El "espantoso" estado de las calzadas romanas que quedan en España (y por qué la catástrofe de Castrocalbón no será la última)

Estado de conservación de las calzadas romanas
Estado de conservación de las calzadas romanas
Carlos Gámez
Estado de conservación de las calzadas romanas

La imagen de la Via Apia de Roma, la "reina de las calzadas" romanas para los arqueólogos, es el probable origen del arquetipo falso y la idea confundida que la población tiene de estos caminos bimilenarios, rematados por grandes losas que hubieran complicado el tránsito de los carros tirados de caballos. El desconocimiento y la falta de señalización ha conducido a que, en la actualidad, apenas entre el cinco y el seis por ciento de las calzadas que existieron se hayan conservado. 

En España, donde no existe un registro estatal sino que son las Comunidades Autónomas las que se encargan de inventariarlas, la última atrocidad se cometió en Castrocalbón (León), donde unas obras promovidas por la Mancomunidad La Cabrera-Valdería han destruido un tramo de 1,2 kilómetros de la 'Calzada del Obispo o Calzada de Nuestra Señora', que tiene su origen en Astorga, la antigua Astúrica Augusta romana, y su fin en la ciudad también romana de Braga, o Bracara Augusta, en Portugal.

Los mapas existentes de las antiguas carreteras de la época romana "no tienen ningún rigor". "En el caso de España, aún menos, porque se basan en un mapa antiguo llamado la Tabula Peutingeriana en la que toda la parte hispánica y británica no existía, se había perdido", explica el ingeniero de obras públicas, geógrafo e historiador Isaac Moreno Gallo, que ha dedicado los últimos 30 años a estudiar las calzadas romanas y es un experto en ingeniería civil antigua.

El estado de conservación de estos caminos con dos mil años de historia es "espantoso", lamenta el también autor de una de las pocas páginas de referencia que ha catalogado las calzadas romanas en España. Según sus investigaciones, las mejores conservadas son la Vía de la Plata de Cáceres, la calzada romana de Numancia a Osma (en Soria), donde se han promocionado siete kilómetros, la de Castro Urdiales a Miranda, en el Valle de Losa (Burgos), y dos tramos de la que va de Burgos a Cerezo de Rio Tirón: en Quintanapalla y entre Briviesca y Cerezo. 

Como peor conservadas, el especialista clasifica sin tapujos "el resto", al tiempo que critica el "demencial" caso de Castrocalbón, una "catástrofe" que "volverá a pasar porque hay muchísimas sin señalizar". "Se sabía que era calzada romana, es bastante inexplicable", sentencia Moreno a 20minutos. Otros ejemplos recientes son las destrucciones realizadas en Retortillo, en Soria, o en Lerma, en Burgos. Ambos en verano del año pasado. La mayor amenaza para las calzadas romanas es "sin duda, el desconocimiento", apunta el ingeniero civil. 

"Las vías romanas son unas perfectas desconocidas" porque no ha habido investigación y porque todo el mundo busca las características losas o caminos empedrados que erróneamente han difundido incluso los libros universitarios", desmonta el autor, que agrega que el "desastre patrimonial" se ha cometido "en toda Europa". 

De entre el cinco y seis por cierto que cifra que ha sobrevivido, lo ha hecho "de casualidad" gracias a que se encontraban en zonas agrícolamente pobres donde no se ha cultivado. Para salvar estos caminos bimilenarios, Moreno defiende medidas como la promoción y señalización. En el municipio soriano de Calatañazor, por ejemplo, se logró modificar un tramo de la A-11 entre Venta Nueva y Santiuste para poner en valor parte de la antigua calzada romana entre Numancia y Osma.

La idea equivocada difundida en el siglo XIX, "probablemente por una imitación de la Via Apia de Roma", que era una calle y no una carretera, ha provocado que las calzadas romanas "no se identificasen prácticamente hasta hoy, que se hayan destruido todas indolentemente, a la vez que se promocionaban caminos de mulas de hace muy poquitos siglos pensando que eran vías romanas", como por ejemplo el "camino empedrado de [la época del reinado de] Felipe V" de Cercedilla (en Madrid), abunda.

Similitudes con las carreteras actuales

En contra de lo que se suele pensar, las auténticas calzadas romanas, según explica el experto burgalés, tienen en la base, a casi un metro por debajo de la superficie, una capa de piedras grandes de unos 40 centímetros de espesor que otorga fuerza para resistir las cargas del tránsito. Sobre ella se colocaban otros estratos de piedras cada vez más pequeñas hasta que arriba del todo se empleaba zahorra natural. Una capa de arcilla, arena y cantos rodados de apenas dos centímetros de diámetro que compactaban bien y creaban una "capa de rodadura muy buena" que facilitaba la circulación de los carros y la marcha de los caballos, que pisaban sin herrar. Las pendientes eran bajas para facilitar la tracción animal y, en zonas de montañas, el trazado realizaba "muchas revueltas, como las carreteras actuales", para minimizar la pendiente.

Como las actuales carreteras, las calzadas romanas contaban con áreas de servicio tanto para los caballos como para los transportistas. Había paradas de postas donde se podía cambiar el caballo y se encontraban también sitios para dormir, asearse en termas y comer -mansio, statio o tabernas, según la categoría-.

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