Los viajes de Hemingway por España desde que visitó por primera vez Madrid hace cien años

Ernest Hemingway navegando en Cuba (1950)
Ernest Hemingway navegando en Cuba (1950)
John F. Kennedy Presidential Library and Museum, Boston
Ernest Hemingway navegando en Cuba (1950)

En los años veinte, la idea de España que existía en el resto de Europa no pasaba de una combinación de toros, bandidos y ojos negros, como afirmaba el escritor británico Richard Ford tras sus viajes a nuestro país en el siglo XIX. Quizás esos elementos fueran suficientes para despertar la atención de Ernest Hemingway (1899-1961), por aquellos años residente en París.

Junto a unos amigos planificaron en la primavera de 1923 una incursión en España y emprendieron viaje en tren hasta Madrid, anotando por el camino algunas citas ineludibles como recorrer las pinturas de El Greco en el Museo del Prado. Tras esa primera visita a nuestra pinacoteca vendrían muchas más a lo largo de su vida, en las que admiraría las obras de Goya, Tiziano y El Bosco, especialmente El Jardín de las delicias, que siempre le cautivó.

Por encima de estas atracciones pictóricas, el objetivo fundamental del viaje era presenciar la corrida de toros, lo cual constituyó una experiencia inigualable, fundamental en su existencia. La irrupción del animal en el coso taurino pareció trasladarle a la Prehistoria. Acomodarse en el tendido de la plaza "era como tener un asiento de primera fila en el cuadrilátero de la guerra sin que nada te pasase", afirmó el escritor. Aprovechando el viaje visitó Andalucía y entre todas las ciudades del sur la que más le impactó fue Ronda.

Robert McAlmon y Ernest Hemingway en la Plaza de Toros de la Fuente del Berro (1923)
Robert McAlmon y Ernest Hemingway en la Plaza de Toros de la Fuente del Berro (1923)
John F. Kennedy Presidential Library and Museum, Boston

Entre 1923 y 1925, visitó Pamplona repetidamente para disfrutar de las fiestas de San Fermín, ciudad que quedó ligada a su vida para siempre. "El puñetero cachondeo más loco y divertido que se haya visto. No hay nada parecido en todo el mundo", reconocía. También se acercó a los parajes de Roncesvalles y Burguete, dedicado a la pesca de la trucha y los paseos por las zonas montañosas que tanto le recordaban al estado de Illinois donde nació. 

Su atracción irresistible por la corrida de toros, centro de un universo trágico y arcaico, le llevó a conocer en Pamplona al Niño de la Palma, Cayetano Ordoñez -bisabuelo de Francisco y Cayetano Rivera Ordoñez-, torero que en 1925 contaba con 19 años. De aquellas impresiones vividas y sus viajes por España surgiría una de sus grandes novelas, Fiesta (The Sun also rises, 1926), que más tarde sería adaptada al cine por Henry King con un reparto en el que aparecía Ava Gardner, Tyrone Power y Errol Flynn.

Eddie Albert, Errol Flynn, Mel Ferrer, Tyrone Power y Ava Gardner en 'Fiesta' de Henry King
Eddie Albert, Errol Flynn, Mel Ferrer, Tyrone Power y Ava Gardner en 'Fiesta' de Henry King
(fotografía de promoción)

La querencia por el estilo de vida español, por integrarse en las costumbres mediterráneas, pudo ser lo que le impulsó a adquirir un cuadro que parecía reunir ese ambiente idolatrado: La Masía (1922), pintura de Joan Miró que el escritor compró en 1924 y ahora se encuentra en National Gallery of Art, Washington.

Joan Miró. 'La masía' (1922)
Joan Miró. 'La masía' (1922)
National Gallery, Washington

En mayo de 1931 llegó de nuevo a España, esta vez atravesando el Océano Atlántico desde La Habana, hasta atracar en Vigo. Al llegar a Madrid encontró la capital convulsionada por la reciente proclamación de la Segunda República. Aprovechando el viaje pudo visitar pueblos como El Barco de Ávila, donde degustó la comida castellana que tanto se adaptaba a un estómago generoso como el suyo.

La Guerra Civil supuso otro momento especialmente intenso en la vida de Hemingway, y a ella se aproximó en 1937 aterrizando en Valencia, para después viajar de nuevo a Madrid y visitar como observador varios frentes de batalla en las inmediaciones. El contacto con las líneas de choque entre bandos le proporcionaría material que luego volcaría en su novela Por quién doblan las campanas, a finales de 1939.

Ernest Hemingway acompañado por un chófer visitando el frente de la Guerra Civil (octubre, 1937)
Ernest Hemingway acompañado por un chófer visitando el frente de la Guerra Civil (octubre, 1937)
John F. Kennedy Presidential Library and Museum, Boston

La victoria del bando nacional alejó a Hemingway de España durante casi quince años, hasta que regresó a nuestro país en 1953, pero es unos años más tarde cuando le encontramos en el lecho de muerte de un escritor al que admiraba: Pío Baroja. Se habían conocido en los años veinte, en París, pero es en este momento -1956- cuando Ernest, a los pies de la cama, le reconoce lo mucho que le debía literariamente. El encuentro resultó impactante para Hemingway, que advirtió el abandono en que la muerte halló a Baroja, a pesar de una obra literaria de su altura y significado. Esta experiencia le llevó a concluir que sus últimos días no debían vivirse en penuria semejante. Antes se saltaría la tapa de los sesos, como así acabó haciendo.

Hemingway en la plaza de toros de Aranjuez (1959)
Hemingway en la plaza de toros de Aranjuez (1959)
John F. Kennedy Presidental Library and Museum, Boston

En 1959 Hemingway recorrió las plazas de toros de España siguiendo a Antonio Ordoñez, hijo del torero Cayetano que había dibujado en su novela Fiesta. Málaga, Córdoba, Sevilla, Aranjuez, Zaragoza, Alicante, Pamplona, Valencia, Bilbao, etc. Fruto de estos años, surgió el reportaje El verano peligroso, que se editaría póstumamente en 1985, en el que se advertía cierto hartazgo y dejadez, aireando una rivalidad taurina entre Antonio Ordoñez y Luis Miguel Dominguín con tintes de marketing.

Antonio Ordoñez y Ernest Hemingway en Málaga (1959)
Antonio Ordoñez y Ernest Hemingway en Málaga (1959)
Ernest Hemingway Photograph Collection

Hablando de Dominguín, Hemingway también coincidió en Madrid con Ava Gardner, otra "fanática de los toros" como la catalogaba el escritor, a quien visitó en un hospital de Madrid cuando estaba aquejada por un cólico nefrítico. Fanática de los toros… pero sobre todo de los toreros, porque en aquella época mantenía un idilio precisamente con Luis Miguel Dominguín, cuando estaba a la espera de finiquitar su divorcio de Frank Sinatra.

Hemingway, Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín en una capea, en 1950
Hemingway, Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín en una capea, en 1950
Desconocido

El epílogo de una vida literaria fue la elección de una muerte también literaria. El 2 de julio de 1961, aquejado por enfermedades y achaques, carente ya del ímpetu que siempre le acompañó, Hemingway decidió poner punto final a su existencia ayudado de una escopeta.

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