Los españoles salen a la calle y caminan hacia la normalidad tras mes y medio confinados

Un padre pasea con su hijo por Madrid en el primer día en que se permiten las salidas con niños.
Un padre pasea con su hijo por Madrid.
Jorge París
Un padre pasea con su hijo por Madrid en el primer día en que se permiten las salidas con niños.

Abrir la puerta para caminar hacia una nueva realidad. Millones de españoles esperaban ansiosos el sonido del despertador este sábado para volver a disfrutar de sus ciudades, de sus calles, del aire libre. Para salir de casa sin un motivo, sin un propósito, solo pasear. Casi como antes. Un pedacito de normalidad después de más de un mes y medio confinados, aunque todavía falte mucho para volver a lo que un día fue.

El 14 de marzo Pedro Sánchez se asomó a millones de hogares en España para anunciarles que, durante al menos dos semanas, deberían permanecer encerrados sin salir, salvo por motivos de primera necesidad. Comenzó el estado de alarma. Solo abandonarían el domicilio para ir a trabajar -aquellos que no pudieran hacerlo a distancia-, comprar comida o medicamentos, ir al hospital, pasear al perro o por causas de fuerza mayor. Había que parar el virus y frenar la curva. Y esos 14 días se convirtieron en casi 50.

Hasta ese momento, prácticamente nadie había previsto que los casos de neumonía que se habían detectado al otro lado del mundo, en la ciudad china de Wuhan, pudieran paralizar el planeta. Ni siquiera cuando en La Gomera se detectó el primer caso de coronavirus, se pensó que acabaría convirtiéndose en un brote mundial. Ni cuando las cifras de afectados comenzaron a dispararse en Italia se vaticinó su devastador efecto en España. Hasta que llegó.

Desde entonces, los españoles han permanecido 48 días aislados en sus casas, unos solos, otros en familia; pero la inmensa mayoría respetando escrupulosamente las medidas adoptadas por el Gobierno, conscientes de la importancia de reducir el contagio y doblegar las cifras. Algunos también han visto la cara más amarga de la enfermedad, y han perdido la vida en su batalla contra el virus o han visto marchar a un ser querido sin poder despedirse de él.

En este tiempo, empresas y empleados han aprendido que el teletrabajo no es una utopía y los balcones se han llenado de aplausos de agradecimiento a quienes velan por el bienestar de la ciudadanía. Muchos han encontrado nuevas aficiones: las cocinas se han convertido en verdaderas reposterías y los salones en auténticos gimnasios, mientras que otros han despertado su vena artística. Y prácticamente todos han redescubierto las videollamadas, para paliar la añoranza de un beso, un abrazo o el contacto de un ser querido.

Frenazo a la economía

En este alivio del confinamiento, las salidas de los adultos se unen ahora a las de los niños, que ya pudieron volver a pisar la calle el domingo pasado. Con los colegios cerrados, los más pequeños han sabido soportar estoicamente el encierro, mientras hacían deberes en el ordenador y veían cómo sus padres o abuelos podían abandonar la casa, aunque fuera solo para ir a comprar o pasear al perro. 

Estos días han sido especialmente aciagos para el comercio y la hostelería. El coronavirus ha obligado a bajar la persiana temporalmente a todo tipo de locales, salvo supermercados, farmacias y estancos. Hay quienes pueden funcionar a través de Internet, pero otros deberán esperar a que avancen las fases de la desescalada para reemprender la marcha. Y muchos no tienen claro cómo ni cuándo lo harán. 

El impacto de la pandemia en la economía ha sido brutal. Muchos trabajadores han visto cómo sus empresas los incluían en un ERTE y otros han perdido directamente sus empleo, mientras que la situación de los autónomos también es tremendamente complicada. De hecho, el Gobierno ha anunciado este viernes un dato más que alarmante, al estimar que el desplome de la economía española por la crisis del coronavirus llegará al 9,2% en 2020 y que la tasa de paro subirá al 19%.  

Tras los pasos de China

Durante todo este tiempo, los españoles no han dejado de mirar de reojo hacia China, que al haber padecido la epidemia con antelación se ha convertido en un referente de lo que vendrá. El gigante asiático aplicó un confinamiento muy estricto en algunas regiones, como Wuhan (epicentro de la enfermedad), y ya ha conseguido reabrir colegios y restaurantes. Ahora, se afana en mantener la distancia de seguridad, en algunos casos con mamparas, para evitar una segunda oleada de COVID-19.

En Europa también hay países que han comenzado la desescalada y relajado las medidas de confinamiento adoptadas originalmente, si bien el resultado ha sido dispar. Dinamarca, por ejemplo, ya reabrió guarderías, escuelas y algunos comercios hace 15 días y Noruega la ha imitado esta semana. Por el contrario, las autoridades de Alemania -donde los ciudadanos nunca estuvieron totalmente confinados y podían salir a pasear- ha tenido que revertir algunas medidas de apertura, al detectar un repunte del brote.

Italia, el país europeo con más fallecidos, con 28.000 muertos con coronavirus, emprende el lunes su reapertura gradual y permitirá la reanudación de sectores como la construcción o las manufacturas, lo que pondrá en circulación a 4,5 millones de personas antes confinadas. Desde el 18 de mayo se reabrirán bibliotecas, museos y tiendas, y el 1 de junio será el turno de bares, restaurantes y peluquerías, siempre con mascarilla y evitando aglomeraciones.

Camino hacia la desescalada

Estos primeros paseos de los españoles, tras más de mes y medio enclaustrados, llegan 48 horas antes de que este lunes se inicie la desescalada con la denominada fase cero. El confinamiento total deja tras de sí cifras dramáticas, como los más de 215.000 positivos, los 24.800 fallecidos o los 41.200 sanitarios contagiados. También 6.871 arrestados por no respetar las medidas de aislamiento y 753.725 propuestas de sanción. 

Ahora España camina hacia la desescalada en cuatro fases, que no se desarrollarán de manera simultánea en todo el territorio y que el Gobierno prevé que culminen a finales de junio. Los españoles son desde este sábado un poco más libres, aunque todavía deberán esperar para recuperar el calor de un abrazo con sus seres queridos.

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