La historia de Zakhar, uno de los 30.000 niños ucranianos que estudian en España: "Me gustaría estudiar Derecho aquí"

Zakhar Zakharchenko, un adolescente ucraniano de 16 años que ahora vive en España.
Zakhar Zakharchenko, un adolescente ucraniano de 16 años que ahora vive en España.
CEDIDA
Zakhar Zakharchenko, un adolescente ucraniano de 16 años que ahora vive en España.

Zakhar Zakharchenko tiene 16 años, apenas lleva unos meses en España, pero ya es capaz de mantener una conversación más o menos fluida en el idioma. Llegó de Ucrania forzado por la guerra en su país a finales del curso pasado y a pesar del cambio radical que ha sufrido su vida en menos de un año, tiene ganas de comerse el mundo. Habla de su situación consciente de lo que tuvo que dejar atrás cuando se vino a vivir a Málaga (Andalucía) con sus abuelos, pero confiesa que el sol y la gente ya le han conquistado lo suficiente como para plantearse quedarse a estudiar la carrera. Su mayor reto ahora, asegura, ya no es la adaptación, sino la asignatura de Filosofía: "Abarca muchos mundos y muy diferentes, que a veces son complicados de comprender en Español", cuenta a 20minutos

Zakhar es uno de los más de 30.000 ucranianos desplazados por la guerra y escolarizados este curso en España. Al poco tiempo de estallar el conflicto, el Gobierno asumió la responsabilidad de acoger a los refugiados ucranianos (en su mayoría mujeres, niños y personas mayores) y de garantizar la educación de los estudiantes de la forma más rápida y efectiva posible. Se hizo mediante aulas de enlace (habilitadas de forma paralela a las ordinarias para reforzar el idioma) y contratando a docentes ucranianos. 

Diez meses después, hay quienes volvieron a su país en verano, pero los que tomaron la decisión de quedarse empezaron un nuevo curso en septiembre con desafíos, pero en un contexto de estabilidad mucho mayor del que gozaban cuando llegaron forzados por la invasión rusa. Es el caso de Zakharchenko, un adolescente que había vivido en Jersón toda su vida hasta que tuvo que venir a España con sus abuelos, dejando a su padre y a su madre atrás. Acaba de pasar a primero de Bachillerato social, y compagina las clases en Málaga con las telemáticas que todavía mantiene el instituto de su ciudad. 

"Tengo muchos amigos en España, porque cuando llegué, me matriculé en 4º de la ESO y desde el primer momento mis compañeros me ofrecieron la ayuda que necesitaba. Ahora que ya he pasado a Bachillerato, sigo hablando con ellos y además he hecho nuevos amigos este curso", relata el adolescente a este diario. 

Pese a que consigue hacerse entender en la mayoría de ocasiones, asegura que el idioma es todavía su punto débil. "Sobre todo leer y escribir en español", reconoce. Con todo, habla con la seguridad de saber que en cuestión de tiempo esta cuestión dejará de ser una barrera. 

"Estoy feliz, pero hay una guerra en Ucrania que a veces me hace sentirme deprimido"

Sus planes de futuro, de hecho, ya los contempla en España. "Pienso que aquí tengo más posibilidades, y además es un país que me gusta mucho", explica. "En un futuro me gustaría estudiar Derecho, es algo que me atrae y a lo que además se dedican mis padres", añade el joven ucraniano. Le gusta el mar de Málaga, el sol, y hasta "la siesta", afirma entre risas. Pero piensa muy a menudo en su ciudad. "Estoy feliz, sí. Pero hay una guerra en Ucrania que obviamente me hace sentirme deprimido a veces. Me gustaría visitar mi ciudad, pero ahora no puedo y soy consciente de ello", apunta. 

Recuperar la estabilidad

El balance de la escolarización de ucranianos en los últimos meses es positivo. Así lo explica a 20minutos Raquel Santos, coordinadora de inclusión de CEAR. "La mayoría optó por finalizar el curso escolar anterior en Ucrania con clases online, porque en ese momento había bastante incertidumbre de si iban a poder retornar o no en verano", detalla. Según asevera, lo más complicado ha sido que muchos colegios no tenían habilitadas aulas de enlace, lo que dificultaba la integración de los alumnos. 

Además del estado emocional con el que llegan tras haber huido de sus hogares. Los más pequeños lo tienen más fácil, pero Santos cuenta que, pese a que desde la ONG no han llegado a identificar ninguna situación problemática, "sí que ha habido niños en edades avanzadas que presentaban síntomas de estrés postraumático". Es ahí, de hecho, donde más hincapié están haciendo, y el ámbito escolar está siendo un ambiente muy efectivo para trabajarlo "de otra manera" y "más coordinada". 

"Todavía hay casos de niños a los que todavía les agobia el hecho de estar encerrados o que saltan ante ciertos ruidos"

"Tenemos casos de niños a los que todavía les agobia el hecho de estar encerrados en el aula durante un tiempo y salen corriendo. O incluso otros que lo han expresado con una hiperactividad que las madres nos dicen que no tenían antes de llegar. Hay quienes necesitan dormir con luz por la noche o que saltan ante determinados ruidos... Pero la escolarización nos permite estar más alerta", detalla Santos. 

Aun así, su valoración general es muy positiva, y asegura que la integración ha sido normal en el sentido de retomar rutinas, tanto en el caso de los niños como en el de las propias familias. "Para las madres, es también muy positivo esto por el tema de la conciliación, la búsqueda de empleo, dar clases de idioma, etc. Estos procesos de equilibrio, de bienestar, de rutinas y de estabilidad son necesarios, y se ha notado un antes y un después en ese sentido", asegura la coordinadora de integración de CEAR. 

La diferencia de este nuevo curso respecto al anterior, señala, es que las familias "ya están con la mente un poco más aquí". "Porque cuando llegaron siempre estaban a la espera de poder retornar, pero ahora vemos que las que no se han ido, ya están aquí para quedarse, aunque obviamente siempre van a contemplar la posibilidad de volver si pueden", añade. 

El lenguaje sigue siendo la mayor barrera

Como Raquel Santos, Amador Santiago también ha estado en contacto estrecho con los niños ucranianos. En el caso de este último desde el propio colegio. Él es el director del CEIP Luis Vives, un colegio público de Madrid y uno de los tantos centros que tuvieron que adaptarse a contrarreloj para integrar a los nuevos alumnos. "Cuando abrimos el aula de enlace en marzo empezamos con cinco estudiantes ucranianos, pero acabamos el curso con uno menos, porque regresó con su madre a Ucrania", explica. 

Lo más "costoso", está siendo el aprendizaje del lenguaje. "Su alfabeto tampoco es el mismo porque utilizan el cirílico, pero el inglés ha facilitado mucho la tarea". Cuenta el director que, sin embargo, las asignaturas más numéricas, como Matemáticas, están siendo más fáciles para los ucranianos. "Ahí el lenguaje no es tan importante en el aprendizaje, y además tiene un buen nivel".

Además, reconoce haber tenido la "suerte" de ser uno de los centros a los que se les asignó una intérprete ucraniana. "Lo más difícil fueron las dificultades de comunicación que se han solventado con esta figura. Y luego efectivamente hay un problema emocional. Hablamos de familias absolutamente normales que tiene que salir corriendo del país por la guerra y además los padres se quedan ahí. Ahí también ha ayudado esta figura de traductor, que no solo se ha encargado de la parte docente, sino que ha tenido una relación muy directa y cercana con las madres de los alumnos", concluye Santiago.

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