Los emoticonos no lo son todo y cantidad de relaciones no es lo mismo que calidad

Una mujer utilizando un dispositivo móvil.
Una mujer utilizando un dispositivo móvil.
EUROPA PRESS / AIES
Una mujer utilizando un dispositivo móvil.

En los últimos años, el impacto de las nuevas tecnologías en las relaciones humanas ha revolucionado el concepto de comunicación. Y como casi todo en la vida, este concepto se asienta ahora sobre una balanza. De un lado, la comunicación ahora ha mejorado nuestra conexión global, nuestro aprendizaje, nuestra expresión, por otro, es un arma de distracción masiva (tal y como lo ha calificado mi compañero Pedro Bravo), de disociación con la realidad.

Hoy los mensajes son instantáneos y es posible mantener vínculos y conexiones a larga distancia. Aumentamos así la frecuencia de nuestra comunicación y podemos compartir experiencias, ideas, inquietudes, sentimientos, todo, a tiempo real

Por también, las redes sociales, que son las protagonistas indiscutibles de esta revolución tecnológica, pueden crear una percepción muy superficial de las relaciones, estamos expuestos a los aspectos más idílicos de la vida de las personas y esto provoca lo que ya se conoce en psicología como el síndrome FOMO, que básicamente es el miedo, la ansiedad, de estar perdiéndote cosas. Nuestro cerebro está expuesto a través de la pantalla a eventos multitudinarios, viajes continuos, experiencias maravillosas, belleza, éxito, familias perfectas... Lo cuál puede proyectar mucha frustración en tu propia vida e incluso provocar el efecto contrario a la conectividad, despertándose una sensación de soledad y desazón de tu valía personal que no está justificada.

Además, parece que la cantidad de las relaciones se encuentra por encima de la calidad de las mismas.

Decimos: "Tengo 624 contactos en Instagram y 1400 en Facebook y otros tantos en Twitter". Sin embargo, esto no es sinónimo de abundancia, no son tus amigos, no van a a estar ahí cuando los necesites, no puedes contar con ellos. A este fenómeno se le conoce como ‘ilusión de conexión’, realmente no tienes un soporte emocional ni íntimo con ese volumen de  'seguidores'.

Y esta cantidad ilusoria de personas afecta a la calidad del tiempo que sí que le dedicas a la gente que está en tu entorno, a tu familia, pareja o amigos reales, hoy las redes sociales son el mayor distractor que tenemos mientras interactuamos cara a cara con ellos.

Esta problemática es particularmente importante en niños y adolescentes, en los que su cerebro se está desarrollando y el uso excesivo de pantallas puede impactar en la formación de sus habilidades sociales y emocionales, a su red de apoyo, esa que todo el mundo necesitará en algún momento.

No olvidemos que las interacciones presenciales con otras personas son las que nos generan una sensación más profunda de conexión, ahí está presente la comunicación no verbal completa, los emoticonos (a pesar de sus bondades) emiten señales parciales e incluso postizas de nuestro estado de ánimo, a través de la pantalla no se interpreta una mirada, no se sostiene un silencio, no nos proporciona contacto a través de la piel, no damos abrazos, no olemos al otro, se pierde nuestro instinto, es imposible que el vínculo y el apego sea tan profundo, tan íntimo.

Todo se trata de educación y de no perder de  vista lo natural para poder servirnos de una inteligencia artificial. La tecnología avanza como una herramienta muy poderosa pero se debe mantener el equilibrio al usarla, fomentando un uso consciente y saludable.

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