Objetivo, pisar la Luna antes de 1970: un viaje histórico en la cuerda floja

Módulo Lunar del Apolo 11.
Módulo Lunar del Apolo 11.
NASA
Módulo Lunar del Apolo 11.

La bandera desmontable que Neil Armstrong y Buzz Aldrin plantaron en la Luna el 20 de julio de 1969 se confeccionó con mimo. Durante tres meses, un equipo de técnicos afinó al máximo su resistencia, peso y estructura: había que transportarla en el Apolo 11 y ensamblar después sus piezas, a cámara lenta, en un lugar con otra atmósfera. Seguramente, bajo una temperatura extrema. Aquella tela de metro y medio de largo estaba destinada a ser el símbolo de una era, así que tenían que desplegarla bien.

Bandera desmontable del Apolo 11.
Bandera desmontable del Apolo 11.

Sonó premonitorio que en la "lista de tareas" que los astronautas llevaban cosida, como una chuleta, en sus guantes izquierdos, no estuviera ese preciso momento. No solo tuvieron problemas al extender el palo telescópico vertical, sino que clavarlo en el suelo les pudo costar un disgusto. Con 600 millones de espectadores atentos. La dureza del terreno les permitió hundirlo unos 15 centímetros y no 45 como estaba previsto, por eso lo inclinaron ligeramente hacia atrás y esperaron que aguantara con dignidad.

La misión, que cumple ahora 50 años, resultó un éxito. Pero la pelota de tenis, recordemos a Match Point, estuvo varias veces a punto de caer hacia el lado aciago de la red. La herencia recibida, lo complejo del proyecto y determinadas decisiones improvisadas pudieron influir en el desenlace. O lo hicieron.

JFK puso en aprietos a la NASA

La prisa y el miedo fueron dos factores perturbadores. En 1961, en plena contienda espacial con los rusos y con el desastre de Bahía de Cochinos reciente, el presidente John F. Kennedy anunció ante el Congreso, en un giro loco (pero solemne) de guion, que EE UU se había propuesto realizar un aterrizaje lunar tripulado antes del fin de la década. En la NASA se llevaron las manos a la cabeza. Por la falta evidente de dinero, las lagunas tecnológicas y, sobre todo, por las expectativas creadas. Sin embargo, no hubo vuelta atrás.

Armstrong, Aldrin y Collins (el tercero en discordia, el hombre más solo del universo), participaron en Gemini, precursor de Apolo y segundo programa espacial tripulado estadounidense. La cosa marchaba más o menos hasta que todo el país asistió con horror al incendio en el Módulo de Comando que acabó en 1967, en tierra, con tres astronautas del Apolo 1. Desde entonces y durante año y medio el fuego se convirtió en la obsesión de la Agencia, que revisó hasta el extremo contratos, procedimientos y tipos de combustible.

La tripulación suplente del Apolo 8 (Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin y Fred W. Haise, Jr.) realiza unas pruebas en noviembre de 1968.
La tripulación suplente del Apolo 8 (Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin y Fred W. Haise, Jr.) realiza unas pruebas en noviembre de 1968.

"Demasiadas cosas podrían salir mal", pensó Armstrong cuando se enteró de que formaría parte del Apolo 11. En esos momentos, diciembre de 1968, el Apolo 8 había despegado y él (y Aldrin) era parte de la tripulación suplente (backup). "El Módulo Lunar ni siquiera había estado en la órbita terrestre", dijo en una entrevista en 2001. No sabían si el radar o las comunicaciones (que, de hecho, fallaron bastante) funcionarían. No sabían nada. Quedaban siete meses para la misión y la mengua silenciosa de los fondos federales de la NASA seguía su curso.

La equipación suficiente de los laboratorios o la contaminación medioambiental por agentes desconocidos en el regreso a la Tierra eran otros temores fundados. Y los astronautas. La apretada preparación a la que fueron sometidos estuvo a punto de pulverizarlos. Tanto, que la NASA se planteó en junio retrasarlo todo, al menos, un mes. "Si algo no está listo o les estamos presionando demasiado...", dejó caer Sam Phillips, director del programa Apolo, en una reunión de urgencia al más alto nivel. Decidieron continuar.

Una cámara "cutre" para filmar

La tripulación del Apolo 11 pasea al lado del Saturn V en junio de 1969, un mes antes del lanzamiento.
La tripulación del Apolo 11 pasea al lado del Saturn V en junio de 1969, un mes antes del lanzamiento.

16 de julio. Unas dos horas y media antes del despegue desde el John F. Kennedy Space Center, las palabras "fuga" y "satélite" resonaron en varias cabezas en un momento especialmente crítico. En el primer frente, una cantidad no desdeñable de hidrógeno líquido escapaba por una válvula del cohete lanzador Saturn V, una mole de 111 metros y 2.800 toneladas (con combustible dentro). En el segundo, uno de los satélites que permitirían ver por televisión la pisada lunar había fallado y se buscaba una conexión alternativa.

Ambas situaciones se solventaron. La segunda, por cierto, con ayuda española: se logró en tiempo record, desde Madrid, juntar doce canales paralelos submarinos de voz entre las estaciones de Robledo de Chavela (España) y Greenbelt (EE UU) para alcanzar los 48 kilobits de ancho de banda que requería la transmisión. Un esfuerzo que después quedó un poco deslucido, ya que la cámara que iba a bordo del Módulo Lunar (Águila) era una Westinghouse de baja resolución y en blanco y negro. "Cutre", según el ingeniero jefe Max Faget.

Huella de Armstrong (Apolo 11).
Huella de Armstrong (Apolo 11).

La de color se la quedó Collins arriba, en el Módulo de Comando (Columbia). Costó convencer a unos cuantos de que filmar y fotografiar las misiones no era una pérdida de tiempo. Lo creía, por ejemplo, Frank Borman, comandante del Apolo 8, que más tarde reconocería su error. La presión de los geólogos que dieron clases exprés a los astronautas para que el Apolo 11 incluyera todo tipo de equipos con los que documentar la recogida de muestras fue clave. Ahorraron, sin pretenderlo, muchas lagunas a la memoria colectiva.

También hay que destacar el empeño de Chris Kraft (subdirector del centro de naves tripuladas) y Julian Scheer (administrador para asuntos públicos) en que la cámara de televisión no faltara; y el del director de la NASA, Deke Slayton, en llevar una antena extra. Después, gajes de la gravedad. La Westinghouse, que captó de inicio, por cómo estaba colocada, un plano ligeramente inclinado hacia la derecha del paseo lunar iba unida al módulo con un cable blanco que fue la pesadilla de Armstrong. El veterano de Corea esquivó en varias ocasiones un legendario tropezón.

Religión y golpe en las espinillas

Foto de Neil Armstrong tomada por Mike Collins a bordo del Apolo 11.
Foto de Neil Armstrong tomada por Mike Collins a bordo del Apolo 11.

"El Águila ha aterrizado (alunizado)". 102 horas, 46 minutos, 02 segundos. Alivio en el centro de control. Armstrong, el hombre que no confiaba en sí mismo para seleccionar bien las piedras que se llevarían para analizar (eso les dijo a los científicos) y que salió del Apolo 11 atado con una cuerda por si acaso, había salvado el descenso con su pericia de piloto. Registraba 156 pulsaciones por minuto. La nave se dirigía, sin visibilidad (por el polvo lunar) ni combustible, a una pradera de rocas con una "alarma 1202", por saturación del ordenador, martilleando en la consola. Salió bien.

Armstrong y Aldrin acabaron en el Mar de la Tranquilidad, a 6 km del objetivo y a 400 m de un respetable cráter. Collins, en órbita, no les veía. No habría extrañado a nadie, visto lo visto, que cuando Aldrin pronunció de repente, antes de salir al exterior, unas inesperadas palabras de agradecimiento estuviera al mismo tiempo tomando la comunión (con su vino y su forma), algo que no se televisó y que reveló él mismo en 1973. Lo hizo así porque con la lectura pública del Génesis de la Biblia que hizo en su día la tripulación del Apolo 8 la NASA había tenido suficiente.

Aldrin desciende del Módulo Lunar del Apolo 11.
Aldrin desciende del Módulo Lunar del Apolo 11.

No fue lo único que contó a posteriori. En su libro No dream is too high (2016), Aldrin reconoció que pasó cierta "vergüenza" cuando intentó subir de un salto al último peldaño de la escalera de la nave justo después de haber bajado. Intentaba comprobar cuánto impulso necesitaba y se golpeó las espinillas. Calculó mal. A la segunda lo logró, no sin antes vaciar su vejiga gracias al mecanismo habilitado en el traje para ello. Al menos ya se había esfumado su preocupación por que la escotilla se bloqueara (lo comprobó, y pensó en colocar algo como tope) y no pudieran volver a entrar.

Armstrong le hacía fotos con una cámara Hasselblad mientras charlaban. Estuvieron fuera unas dos horas y media. Una vez dentro, se dieron cuenta de que Aldrin había roto sin querer el interruptor de encendido del motor de despegue; cosas de la movilidad en el interior de una nave. Lo arreglaron a lo MacGyver, presionando con la punta de un rotulador. Aunque no habían podido completar todas las tareas asignadas, era el momento de irse. No hay instantáneas del despegue: a Houston no le dio tiempo de pensar cómo configurar la cámara. ¿Y Collins? Camino de cumplir un día entero orbitando. Solo.

La sonda rusa Luna 15

Nixon felicita a los astronautas del Apolo 11, en cuarentena, tras su regreso.
Nixon felicita a los astronautas del Apolo 11, en cuarentena, tras su regreso.

El Apolo 11 amerizó en el Océano Pacífico el 24 de julio. El presidente Richard Nixon, con quien habían conversado brevemente desde el espacio, acudió al portaaviones USS Hornet para felicitar a los tres astronautas en persona. Eso sí, a través de un cristal, ya que fueron puestos en cuarentena de inmediato.

El mandatario no había tenido que utilizar, menos mal, la carta que le había preparado William Safire, quien le escribía los discursos, por si se producía una catástrofe. "Nuestros héroes son hombres épicos de carne y hueso", rezaba la letra. El único plan de contingencia del Gobierno pasaba por leer negra misiva, cortar la comunicación con el Módulo Lunar y llamar a un sacerdote. Armstrong y Aldrin quedarían abandonados, en silencio, a su suerte.

El logro histórico de la NASA supuso un tanto doble en el contexto de la Guerra Fría y la carrera espacial. En primer lugar, porque EE UU había sido la primera potencia en llegar a la Luna con una misión tripulada. En segundo lugar, por Luna 15. Esta sonda rusa y desconocida había despegado desde el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán) tres días antes que el Apolo 11 con destino al satélite. Armstrong, Aldrin y Collins lo sabían. El centro de control les contó, cuando llevaban apenas 33 horas de viaje, que la Agencia TASS la situaba "cerca de la superficie".

Luna 15 no llevaba astronautas, pero sí pretendía alunizar. Su recorrido fue monitorizado, como el del Apolo 11, por el Observatorio Jodrell Bank (Reino Unido). Se estrelló el 21 de julio en el Mar de las crisis de la Luna horas antes de que los estadounidenses se fueran de allí (se enteraron en el regreso) y después de dar 52 vueltas a la órbita. Podrían haber coincidido. Columbia y Águila, finalmente, alcanzaron la gloria eterna con permiso del reportero Tintín, que 15 años antes exclamó en uno de sus cómics: "¡Por primera vez en la historia de la humanidad hay un explorador en la Luna!". ¿Les suena?

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* Fuentes: NASA (nasa.gov); NASA Space Science Data Coordinated Archive, NSSDCA (nssdc.gsfc.nasa.gov); NASA History (history.nasa.gov); Kennedy Space Center (science.ksc.nasa.gov); Apollo in real time (apolloinrealtime.org/11); Universities Space Research Association, USRA (usra.edu); Jodrell Bank Centre for Astrophysics (jodrellbank.manchester.ac.uk); National Archives (archives.gov); Telefonica; The First Men on the Moon, de David M. Harland; The Race for Space, de Betsy Kuhn; No dream is too high, de Buzz Aldrin; otras.

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