Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Un Gobierno feliz

El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, antes del primer Consejo de Ministros.
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, antes del primer Consejo de Ministros.
GTRES / Victor J. Blanco
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, antes del primer Consejo de Ministros.

Estrenar Gobierno en plenitud de funciones ya es todo un acontecimiento en España, habituados como estábamos a una interinidad que se antojaba inacabable. De ahí la expectación que suscitaron las promesas del cargo en la Zarzuela, la toma de posesión con su correspondiente trajín de carteras y, sobre todo, el primer Consejo de Ministros. Nos colaron en la retina el advenimiento pautado de los miembros del Ejecutivo a la Moncloa para que cada uno tuviera su minuto personal de gloria y alimentar el morbo que siempre genera el primer día de cole.

Todos con su cartera nueva, reluciente y descaradamente vacía al no comportar esfuerzo alguno para el brazo que la sujeta. Esa cartera que el flamante vicepresidente segundo Pablo Iglesias no acertaba a qué mano confiar, acostumbrado como estaba a su mochila de progre. Era como un tránsito a la respetabilidad institucional al que se resistieron sus vaqueros y esa postura de pistolero de piernas abiertas con que posó a las puertas de Presidencia, un tránsito que sí forzó con mayor empeño su compañero de fatigas Alberto Garzón al presentarse envuelto en un traje que debió prestarle su primo el gordo y con la corbata que había negado al rey cuando le prometió lealtad.

"Delgado será observada con la mayor dureza y, haga lo que haga, para sus oponentes siempre estará bajo sospecha"

La ortopedia y los nervios de los nuevos ministros contrastaban así con la naturalidad de los más experimentados a la hora de buscar acomodo en la mesa del Consejo de Ministros, convertida, por multitudinaria, en camarote de los hermanos Marx. Veteranos y debutantes coincidieron en exhibir su mejor semblante, con gestos de satisfacción y sonrisas sostenidas hasta proyectar la imagen de un Gobierno feliz, un conjunto de ministras y ministros encantados de estar ahí. Quiso, sin embargo, el presidente que los reunía que el protagonismo de la jornada recayera sobre una ministra saliente en lugar de en los entrantes.

Todos los medios ponían el foco sobre Dolores Delgado, a quien nada más soltar la cartera de Justicia la designó como fiscal general del Estado. Para la oposición, un escándalo; para Pedro Sánchez, un nombramiento normal dado el prestigio profesional de la interesada. Lo cierto es que la señora Delgado está sobradamente capacitada para ostentar el cargo que le proponen y que son las circunstancias, al proceder del Gobierno, las que comprometen su necesaria independencia. La nueva fiscal será observada con la mayor dureza y, haga lo que haga, para sus oponentes siempre estará bajo sospecha.

"De todo el Gobierno, puede que Iván Redondo sea el que más motivos tenga para reír feliz"

Más difícil de escrutar será el hombre fuerte del Gobierno, aunque no tenga silla en el Consejo de Ministros. Iván Redondo, el hasta ahora jefe de Gabinete de Sánchez, no solo ha sido confirmado en su puesto de estratega y consejero áulico del presidente, sino que ve reforzada su posición en la estructura de poder del Gobierno al confiarle también la Secretaría de Estado de Comunicación. Se trata, en realidad, de hacer oficial lo que hasta ahora acontecía de manera oficiosa en la Presidencia, donde el grado de confianza y complicidad de Sánchez con Redondo era tal que su lugarteniente influía decisivamente en el área de Comunicación. De todo el Gobierno, puede que Iván Redondo sea el que más motivos tenga para reír feliz.

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