Como era de esperar, vuelven las restricciones si es que alguna vez se habían ido del todo. En España, se ha optado por “convivir” con el coronavirus siempre que no se superen ciertos niveles de, digamos, contagios, ocupación de camas hospitalarias, de UCIS, etc.
Más o menos, excepto muy pocos países, es lo que hace todo el mundo. Es decir, los Estados, todos, y la mismísima Organización Mundial de la Salud, fallaron: no nos protegieron. Por arrogancia, por incompetencia, por lo que sea, pero nos fallaron.
España, o mejor dicho, el gobierno central no ha sabido o no ha querido establecer un sistema de ayudas que no fuerce a decenas de miles de personas a buscarse la vida porque no tienen apenas ingresos desde el mes de marzo. No me refiero a los golfos que les trae sin cuidado el bien común. Me refiero, sobre todo, a los autónomos y a pequeños empresarios (tiendas, bares, etc.).
Además, en general, los gobiernos mienten más que hablan. Tienen el poder de crear lenguaje: dan unas cifras de paro que no son reales, porque en su día decidieron que los ERTE fueran como “vacaciones en el mar”.
Algo pasa en el llamado primer mundo. Y grave. En países asiáticos, los muertos se cuentan por decenas. Aquí, por decenas de miles.
También no deja de ser curioso que, en pleno desastre como el actual, el ministro de Sanidad se dedique a hacer campaña electoral. No, no es normal, como tampoco lo es que los mismos que nos dijeron que esto era como una gripe continúen en sus puestos sesenta mil muertos después.
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