La subida de todas las pensiones contributivas con el IPC que ha anunciado el Gobierno ha puesto de actualidad el debate sobre el ensanchamiento de la brecha generacional en España, dado que los salarios, especialmente los de los jóvenes, no crecen al mismo ritmo. El propio Ejecutivo ha aprobado una subida de sueldo para los funcionarios del 3,5%, lejos del 8,5% que prevé que suban las pensiones con la inflación, y el PP ha apoyado la medida para no "castigar" a los beneficiarios de estas prestaciones.
La posición de los populares contrasta con la de Cs, ideológicamente próximo al PP pero que ha sido el único partido de ámbito nacional que ha criticado el aumento de las pensiones con el IPC y ha acusado al Gobierno de "agravar la brecha generacional". Y es que los populares, al igual que los socialistas, corren el riesgo de molestar a una parte importante de su electorado si se niegan a mantener su poder adquisitivo, ya que el de los pensionistas es un grupo de casi 10 millones de personas y, además, los mayores de 65 años votan más que los jóvenes y lo hacen en mucha mayor proporción a los partidos tradicionales.
Los datos son palmarios en este sentido. Según revela el recuento oficial del Instituto Nacional de Estadística (INE), la población de entre 18 y 29 años solo asciende a 5,9 millones de personas, frente a los 9,95 millones de pensionistas. Pero es que, además, los jóvenes votan menos que los mayores y se abstienen mucho más: según el último barómetro del CIS, un 10,1% de los ciudadanos de entre 18 y 24 años y un 7,3% de los que tienen entre 25 y 29 ya tiene claro que no votaría si se celebrasen elecciones, y el 5% y el 4,3%, respectivamente, votaría en blanco.
Por el contrario, en las franjas de entre los 65 y los 74 años y de los 75 años en adelante, el voto en blanco es anecdótico, y los más mayores son los que tienen una tasa más baja de personas que no irían a las urnas. "El peso poblacional, y por tanto del censo electoral, de los mayores es mucho mayor: es decir, que son más, y además votan en mayor medida que los jóvenes", resume José Pablo Ferrándiz, director de Opinión Pública y Estudios Políticos de la empresa demoscópica Ipsos y profesor de Sociología en la Universidad Carlos III de Madrid.
Pero no solo el mayor peso electoral de las personas mayores influye en su capacidad de determinar las políticas públicas. También es significativo que su patrón de voto sea significativamente más proclive a los partidos tradicionales que el del resto de las franjas de edad, especialmente los más jóvenes. Los datos son, de nuevo, claros: en las personas de más de 65 años, en torno a la mitad de quienes dicen tener decidido su voto -es decir, restados abstencionistas y dudosos- votarían a PP o PSOE, mientras en las franjas de entre 18 y 24 años y entre 25 y 29 esa cifra apenas supera el 30%.
"Las personas mayores suelen ser más institucionales y, como se dice popularmente, no están para tantas aventuras y no quieren líos", y de ahí que tengan una mayor tendencia a votar a los dos grandes partidos, explica en este sentido el politólogo Manuel Mostaza, director de asuntos públicos de Atrevia. Mostaza señala, en este sentido, la aparente contradicción entre un "imaginario social" que es "muy juvenil" y una mayor despolitización de las capas de menos edad que, unido a su menor peso electoral por ser grupos menos numerosos, provoca que "el centro de gravedad" político "esté girando hacia una población envejecida".
La brecha generacional
Para el politólogo, además, la subida de las pensiones con el IPC es una medida golosa a nivel electoral para el Ejecutivo porque tiene un inmediato efecto positivo. "Para un Gobierno, invertir dinero en pensionistas se nota al mes siguiente, cuando quienes cobran la pensión lo ven reflejado en su cuenta", razona Mostaza, que contrapone esta inmediatez al efecto de las políticas destinadas a los jóvenes, como las de vivienda, que son más lentas de poner en marcha y que en algunas ocasiones tienen "resultados más inciertos" y que no llegan a todos los ciudadanos.
Pero entonces, ¿habría que limitar la subida de las pensiones a las que son más bajas? Ahí tanto Ferrándiz como Mostaza coinciden en que no se trata de la solución más justa. "Si haces eso, estás mandándole el mensaje a la gente que trabaja de que da igual lo que cotices, porque en el futuro vas a cobrar lo mismo", plantea el segundo, mientras el primero sostiene que "lo apropiado no es que las personas que más han aportado durante más tiempo ahora tengan que ver reducida su pensión".
No obstante, para Mostaza existe "un elefante en la habitación del que nadie habla", que es "cómo de sostenible es el sistema de pensiones", y aboga por atrasar la edad de jubilación para mantenerlo, un extremo que el Gobierno ha rechazado en detrimento de medidas como el aumento de las cotizaciones sociales, especialmente de las empresas, para compensar el aumento del gasto. Ferrándiz discrepa y sostiene que la sostenibilidad del sistema depende de "a qué se quieran dedicar los impuestos". "La cuestión es si se quiere o no" mantener el sistema, plantea.
El experto, además, considera que la "brecha generacional" que se está agravando por la diferencia cada vez mayor de renta entre jóvenes y mayores no es un problema irresoluble. "El enfrentamiento generacional también depende de cómo se lancen y dirijan los mensajes: si se trata de decir que lo que se llevan los mayores no se lo llevan los jóvenes, se amplificará", considera Ferrándiz, que señala que, para luchar contra esta percepción, es "muy necesario que los jóvenes perciban que se cuenta con ellos y se están realizando, sobre todo en momentos de crisis, políticas públicas enfocadas a ellos".
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