Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Pactar con el diablo

La candidata del PP a presidir Extremadura, María Guardiola.
La candidata del PP a presidir Extremadura, María Guardiola.
EP
La candidata del PP a presidir Extremadura, María Guardiola.

Por fin, un soplo de integridad en la política española. Lo que dijo e hizo la candidata del PP en Extremadura sorprendió por lo inusual que resulta poner los principios por delante de la ambición de poder. María Guardiola dio un recital de coherencia al negar la entrada en el Gobierno a miembros de un partido que niega la violencia machista. Una línea que había cruzado sin mayor miramiento el candidato del PP en Valencia, Carlos Mazón, quien concedió a Vox cuanto pidió con tal de garantizarse la investidura como presidente de la Generalitat.

El contraste entre ambos candidatos de la misma formación es brutal. Las tragaderas de Mazón provocaron un sonado cabreo en la dirección del partido hasta lamentar el no haber monitorizado desde Génova todo el proceso de negociación con la ultraderecha. Génova solo intervino en el veto a Carlos Flores, el candidato de Vox condenado por violencia de género; el resto de la negociación la pilotó a calzón caído el barón valenciano

Era obvio que los resultados del 28-M abocarían al PP a entenderse con los de Abascal, pero con las elecciones generales a un mes vista les resulta del todo inconveniente proyectar la imagen de populares y Vox como un bloque compacto. Ello explica el ejercicio de funambulismo que hace Núñez Feijóo con lo de los porcentajes de Vox y cuando le preguntan por su relación presente y futura con los ultras, a los que siempre trató con desdén. Lo cierto es que ni las encuestas más favorables contemplan una mayoría que le permita prescindir de su apoyo en una hipotética sesión de investidura, de ahí la complejidad de mantener el equilibrio.

Los sondeos de opinión certifican que la inmensa mayoría del electorado popular no le hace ascos a los acuerdos con la derecha extrema con tal de sacar del Gobierno a Pedro Sánchez y, sobre todo, a sus socios de coalición. Eso no quiere decir que todo ese espectro electoral digiera a personajes como el recién nombrado presidente del Parlamento balear. El diputado de Vox, Gabriel Le Senne, es una máquina de emitir mensajes homófobos, machistas y negacionistas, desde las vacunas al cambio climático. Uno muy reciente afirmaba que "las mujeres son más beligerantes porque carecen de pene". Este es el nivel del personaje ahora al frente de aquel Parlamento autonómico . A la dirección del PP le cuesta cada vez más disimular la incomodidad que le genera el entendimiento con estos perfiles y no digamos ya sobre una futura convivencia.

Tras las elecciones del 28-M, los populares han pactado con Vox la gobernabilidad en unos 140 ayuntamientos de más de 30.000 habitantes y muy poco se sabe de los aspectos programáticos que han acordado. El PP corre el riesgo de que, en los acuerdos alcanzados en los municipios y comunidades, más los que restan por negociar, se infiltre el sesgo ideológico de la ultraderecha hasta el punto de contaminar el ideario propio. De momento, lo que ha trascendido es el retroceso en las políticas de igualdad, pero Vox tiene otras fijaciones regresivas que pretende imponer sobre la inmigración, el cambio climático, su eurofobia o el rechazo al estado de las autonomías, que tanto denigran a pesar de su apego a presidir los parlamentos autonómicos.

Ahora el plante de la candidata popular en Extremadura compromete seriamente las negociaciones que PP y Vox tienen pendientes al adquirir el asunto de la violencia de género una dimensión inesperada a poco más de un mes de las elecciones generales. En política, los pactos con el diablo tienen un pase cuando son puntuales y pragmáticos, no si se convierten en sistémicos.

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