El calor inusual vuelve a adelantar la presencia de la oruga procesionaria este año, peligrosa incluso pisándola

  • Pisar las orugas para matarlas es un error; sus espinas urticantes quedan en el calzado y las llevaremos a casa.
Las orugas procesionarias salen de sus bolsones en fase de larva para alimentarse de diferentes plantas herbáceas.
Las orugas procesionarias salen de sus bolsones en fase de larva para alimentarse de diferentes plantas herbáceas.
Dominio público
Las orugas procesionarias salen de sus bolsones en fase de larva para alimentarse de diferentes plantas herbáceas.

Las anómalas temperaturas cálidas de este invierno, más propias de mayo, han adelantado la aparición de la oruga procesionaria, una especie de lepidóptero que, en su fase de larva, presenta pelos urticantes con un veneno tóxico para los niños, perros y otros animales.

La oruga procesionaria, conocida científicamente como Thaumetopoea pityocampa, vive en zonas boscosas, principalmente de pinos y cedros. Su fase de oruga se desarrolla entre los meses de febrero y junio. Es en esta etapa cuando su contacto es peligroso, ya que los pelos que recubren su cuerpo contienen una toxina llamada thaumatopina. Las orugas se desplazan en busca de alimento formando una hilera, o procesión, que les ha dado su nombre común característico.

Los depredadores naturales de las orugas procesionarias en España son las aves, con los paseriformes insectívoros a la cabeza, como los herrerillos y los carboneros, entre otras especies. Las hormigas, las avispas y los cicácidos también son grandes aliados ya que se comen sus huevos. Mamíferos como los murciélagos se alimentan y controlan las poblaciones de procesionaria, ayudando a prevenir las plagas, por lo que el equilibrio del ecosistema, además de ser delicado, es fundamental para mantener este tipo de especies tóxicas a raya.

¿Por qué es tan peligrosa para los perros?

La oruga procesionaria es una amenaza debido a la presencia de una toxina altamente irritante en sus pelos, la thaumatopina. Los grupos de mayor riesgo son los perros, especialmente aquellos que son más curiosos o juguetones y pueden olfatear, lamer o incluso ingerir las orugas.

Estos pelos, o espinas compuestas de quitina y presentes en el cuerpo de la oruga, se desprenden fácilmente cuando se siente amenazada y penetran en la piel del perro, pudiendo provocar reacciones alérgicas graves en la piel y en las vías respiratorias de los animales que entran en contacto con ellos.

Cómo actuar en caso de contacto

Si un perro entra en contacto con una oruga procesionaria, es fundamental actuar con rapidez y eficacia. Los síntomas de la picadura pueden incluir hinchazón, problemas oculares, picazón, enrojecimiento, prurito intenso, necrosis, dificultad para respirar y, en casos graves, un shock anafiláctico.

  • Lo primero que hay que hacer es retirar al perro de la zona de peligro para evitar nuevos contactos y empeorar la situación.
  • Siempre protegiendo nuestras manos con guantes, abrir el hocico y revisar la lengua y las mucosas en busca de la presencia de los pelillos urticantes.
  • Lavar la zona afectada con abundante agua o suero, evitando frotar para que no se liberen más toxinas. No usar agua oxigenada, vinagre ni ningún otro producto salvo agua o suero, ya que pueden empeorar la irritación.
  • Si el contacto es en el interior de la boca del perro, mantenerle la cabeza inclinada para que no trague el agua, sino que esta arrastre los pelillos hacia el exterior. Una jeringa puede resultar muy útil para proyectar agua tibia a baja presión desde los laterales, ayudando a eliminar los pelos urticantes.

En todos los casos, se recomienda llevar al animal al veterinario de inmediato, donde el tratamiento dependerá de la gravedad de la picadura e incluirá antihistamínicos, corticoides y, en algunos casos, analgésicos o antibióticos. En las situaciones más graves, puede ser necesaria la hospitalización o una intervención quirúrgica.

Cómo prevenir un encuentro con orugas procesionarias

Dado que el cambio climático y el aumento global de las temperaturas están afectando el ciclo de las orugas procesionarias, para evitar el contacto con ellas es esencial tomar algunas medidas que pueden implicar ajustar nuestras actividades al aire libre con el perro.

En primer lugar, se recomienda evitar paseos por zonas boscosas donde abundan los pinos o los cedros, ya que son su hábitat natural. Se debe mantener al perro bajo control durante las salidas al campo o espacios verdes, para tener una supervisión más cercana y evitar que el animal se acerque a áreas potencialmente peligrosas.

En caso de observar orugas procesionarias, no se debe intentar eliminarlas de forma individual, ya que el contacto con sus pelos puede ser peligroso. Pisar las orugas para matarlas no resulta una buena idea, dado que nos llevaremos a casa los pelos urticantes en la suela del calzado, con todo el riesgo que eso puede suponer si andamos descalzos, hay presencia de niños en edad de gatear u otros animales domésticos. Se recomienda avisar a las autoridades locales para que tomen las medidas adecuadas.

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