La depresión en jóvenes, cada vez más frecuente pero aún estigmatizada: "Te abandonas, te dejas ir y te vas hundiendo"

Una chica joven con depresión.
Una chica joven con depresión.
Pexels
Una chica joven con depresión.

En un complejo contexto social como el actual, marcado por un ritmo acelerado y demandas constantes, la depresión se manifiesta como una sombra silenciosa que afecta a cerca de 280 millones de personas en todo el mundo, según datos de la ONU. Ahora bien, hay una parte de la sociedad que es más vulnerable y en la que se vuelve necesario priorizar la salud mental para evitar mayores problemas en el futuro: la infancia y la adolescencia.

El porcentaje de jóvenes que acuden a tratamiento por depresión se incrementa cada vez más, según explica a 20minutos Pablo Llama, psicólogo de Proyecto Hombre Madrid, con motivo de la celebración este sábado del Día Mundial de la lucha contra la Depresión. La asociación ha visto cómo esa cifra ha aumentado un 15% en los últimos tres años. El experto estima que más del 50% de los trastornos mentales se manifiestan durante la adolescencia, que es cuando empieza a cristalizarse la personalidad y se producen cambios significativos.

Cambios propios de la transición a la edad adulta, pero que, sumado a ciertos factores, no todo el mundo es capaz de gestionar, tal como le ocurrió a Fran, un valenciano de 23 años a quien le diagnosticaron depresión con 17, cuando al terminar el Bachillerato le asaltaron las dudas y los miedos sobre qué hacer con su vida a partir de entonces. El joven traslada a este medio que fue consciente de que tenía un problema cuando se percató de que su estado mental le impedía hacer "vida normal".

"Te limita en casi todo porque ya no depende de un esfuerzo físico, sino que luchas contra algo más fuerte solo para levantarte de la cama", reconoce al explicar que le resultaba muy complicado encontrar una razón para salir de su habitación. "Te abandonas, te dejas ir y te vas hundiendo cada vez más", agrega.

Alba, por su parte, tiene 25 años y vive en Madrid, donde acudió a una clínica especializada en TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria) y allí, en la primera consulta, la psiquiatra le "soltó la bomba": "En el momento en el que me enteré de que tenía depresión me quedé bastante impactada". En 2016 un psicólogo le había diagnosticado un trastorno alimenticio debido a problemas en su infancia, y ella pensaba que además podía tener ansiedad, pero no se veía a sí misma como el prototipo de 'persona deprimida'. 

Ahora bien, sí llegó un momento en el que empezó a preocuparse. "Estaba siempre muy cansada y me dejé más de lo que lo había hecho nunca, entré en un bucle. Dejé de leer, de escribir, tampoco cantaba, me dedicaba a dejar pasar el tiempo", comenta. La cosa empeoró cuando le encontraron bultos en el pecho, lo que le llevó a pensar que tenía cáncer. "¿Lo peor? Me hizo feliz, así iba a perder peso seguro, incluso llegué a pensar que si todo acababa, sería lo mejor para todo el mundo", confiesa.

Qué es la depresión: sus síntomas

El experto de Proyecto Hombre detalla que una depresión no es "una tristeza sin más", sino que está caracterizada por una sensación de pesadumbre mucho más intensa y continua. "Además, se acompaña en muchos casos del pensamiento pesimista y una fuerte incapacidad por sentir placer por cosas que antes nos gustaban mucho".

Llama expone asimismo que los síntomas en la adolescencia pueden ser diferentes a los de la edad adulta: irritabilidad, hostilidad, rabietas frecuentes, falta de energía, tendencia a aislarse socialmente, comportamientos iracundos, baja autoestima, responsabilidad excesiva, hablar sobre sí mismo de una manera despectiva, aburrimiento constante, y trastornos alimenticios o de sueño.

"Quizás ahí nos tenemos que preocupar", advierte, aunque recuerda que siempre hay que evaluar todos los síntomas y comprobar si ese estado de ánimo negativo es sistemático. "No se trata de que intentemos patologizar la vida cotidiana ni de que cada vez que nos sintamos tristes creamos que tenemos una depresión", recalca.

La pandemia, las redes sociales y el contexto personal

Las causas que pueden generar un trastorno depresivo son muchas y dependen de cientos de factores que influyen en la vida de una persona, pero hay algunas cuestiones que afectan de forma directa a los jóvenes, como la pandemia del coronavirus, las redes sociales y el contexto personal de cada uno.

El psicólogo señala que desde la covid-19 ha habido un notable aumento de pacientes con sintomatología depresiva: "La sensación es que probablemente hay un incremento por las consecuencias en la salud mental que conllevó la pandemia". No obstante, también hay otros factores, como las propias características de la etapa evolutiva.

"Los adolescentes tienen que responder a un mundo cada vez más demandante y esto les hace más vulnerables. Las nuevas tecnologías, que aportan muchas cosas positivas, también generan riesgos en este sentido y pueden llegar a estresar mucho a los jóvenes", explica Llama, quien manifiesta la importancia de tener pensamiento crítico.

La constante demanda, y cada vez a edades más tempranas, de estar bien relacionados, tener muchos amigos, ser guapos y ser "muy molones", entre otras, son aspectos que, a juicio del experto, influyen de forma considerable. "Aunque son cosas que siempre han estado ahí, ahora se manifiestan más y a edades más tempranas, donde las redes sociales y no tener momentos de desconexión influyen mucho".

Otro factor es el contexto vital que cada uno tenga en su infancia, ya que puede marcar el resto de la vida. Es el caso de Ana, de 57 años y quien sufre de una depresión crónica. Ella empezó a tener brotes de tristeza sobre los 10 años y los siguió teniendo durante la adolescencia, pero no sabía de dónde venían y, como en aquella época apenas se hablaba de salud mental, no fue capaz de entender lo que sentía. Tras casarse a los 19 años y tener su primer hijo a los 21, la situación dio un giro: comenzó a ver imágenes en las que un hombre abusaba de ella cuando era pequeña.

"Como llevaba una vida activa no me daba permiso a mí misma para indagar en qué estaba pasando, pensaba que estaba loca, hasta que decidí acudir a un profesional", reconoce. Entonces, tras varias sesiones, el psiquiatra le explicó que su cerebro había borrado aquel episodio de su niñez, algo que, según le dijo, era normal en los más pequeños, pero que era probable que hubiera arrastrado un estado depresivo desde entonces.

El estigma social y la relación con el entorno

Cada vez se habla más del bienestar emocional, pero tanto pacientes como expertos indican que todavía queda mucho por hacer. "Queramos o no, la salud mental todavía lleva un estigma asociado bastante grande", asegura el psicólogo al trasladar que toda la sociedad debería poner "un granito de arena" para dejar de estigmatizar.

"Quizás nos es más sencillo hablar de que podemos acudir a terapia, por ejemplo porque queremos crecer personalmente, pero cuesta un poco más admitirlo cuando tenemos algo clínicamente significativo como un trastorno depresivo u otros trastornos", añade Llama al remarcar la importancia de normalizar, ya que la persona se puede culpabilizar y sentir vergüenza, lo que dificulta pedir la ayuda adecuada.

En este sentido, Ana cuenta que en su época ir a un psicólogo o psiquiatra estaba "muy mal visto", hasta el punto de que ella no le contaba nadie que iba a terapia, solo a su marido. "Por suerte, ahora la sociedad ha avanzado mucho y me sorprende que haya gente que esté pasando una depresión y no lo diga por el miedo a qué pensarán los demás".

Muchos pacientes, como Alba, sienten que la salud mental sigue siendo un "tema bastante tabú". "Es bastante difícil que la gente te entienda o que no piense que solo quieres llamar la atención", señala al explicar que ella está de baja por depresión y aún hay a quien le "choca mucho", incluso al propio médico de cabecera, algo que encuentra "surrealista y estúpido".

Así las cosas, los actores del entorno de una persona con depresión pasan a tener un papel importante: la familia, las amistades, el colegio o cualquier individuo próximo. "Tenemos que aprender a escuchar, pero sin dar muchos consejos, solo intentar acompañar, ayudar y, sobre todo, no culpabilizar ni estigmatizar, porque nadie elige tener un trastorno depresivo", explica Llama.

Sin embargo, no siempre es fácil. Los pacientes aseguran que, normalmente, prefieren disimular su malestar de puertas para afuera. "Cuando salgo a la calle soy la mujer más feliz del mundo, pero nadie ve cómo estoy en casa, donde puedo llegar a sumirme en la tristeza más absoluta", confiesa Ana.

"Yo reprimía todo ese malestar y fingía normalidad con mis amigos porque no quería ni sabía cómo hablar del tema", reconoce también Fran, quien añade no obstante que sí se refugiaba en su familia y su pareja: "La parte más dura se la llevó mi círculo de confianza, con ellos me derrumbaba".

Alba coincide en que le resulta difícil tratar el tema. "Involucra a mucha parte de mi familia y mis relaciones cercanas, y no quiero hacer daño a nadie. Tampoco es que mi familia sea muy empática y la mayoría no conoce el proceso por el que estoy pasando, ni mucho menos que tengo problemas de salud mental", apunta, aunque destaca que su pareja, su madre y sus amigas han empezado a ser su gran punto de apoyo.

Todos coinciden en que, muchas veces, el simple hecho de no sentirse solo les anima. "A veces lo único que necesitas es que te cojan de las manos y digan 'venga vamos a la playa o vamos a caminar", asegura Ana. "A veces solo necesitas saber que están a tu lado", agrega, por su parte, Fran. Mientras, Alba señala que pasear o quedar para jugar a juegos de mesa son actividades con amigos que le ayudan a salir del bucle.

En todo caso, el experto insiste en que, aunque es normal tener miedo a acudir a un profesional, siempre hay que afrontar ese temor: "Nunca vamos a juzgar, solo vamos a acompañar y escuchar respetando los ritmos y poniendo nuestro saber a su disposición para que podamos hacerles dejar de sufrir un poquito, se trata de crear un entorno seguro".

Los profesionales públicos, desbordados

Desde Proyecto Hombre apuntan que la inversión realizada por las administraciones en los últimos años, así como la creación de números de ayuda como el 024 (línea de atención para la conducta suicida) son esenciales. Ahora bien, Pablo Llama insiste en la importancia de que los jóvenes reciban un tratamiento temprano y adecuado.

"El 50% no llega en ningún momento a tener la ayuda necesaria, bien porque no la piden o porque no la hay o no llega, ya que las consultas públicas y las administraciones están desbordadas", señala. En este sentido, incide en que se deberían aumentar los recursos económicos para poder dar respuesta a la actual demanda.

Precisamente, esta falta de acceso a un profesional es un hecho al que se enfrentan numerosas personas. "Cuando mi médico me dijo que probablemente tenía depresión le pregunté cuándo podría tener una cita con el psicólogo de la Seguridad Social. Estábamos hablando de una espera de más de un mes, y ahí se acaban los recursos del Estado para tratar estos problemas de salud", expone Fran.

"La salud mental en la Seguridad Social es un desastre, conseguir cita es imposible, las citas de espera son interminables y conectar con el especialista que te toque es difícil, sobre todo porque están tan saturados que preocuparse por ti no es una prioridad. Suena horrible, pero es así", añade Alba.

Como ellos, y ante esa situación, muchos acaban recurriendo a consultas privadas. "Yo estoy en una clínica privada que puedo permitirme gracias a mi madre. Estoy con una psicóloga, un psiquiatra y una nutricionista, lo que termina siendo una suma bastante grande de dinero cada mes", comenta Alba, quien sostiene que si los recursos públicos funcionaran en este sentido, "poca gente se gastaría la pasta que cuesta una sesión en la privada".

Con esta afirmación coincide Fran al exponer que él tuvo la ayuda de su familia, pero que es un gasto que conlleva un esfuerzo económico y que por momentos se convertía en "una dificultad más". "Si una persona no puede pagar a un profesional, depender del sistema de salud pública es casi una condena", asegura.

El problema está, según Llama, en que, a día de hoy, el número de demandas no está adecuado con el número de profesionales que hay. De este modo, el experto enumera que algunas soluciones pasarían por aumentar los programas, los profesionales y la manera de ayudar a las personas; aunque resalta que cualquier mejoría es bien recibida.

Y es que la salud mental marca a las personas, por lo que la prevención y un correcto tratamiento se vuelve fundamental. "Superar mi situación actual sería un cambio tan radical en mi vida que no puedo imaginarlo", expresa Alba al asegurar que le permitiría avanzar profesionalmente, mirarse al espejo sin odiarse y priorizarse a sí misma. 

"Recuperar un poco la normalidad en mi vida, conocerme mejor y aprender a gestionar mis sentimientos se siente como una pequeña victoria", comenta Fran, mientras que Ana declara que el hecho de no tener que disimular su tristeza ante los demás sería muy tranquilizador.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento