OPINIÓN

Las malas compañías

Arrimadas pide a Sánchez que no pacte los PGE con ERC y Bildu
El presidente Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.
Europa Press
Arrimadas pide a Sánchez que no pacte los PGE con ERC y Bildu

El arte de la diplomacia consiste, según sus mejores expertos, en que cuando se dice no, en realidad se quiere decir quizá. Y cuando se dice quizá, en realidad se quiere decir que sí. El buen diplomático lo es porque es capaz de ser un buen entendedor. En el arte de la política, una de las habilidades más provechosas es la de tener extraños compañeros de cama, sin que los prejuicios o la mala conciencia eviten el éxito de la estrategia que ha de llevar al poder, o a conservarlo.

En estos días, el nuevo ejercicio de agudeza visual en la política española consiste en establecer quién tiene compañeros de cama más extraños. El PP y Ciudadanos alternan habitualmente con Vox en determinadas comunidades autónomas y ayuntamientos. Y el PSOE comparte cama de matrimonio con Podemos desde que Pedro Sánchez recuperó el sueño que le hacía perder la posible presencia de Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros.

Ahora, el poliamor político amplía sus márgenes. En Moncloa confían en que en su cama tamaño king size quepan desde Ciudadanos hasta Bildu, pasando por PNV, Esquerra y la miríada de pequeños partidos regionales dispuestos a recibir dádivas a cambio de votos. En eso consiste la refriega parlamentaria.

El debate, por tanto, es si Vox y Bildu son fuerzas políticas equiparables

Así, la nueva batalla de imagen entre los partidos reside en que el enemigo parezca que tiene amistades más peligrosas que las propias. De manera que, según los partidos que conforman el Gobierno de coalición, si el PP y Ciudadanos gobiernan en Andalucía, Murcia y Madrid gracias a los votos de Vox, no pueden escandalizarse si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias hacen tratos con Arnaldo Otegi para que los cinco diputados de EH Bildu se sumen al grupo de partidos satélites del Gobierno y apoyen los Presupuestos Generales del Estado. El debate, por tanto, es si Vox y Bildu son fuerzas políticas equiparables.

La bancada izquierda del hemiciclo carga contra la bancada derecha recordando que hubo un día en que PP, Vox y Ciudadanos se hicieron una foto juntos en la madrileña plaza de Colón. Y la bancada derecha carga contra la bancada izquierda utilizando el apelativo de "Gobierno Frankenstein" por estar conformado, como aquel monstruo, con trozos de todo tipo de seres políticos, respetables o no tanto, según las opiniones.

La discusión no es muy profunda, en realidad. Pero el ruido provocado es ensordecedor. Y la política española lleva tiempo demostrando que elevar el nivel de decibelios suele tener una alta rentabilidad electoral. A menudo, mucho mayor que el análisis reposado de la gestión de cada cual. Porque la gestión de las cosas ha pasado a convertirse en un elemento de segundo grado. Se trata de una prioridad. Pero no es, ni de lejos, la primera de la lista.

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