Quejarse no solo es malo para tu cerebro, también para los que te rodean

Hombre enfadado.
Poner límites y expresar lo que no nos gusta es saludable. Quejarse constantemente es perjudicial para nuestro cerebro y para nuestro entorno.
PIXABAY
Hombre enfadado.

Todos podíamos intuir que quejarse constantemente por todo no debía ser un comportamiento muy sano para esa persona. Sin embargo, lo que más me ha sorprendido sobre el tema, es el estudio científico de la Universidad de Stanford, en el que además se destaca que esa negatividad es perjudicial para la gente que, a pesar de no ser tan gruñona, está expuesta a esa queja en su ambiente de forma habitual.

Una de las conclusiones de esta investigación es que, tan solo, la mera exposición a 30 minutos de quejas por día puede dañar las neuronas del hipocampo. Esto implica un menor funcionamiento cognitivo, dado que esta región se utiliza para la resolución de problemas.

Este efecto se produce tanto por las quejas propias, como por las que escuchamos de alguien de nuestro entorno; porque el punto está en la acción global que genera manifestar esa negatividad. En estas situaciones, el cerebro libera neurotransmisores asociados con el estrés y la ansiedad, como el cortisol y la adrenalina. Estos pueden activar la respuesta de lucha o huida del cuerpo, lo que aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la tensión muscular.

Para llegar a este resultado, los científicos del estudio utilizaron imágenes de resonancia magnética (IRM) de alta resolución que permitieron detectar: “La relación directa entre las experiencias de vida estresantes, y su exposición a largo plazo, a las hormonas producidas durante el estrés y consecuentemente, el encogimiento del hipocampo”.

Así, la expresión continua de pensamientos negativos, de descontento, desagrado, o furia generan una nueva configuración en el cerebro; de esta forma, el cerebro se acostumbra y entiende que será más fácil y 'normal' ser negativo que positivo. Quejarse se convierte en un comportamiento predeterminado. Algo que además retroalimenta esa queja para ti y contagia y contamina a los demás.

¿El antídoto? Los expertos lo tienen claro: la gratitud. Una investigación realizada por la Universidad de California, reveló que las personas que trabajaban a diario para cultivar una actitud y pensamientos de gratitud experimentaban un mejorado estado de ánimo y energía y una ansiedad sustancialmente menor, debido al descenso de cortisol

Es decir, la cura pasaría por detectar cuando se están experimentando pensamientos negativos o pesimistas, modificarlos y pensar en algo positivo y por lo que nos sintamos agradecidos. Siguiendo los principios de la neuroplasticidad, esa actitud positiva, poco a poco, se puede convertir en una forma de vida más saludable (y también contagiosa).

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