Hacer frente al duelo corporal, otra de las consecuencias del cáncer de mama: "Me maquillaron y me vi guapísima"

Begoña Navarro coloca un pañuelo a Carmela Martín, paciente oncológica, durante el taller de estética en el Hospital de Móstooles.
Begoña Naranjo coloca un pañuelo a Carmela Martín, paciente oncológica, durante el taller de estética en el Hospital de Móstoles.
AECC
Begoña Navarro coloca un pañuelo a Carmela Martín, paciente oncológica, durante el taller de estética en el Hospital de Móstooles.

A Carmela Martín le duele la garganta y se queda afónica cuando llora. Desde el mes de agosto del año pasado, su vida ha dado un vuelco total. No es para menos. Lucha contra el cáncer de mama y lo de su garganta es una de tantas consecuencias de la enfermedad. A sus 69 años, en lo primero que pensó Carmela cuando recibió el diagnóstico fue en que se iba a morir. "Cuando me noté un bulto se me pusieron los pelos de punta", rememora. "La enfermedad me ha cambiado, ya no soy igual que antes", dice acongojada tras pasar por una operación en la que le extirparon parte del pecho y 15 ganglios de los entre 20 y 30 que puede tener una mujer en las axilas.

Pero el cambio de Carmela ha sido en todos los sentidos. Lo físico también pesa. "Se me cayó el pelo después de la tercera sesión de quimioterapia. Impresiona muchísimo verte así", señala Carmela, que en seguida acudió con su hija a comprar una peluca. "Los vecinos no se enteraron hasta después de las Navidades", relata. Pese a haber terminado el tratamiento aún no está recuperada del todo y sufre problemas en las uñas, dolores... 

"Se pasa mal. Hay días que parece que ya lo he superado, otros que estoy muy cansada", asegura. Ella, como muchas, no ha cesado en su empeño de tener una vida normal, de darle la vuelta a la tortilla para machacar al cáncer. Será por esto que decidió acudir a un taller de estética que organiza cuatro veces al año la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en el Hospital de Móstoles, un servicio que ofrece también en el de Fuenlabrada.

"Me maquillaron y me dejaron guapísima", dice Carmela entre medias sonrisas, a la vez que recuerda la reacción de sus hijas: "Les mandé fotos y me dijeron que parecía una modelo". Y se ríe. Porque reír y compartir es otra de las partes importantes de estos encuentros, en los que además de aprender las intrincadas técnicas a seguir para verse como siempre, comparten vivencias con personas que están pasando por el mismo proceso.

A la izquierda, Carmela Martín luce el maquillaje del taller de estética de Móstoles. A la derecha, Begoña Navarro, Carmela Martín y Ana Isabel Moreno.
A la izquierda, Carmela Martín luce el maquillaje del taller de estética de Móstoles. A la derecha, Begoña Naranjo, Carmela Martín y Ana Isabel Moreno.
AECC

"Desde AECC tenemos la misión de ayudar a las mujeres para que se sientan bien con su cuerpo. Lo más bonito de los talleres es ese momento en el que, cuando juntamos a las pacientes, nos encontramos con nuevas diagnosticadas que no saben cómo van a ser las cosas, otras que ya han pasado por eso y las que están en mitad del proceso. En los talleres de los hospitales les ayudamos mucho a recuperarse desde sus iguales", explica Ana Isabel Moreno, coordinadora del voluntariado de AECC en el hospital de Getafe y ocasionalmente en los de Móstoles y Fuenlabrada. Moreno reconoce que hay muchas pacientes que no sufren duelo corporal, "aun así el impacto de las cicatrices, los drenajes… necesitan conocer a otras mujeres y que dentro de la dureza de la situación sigan teniendo ganas de vivir".

"He puesto mucho de mí para no hundirme, para seguir adelante, ser otra y sacar fuerzas"

Las que no le faltan a Carmela. Después de pasar por todo el tratamiento contra su cáncer, ahora tiene que seguir vigilada por dos manchas en el pulmón. "Me han dicho que esté tranquila", reconoce. "Muchas veces pienso que no me puedo quejar, que hay chicas que están peor. He puesto mucho de mí para no hundirme, para seguir adelante, ser otra y sacar fuerzas", afirma emocionada.

Begoña Naranjo es parte responsable de que algunas de estas mujeres tengan más fácil pasar por el proceso. Ella se encarga en los mencionados centros sanitarios de enseñarlas a maquillarse; de elegir una peluca y aprender a ponérsela; de mostrar de qué formas se puede colocar un pañuelo o de pintarse las cejas, que también desaparecen durante el tratamiento. 

Peluquera, esteticista y auxiliar de enfermería, es voluntaria en AECC y paciente oncológica. Con 36 años se descubrió un bulto en el pecho. Tras pasar más de un año de tratamiento, con seis ciclos de quimioterapia, 35 de radio y la operación, Naranjo conoce de primera mano las consecuencias físicas de padecer la enfermedad. "Te afecta anímicamente. Coges muchísimo peso, pierdes el gusto y el olfato, te encuentras muy cansada… quedarte sin pelo es un trauma. Los cambios son tremendos", señala. "El taller hace que fortalezcan su autoestima y que creen un vínculo. Yo sigo teniendo contacto con las compañeras con las que me operé. Se comprenden y se entienden y eso es para toda la vida", dice.

De Cibeles al banco de pelucas

Ángela Navarro tiene un banco de pelucas para pacientes con cáncer
Ángela Navarro tiene un banco de pelucas para pacientes con cáncer.
Fundación Ángela Navarro

En AECC tienen con todo tipo de talleres y ayuda psicológica para los pacientes, también con el banco de pelucas más grande de España, con el que colaboran las profesionales de Ángela Navarro. El proyecto de belleza oncológica de esta empresa de pelucas con sede en Madrid nació en la pasarela Cibeles hace 20 años. "Una compañera periodista que trabajaba en la pasarela tuvo cáncer y Ángela y Pepa le hicieron una peluca cuando perdió el pelo", cuenta Bea Guerrero, hija de la fundadora y directora de comunicación de la empresa familiar. "En las sesiones de quimioterapia, sus compañeras iban donde el médico a decirle que querían el mismo tratamiento que ella, que no había perdido el pelo", comenta.

"La alopecia que produce el tratamiento hace que no seas dueña de tu discurso, que no puedas decidir a quién le cuentas tu enfermedad"

Con los años, Ángela Navarro se ha convertido en un referente dentro del mundo de las pelucas. No ha sido fácil. En sus inicios, las profesionales tuvieron que formarse con dermatólogos porque el uso de este complemento afecta mucho a la piel de las personas que padecen cáncer. Ahora, además de empresa, son fundación y colaboran con las asociaciones en la donación de pelucas para pacientes que no pueden costearlas. También forman a trabajadores sociales para que puedan aconsejar. 

En su propio banco ya cuentan con entre 150 y 200 pelucas. "La alopecia que produce el tratamiento contra el cáncer hace que no seas dueña de tu discurso, que no puedas decidir a quién le cuentas tu enfermedad", apunta Guerrero, que añade que la peluca "es un elemento de apoyo que genera muchos beneficios en la vida de estas personas". Aunque deja claro que decidir llevar una, maquillarse de una manera u otra o reconstruirse un pecho "no se debe convertir en una obligación. No hay que pintarlo todo de rosa. Aunque se deben usar todos los recursos que se pueda, la situación es muy dura".

Navarro es la que lee correos y mensajes de la empresa cada día y tiene claro que consiguen hacer felices a cientos de personas, concretamente han producido entre 15.000 y 20.000 pelucas en 20 años de carrera. "Nos han llegado a decir que les hemos cambiado la vida. Es muy emocionante y lo vivimos con orgullo. Para nosotras hay momentos muy duros, pero en general este trabajo es muy bonito".

Cadena de favores

La tatuadora Marta Coen junto a una imagen de ella tatuando.
La tatuadora Marta Coen, junto a una imagen de ella tatuando.
Cedidas

Algo parecido le pasa a Marta Coen. Esta tatuadora de Palma ha decidido tatuar pezones y aureolas gratis a mujeres que han sufrido mastectomías en su comunidad. Con su gesto, trata de hacer algo bueno por estas pacientes y que, a su vez, ellas devuelvan el favor de la forma que crean más conveniente, como en la película Cadena de favores. Además, quiere sentar precedente para otros profesionales del tatuaje, ya que un trabajo de este tipo puede llegar a costar hasta 400 euros. "Cuando empecé en el mundillo vi gente que hacía esto, me pareció muy guay y me llamó mucho la atención", cuenta Coen.

Tras intentar aglutinar información, formarse y hacer pruebas con pieles artificiales para aprender, decidió realizar una sesión al mes en su estudio solo para este tipo de clientas. Con dos condiciones: que sus cicatrices sean consecuencia de un cáncer y que las personas tatuadas hagan algo por otra como devolución. "Cada pezón y aureola tiene unas características distintas y unos tonos. Además, trabajar con piel que ya está casi muerta es muy complicado", agrega.

"Pensé que era injusto que la gente tuviera que pagar por recuperar algo que le había robado una enfermedad"

Esta tatuadora tiene claro por qué hace lo que hace: "Pensé que era injusto que la gente tuviera que pagar por recuperar algo que le había robado una enfermedad". "También era una forma de acortar plazos", añade. Coen se refiere a los tratamientos a los que se puede acceder desde la Seguridad Social, donde también se reconstruyen pezones con micropigmentación

"Mi primera paciente sufrió cáncer con 26 años y llevaba seis esperando a que le reconstruyeran el pezón", comenta. En este caso, las complicaciones con la operación del pecho en general hicieron que los tiempos se volvieran eternos. De ahí que Coen no quiera que su gesto se promocione por todo el país. "No quiero hacer a la gente esperar", apunta, a la vez que aboga porque otros compañeros se suban al carro de forma voluntaria. 

Desde hace algunos años, las posibilidades estéticas para mujeres que sufren cáncer de mama son cada vez más. Lencería especializada, micropigmentación, tratamientos para las uñas, maquillaje profesional... aunque las víctimas de la enfermedad tienen claro que lo importante es vivir. "El físico afecta, pero las secuelas son muchas. Hay mujeres con dolor y medicación de por vida, que se quedan apagadas, con la autoestima por los suelos...", apunta Navarro. "Hay que ser fuerte. Lo importante es seguir hacia adelante y que el miedo que tienes salga por otro lado", sentencia Carmela. 

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