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Claves para disfrutar de la Nochevieja con un niño con discapacidad intelectual: "Hay que valorar si acudir o no a ciertas situaciones"

Una madre besa a su hija con discapacidad intelectual al lado del árbol de Navidad.
Una madre besa a su hija con discapacidad intelectual al lado del árbol de Navidad.
Getty Images
Una madre besa a su hija con discapacidad intelectual al lado del árbol de Navidad.

Una de las fechas navideñas que más pueden alterar a los niños con discapacidad intelectual es la nochevieja, pues es en la que se pueden generan más situaciones estresantes.

Tanto la Nochebuena como en la última noche del año suponen cambios bruscos de rutina, pero mientras que la primera está más ligada a reuniones familiares multitudinarias o situaciones sociales más o menos estresantes para el niño, a la nochevieja hay que sumar ruidos dentro y fuera del hogar, como petardos, bullicio en las calles, fuegos artificiales, silbatos…, o acostarse aún más tarde.

Anticipar, adaptarse al niño y respetar sus tiempos y lo que le apetece o no hacer serán puntos clave si queremos empezar el año sin más estrés del necesario.

Manejar las aglomeraciones o reuniones masivas

Al igual que en otras circunstancias que ‘obligan’ a salirse de la rutina y estar con más gente de lo habitual, es esencial que le anticipemos siempre a que se va a enfrentar.

En función de la comprensión y de las necesidades del niño, podemos usar algún SAAC o (sistema alternativo o aumentativo de comunicación), si tiene el nivel de comprensión suficiente, oralmente, aunque en este último caso también ayuda que tengan reflejando de alguna manera visual qué va a ocurrir.

El sistema más habitual para hacerlo son los pictogramas a través de historias sociales o secuencias, pero podemos usar el sistema que mejor se adapte a sus necesidades.

Debemos reservarle un rincón de la calma para que "vaya saliendo a lo largo del día de la aglomeración cuando lo necesite", le permitirá darse respiros

Además, estemos en nuestra casa o de algún familiar, debemos reservarle siempre un rincón de la calma para que se aparte allí cuando lo necesite, algo que le permitirá darse respiros, para que “vaya saliendo a lo largo del día de la aglomeración cuando lo necesite”, asegura Ana Múgica, coordinadora del Área de Plan Familia de la Fundación Adecco.

Puede ser otra habitación o un lugar un poco apartado con menos luz y menos ruidos y en el que pueda hacer que le guste: estar un rato con la tablet, con su muñeco favorito, con música…

Es importante que nadie de la familia intente sacarlo de allí a la fuerza, pues sería contraproducente. Deberemos dejar que sea él el que decida el tiempo que quiere permanecer allí, pues, como insiste Múgica, “todos tienen que respetar sus tiempos”.

Manejar ruidos y luces intensos

Hay niños con discapacidad intelectual que no son sensibles al ruido o a las luces fuertes, pero otros sí, por eso es esencial tenerlo en cuenta a la hora de hacer planes. Algunos niños incluso pueden necesitar llevar unos cascos que los aíslen del ruido, mientras con otros bastará que bajemos el tono de voz o la tele.

Recordar esto a los familiares con los que vamos a compartir esta noche es fundamental, y también “que no griten o no pongan la televisión o la música muy alta”.

Si es especialmente sensible, puede ser recomendable, incluso evitar determinadas situaciones, algo que se tendrá que valorar en cada caso y circunstancia, “tenemos que valorar la importancia de acudir a ciertas situaciones, ¿de verdad es imprescindible ir a ver un festival x, a Cortilandia, a ver las luces de las calles, a la cabalgata o tiene que escuchar a la fuerza los fuegos artificiales? A lo mejor, a la persona con discapacidad le genera más malestar que ilusión”, asegura Ana Múgica.

Si la respuesta es sí, y el niño de verdad quiere ir, una vez más, la anticipación es la clave, así como prepararlo para minimizar su malestar, “tenemos que tener preparadas estrategias que sabemos que funcionan con esa persona, y aquí cada uno es un mundo: tapones o cascos para amortiguar un poco el ruido, ponernos algo separados del tumulto, irnos antes, llegar más tarde para evitar el momento de mogollón…”.

Momento uvas y ‘¡feliz año nuevo!’

El momento uvas es uno de los más esperados por todas las familias, y es normal que queramos que nuestro hijo con discapacidad intelectual comparta la entrada a un nuevo año con nosotros.

Podemos, por supuesto, intentarlo y, siempre que el niño quiera, invitarlo a participar, preparar las uvas con él, explicarlo lo que va a ocurrir, etc. 

Si vemos que está mínimamente reacio, lo mejor es dejarle a su aire porque, pongámonos en situación: está todo en calma, en relativo silencio mientras los familiares miran atentamente la tele y comen uvas y, de repente, todos gritan al unísono ‘¡Feliz año nuevo!’, se abrazan, se besan… Por mucho que lo hayamos anticipado, que es lo ideal, casi cualquier niño, y más si tiene discapacidad intelectual y sensibilidad al ruido, se daría un susto de muerte, le ocasionaría mucho malestar.

Lo ideal sería intentar que este momento no fuera un tan explosivo, que tuviéramos en cuenta, incluso en esos momentos de emoción, las necesidades del niño. Si lo es, al menos, debemos evitar obligar al niño a que participe si no le apetece y, momentos previos, dejarlo a su aire o que vaya al rincón de la calma que le hemos preparado previamente si es lo que quiere.

Si, por otro lado, el niño está cansado y prefiere irse a dormir o quedarse dormido en el sofá, también debemos respetarlo.

Tampoco debemos, bajo ningún concepto, obligarle a que felicite, bese, se acerque al resto… ya tendremos tiempo, más adelante, e incluso un año entero, para hacerle partícipe de nuestros mejores deseos para 2024. 

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