OPINIÓN

Prohibido hasta el silencio

El Gobierno cierra filas con Marlaska tras las peticiones de cese por la muerte de dos guardias civiles en Barbate
Fernando Grande-Marlaska.
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El Gobierno cierra filas con Marlaska tras las peticiones de cese por la muerte de dos guardias civiles en Barbate

Las indecentes maniobras de Fernando Grande-Marlaska para evitar que la España democrática guarde unos minutos de silencio por los dos guardias civiles asesinados en Barbate y la prohibición expresa a los miembros de ese Cuerpo de que asistan a esos mismos minutos mudos que han convocado las instituciones a las que no llega su mano, me ha hecho recordar los llamados "años de plomo" en los que los féretros de los agentes de la Institución Armada asesinados por ETA en el País Vasco eran sacados a escondidas y de manera vergonzante por las puertas traseras de las iglesias en las que, con no pocas dificultades, se habían podido oficiar los funerales por ellos.

Sí. Ésta es la macabra y obscena paradoja a la que nos han enfrentado el sanchismo y su Gobierno: trece años después de la desaparición fáctica del terrorismo de ETA, el mismo sujeto que pasó por ser el azote judicial de dicha banda nos traslada de pronto a aquel ominoso silencio que creíamos ya superado.

Lo más grave e hiriente es que no estamos ante un hecho circunstancial ni anecdótico, sino ante un comportamiento que se ha revelado sistemático y en el que concurren, como en aquella triste época, la voluntad de desdramatizar una tragedia políticamente incómoda, y los gestos de animadversión hacia lo que representa ese Cuerpo de Seguridad con el que el actual ministro de Interior ha tenido innumerables encontronazos. A la prohibición no ya de la palabra sino del propio silencio se ha sumado la utilización de su cargo para impedir a toda costa que las banderas constitucionales ondearan a media asta

por unos hombres caídos en acto de servicio y para amenazar con sanciones a los compañeros que desearan mostrar su luto. El hecho es insólitamente real, aunque no menos simbólico y denotativo de la conducta habitual de un Ejecutivo que, empezando por su presidente, solo tiene como norte la permanencia en el poder al precio que sea. Al precio de silenciar todo atisbo de crítica por los despropósitos que perpetra a causa de su incompetencia, su interés o su indisimulable sectarismo ideológico, que es el que dicta infaliblemente sus decisiones, como la supresión en septiembre de 2022 de la unidad de élite OCON-Sur destinada a combatir el narcotráfico en el Estrecho, de la que no se dio explicación alguna.

Como la de no dotar al Cuerpo de Seguridad más eficaz y sacrificado en la defensa de nuestra legalidad de los medios necesarios para su trabajo sino, al contrario, abundar en ese olvido que –todo hay que decirlo- viene muy de lejos. Uno sabe de lo que habla. Lo sabe por los años en los que tuvo de escoltas en su tierra a miembros de la Guardia Civil y en concreto del GAR precisamente, a un personal admirable que debía suplir diariamente con su valor y su profesionalidad una escasez y una precariedad de medios que constituían un agravio al lado de la ostentosa equipación material de la que gozaba la Policía autonómica.

La portavoz de Gobierno Pilar Alegría ha dicho que "el trabajo de Marlaska está fuera de toda discusión". Pero lo que realmente está fuera de discusión es la indignidad de un Gobierno que tiene como programa político la huida hacia adelante caiga quien caiga en el sentido más literal de la expresión. Y que ha prohibido hasta el silencio por unos héroes en el mismo país que hace una década lloraba por el sacrificio del perro Excálibur.

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