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La historia de Falou, refugiado con discapacidad: "En Senegal no podía salir de casa. Venir a España me cambió la vida"

Falou, persona con discapacidad física
Falou, persona con discapacidad física
CEDIDA
Falou, persona con discapacidad física

En 2022, un total de 118.842 personas solicitaron asilo en España, según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Del total de solicitudes, fueron aprobadas casi 87.000, aunque solo 14.235 fueron favorables con estatuto de refugiado o protección subsidiaria (ambos tipos de protección internacional). Este martes se celebra el Día Mundial del Refugiado, una condición que adquieren las personas que huyen de su país de origen perseguidas por motivos de raza, orientación sexual, religión, nacionalidad, opinión política o género.

A su condición de refugiadas, a algunas de estas personas se les añade una discapacidad, lo que les hace ser un colectivo especialmente vulnerable. Se trata de personas con mayor riesgo a sufrir exclusión social, violencia, explotación y abuso. Por ello, y debido a su heterogénea realidad, es necesario acompañarlas y ofrecerles una atención específica.

En 2021, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) elaboró una guía para el abordaje inclusivo de las personas con discapacidad refugiadas, solicitantes de asilo y en situación de apatridia, en la que recopilan pautas y recursos. Desde la entidad aseguran que "la exclusión sistemática hacia las personas con discapacidad, que se enfrentan a dificultades severas de acceso a derechos o bienes sociales básicos en el ejercicio regular de derechos humanos, hace necesario que las políticas públicas, la legislación de asilo y refugio, el marco de gestión de las migraciones, así como la acción humanitaria y de cooperación al desarrollo consideren la discapacidad desde un enfoque exigente de derechos humanos".

Apartados de la sociedad en Senegal

Falou, de 37 años y con discapacidad física, viajó a España desde Senegal hace cinco años, aunque hasta hace apenas unos días no le han concedido la condición como refugiado y el derecho al asilo. "Estoy feliz, bailé en casa ayer", cuenta emocionado. Adquirir este derecho ha supuesto un profundo alivio para el senegalés: "Tenía miedo a que me denegaran el asilo y tuviera que volver a Senegal. No dormía de pensar que me iban a echar por no tener papeles".

Su inmensa felicidad se comprende inmediatamente cuando el senegalés cuenta la que fue su realidad durante más de 30 años en su país de origen. Con 7 años, Falou enfermó de poliomielitis, comúnmente conocida como polio, una enfermedad vírica muy infecciosa, que afecta principalmente al sistema nervioso de los niños menores de 5 años. En casos extremos, este virus puede infectar la médula espinal y causar parálisis, generalmente de las piernas, casi siempre de forma permanente. En el caso del senegalés, tiene un 75% de discapacidad derivado de su imposibilidad para andar. "Mi madre sufrió mucho para que pudiera andar, fui a muchos médicos y tuve muchas operaciones para poder andar con muletas", cuenta. Ahora utiliza silla de ruedas, pero en Senegal eso era imposible por las condiciones del terreno.

El difícil acceso a la Sanidad en el país africano supone una importante barrera para las personas con algún tipo de enfermedad o discapacidad: "No hay médico. Si tu familia no tiene dinero vas a sufrir mucho. Mi madre vendía muchas veces sus cosas para que yo pudiera andar con muletas", cuenta Falou. A la falta de recursos económicos, se suma el rechazo social: "Es muy duro porque allí no tenía ayuda, en Senegal no hay respeto a las personas con discapacidad. Si te saludan por la mañana estás de suerte". "En los espacios públicos, nadie se sienta junto a una persona con discapacidad porque creen que se va a contagiar", explica su técnico de referencia en el programa de protección internacional, quien le acompaña durante la entrevista.

En Senegal, al igual que sucede en muchos países subdesarrollados, las personas con discapacidad son apartadas de la vida en sociedad: "A raíz de sufrir la enfermedad, Falou es recluido a permanecer en su vivienda, no le dejaban ir a la escuela y no podía salir de casa. Solamente su madre le ayudaba cuando tenía que ir al médico para intentar mejorar su estado físico". "Yo sufrí mucho porque quería salir como todos y no podía. Hacía pulseras y collares en casa de mi madre", cuenta el senegalés.

En Senegal no hay respeto a las personas con discapacidad. Si te saludan por la mañana estás de suerte

Una nueva vida en España

A través de un amigo senegalés, que ya vivía en España, Falou decidió dejar su país natal para comenzar una nueva vida. "Llegué en avión, solicité el asilo a la Policía y me mandaron a un hotel. Ahí ya pensé ‘esto es la vida de verdad", explica el senegalés, a quien le concedieron una plaza en el sistema de acogida y entró a formar parte de Accem, organización sin ánimo de lucro española especializada en la atención de personas refugiadas, migrantes y en situación o riesgo de exclusión social.

Durante un mes, Falou residió en una vivienda situada en Burgos, pero después fue trasladó a Cartagena (Murcia), donde encontraron una vivienda más adaptada para la silla de ruedas que utiliza ahora. "Las personas con discapacidad siguen el mismo proceso que el resto de refugiados, pero, entre los dispositivos, se tiene que buscar uno que reúna las condiciones para su movilidad dentro de la vivienda", explica la técnico de referencia.

La accesibilidad era una utopía para Falou. Cuando llegó a España, una de las primeras cosas que le llamó la atención fue que existieran baños o transporte adaptado: "Para subir al autobús en Senegal solo había escalera, no había rampa ni nada…". Pero lo que más le impactó fue el trato de la gente: "Era otro mundo para mí, la gente me respetaba y me trataba muy bien: me ofrecían su ayuda en el supermercado, cuando entraba al banco me cedían el paso, si subía al autobús me dejaban sitio...". "Se sorprende de que aquí la discapacidad se vive totalmente de otra manera", añade su técnico.

Integración laboral y social

Para Falou no fue difícil adaptarse a vivir en un nuevo país. Los obstáculos a los que se había enfrentado en Senegal hacían que cualquier complicación no le pareciera tal. "Esto era muy fácil para mí", asegura. Además, desde Accem facilitaron su integración, proporcionándole tanto ayuda jurídica y legal, como laboral, psicológica e incluso clases para aprender un nuevo idioma, algo especialmente complicado teniendo en cuenta que no había tenido acceso a la educación en su país. "Aprender español fue muy difícil. Ahora puedo escribir mi nombre y leer un poco. Antes no sabía", cuenta.

Falou en el Centro Especial de Empleo
Falou en el Centro Especial de Empleo
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La integración efectiva de las personas refugiadas con discapacidad pasa por su inclusión en el mercado laboral. Para ello, Falou recibió orientación y formación en reprografía y realizó prácticas en la imprenta. Además, desde hace casi dos años, trabaja en un Centro Especial de Empleo (CEE) dentro de una cadena de montaje de productos como velas o ambientadores. "Trabajo como un loco, estoy muy contento porque cuando entra alguien nuevo me llaman a mí primero para que le enseñe porque yo sé manipular", cuenta orgulloso.

Falou admite no haber sentido nunca rechazo social en España. De hecho, cuenta ya con una red de amigos. "Tengo muchos amigos, de Senegal y españoles, hablamos, salimos a tomar algo o a comer a un restaurante", cuenta. Además, entre sus hobbies están las redes sociales, en particular, TikTok, y el baloncesto adaptado, que practicaba hasta hace poco en un equipo de Murcia: "Aprendí a jugar muy bien, pero la entrenadora me decía tenía que aprender el idioma".

Aprender español fue muy difícil. Ahora puedo escribir mi nombre y leer un poco

Con un trabajo, amigos y una casa donde vivir -que comparte con otra persona- Falou admite ser muy feliz en Murcia. "España me cambió la vida", asegura en varias ocasiones. Sin embargo, el senegalés sueña con reencontrarse con su madre, con la que no tiene contacto desde hace casi dos años. Además, en un futuro, cuenta, le gustaría formar una familia, seguir aprendiendo en su trabajo y sacarse el carnet de conducir: "Lo necesito porque si no un día voy a tener problemas con mi trabajo. No quiero depender de nadie y ahora dependo de mi compañero que cada día me espera a las 05:30 para llevarme a trabajar".

A pesar de ser feliz con su vida en España, Falou no se ha desvinculado de su país de origen. Ahora, mantiene contacto a través de WhatsApp con asociaciones y personas con discapacidad de Senegal, a las que ayuda económicamente: "Allí con 30 o 40 euros pueden comprar muchas medicinas". Además de contar con más recursos económicos, cree necesario que en el país africano "cambie la mentalidad de la gente". "Cuando son pequeños los niños tienen que ir a la escuela, no pueden dejarlos en casa…", y se lamenta: "Va a tardar muchos años en cambiar la situación".

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