han agudizado.

"No me extrañan eso datos. Los chicos de esas edades están acostumbrados a cierta autonomía y pasar de eso a estar de lunes a domingo 24 horas pegados a sus padres hace que las tensiones crezcan", apunta Elena Ares, responsable del Servicio de Información y Orientación FAD Joven. Puesto en marcha en abril, el conocido como SIOF Joven atiende a chavales de entre 15 y 29 años -con la media de usuarios en torno a los 19- con dificultades psicológicas o sociales. 

El porcentaje más elevado de consultas recibidas en el 900 16 15 15 o en el Whatsapp 623 22 05 70 hace referencia a la angustia y la ansiedad por la convivencia o por dificultades con los estudios. "Durante el confinamiento la mitad de las consultas eran para tratar esos temas. Ahora se sitúan sobre el 40%", explica la psicóloga. El resto de los principales asuntos se encuentran a bastante distancia: el consumo de drogas y las cuestiones relacionadas con la toma de cualquier tipo de decisiones en el 14%; los temas de depresión en el 11%, y ya detrás, los problemas de pareja.  

Son muy leales, más abiertos respecto a las diferencias que generaciones anteriores y en general, respetuosos

A través del 900 65 65 65, Recurra-Ginso también ofrece atención y asesoramiento psicológico y en su caso destacan el incremento "del uso problemático de las redes sociales, incluyendo la pornografía, en ocasiones violenta". Su director clínico también apunta las llamadas de chicos "con una angustia existencial". 

Este escenario muestra una de las realidades de esta crisis sanitaria y socioeconómica y de los efectos que está teniendo entre los más jóvenes, pero los expertos se oponen a que se les culpabilice como colectivo. Un colectivo que ha abanderado causas como la medioambiental. "Hay muchos estereotipos negativos respecto a que no se comprometen y no se involucran pero hay un potencia enorme para que los jóvenes sean parte de la solución", destaca la directora general de FAD, Beatriz Martín Padura. "Son muy leales, mucho más abiertos respecto a las diferencias que generaciones anteriores y en general, respetuosos", añade Urra. Solo están en una etapa de "difícil autodominio" en la que "hay que aprender a escucharles" y no olvidar que son fruto de la sociedad actual.

"Lo más difícil es asumir que esa también era yo"

Diana, en Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.
Diana, en Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.
CEDIDA

"Las personas con las que convives aquí te muestran la actitud que tenías. Mu- chas veces ves el reflejo de tu comportamiento en los compañeros. Ahora me doy cuenta de ciertas cosas que me llevaron al límite pero me pregunto cómo es posible que llegase a ese punto de desesperación. Lo más difícil es asumir que esa también era yo. Me cuesta mucho reconocerme en aquellos momentos.

Llegué muy enfadada porque te sacan de tu mundo y te meten en un sitio donde no conoces a nadie, te arrebatan tu vida y al principio es difícil de encajar. Pero poco a poco te das cuenta del bucle en el que estabas. Ahora soy consciente de que había entrado en una dinámica de la que creo que no iba a salir. De no haber entrado aquí iba abocada al desastre."

"He aprendido a valorar lo que soy y lo que tengo"

Carlos, en Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.
Carlos, en Campus Unidos, centro residencial del programa Recurra-Ginso.
CEDIDA

"He sufrido mucho porque no sé cómo he sido capaz de comportarme así con mis padres. Aquí he podido pensar mucho y he aprendido a valorar lo que soy y lo que tengo, la familia que tengo. Y he aprendido a tratar los problemas conmigo mismo y a no culpar a los demás, a llegar a una conclusión y si no puedo, a pedir ayuda. Mis padres ahora me entienden y yo también les entiendo a ellos. Si me pongo en su papel no sabría que hacer. Sé que me van a perdonar y que todo esto se va a arreglar.

Mi miedo es que todo aquello me persiga. En ese momento no ves las consecuencias que lo que estás haciendo puede tener en tu futuro. Un claro ejemplo son las drogas. Va a llegar un momento en que serás mayor de edad, en el que las cosas se van a torcer y ya no será un juego. Perderás todo lo que quieres. El no llegar a ese punto es importante". 

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